Capítulo treinta y dos

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— Sabía que te encontraría aquí. — habló Jean una vez que se dejó caer a mi lado en lo que yo ya había bautizado como nuestro balcón.

— No quería no ser encontrada. — respondí yo aún con la cabeza recargada en mis rodillas.

La luna ya se encontraba en lo alto del cielo — tal vez era por el estado de ánimo en el que me encontraba— pero yo no podía verla brillante y bonita como otras noches.

— ¿Quieres hablar? Parece que tienes muchas cosas en mente. — preguntó el castaño rodeándome por los hombros con uno de sus brazos.

Me dejé caer en su costado y alcé mi cabeza, mi rostro a pocos centímetros del suyo, dejó un beso en mi frente y yo uno en su barbilla.

— Quiero que todo esto termine. — admití.

Era muy infantil, lo sé, pero no había otra cosa que deseara con más fuerzas en aquellos momentos que eso, que todo terminara, que tuviésemos vidas normales, que pudiésemos ver sin problemas qué había más allá de las murallas, salir con mis amigas sin tener el miedo constante de que el mundo me las arrebataría como ya había hecho con tantos. Yo sabía que era imposible que terminara en aquellos momentos, no cuando acabábamos de descubrir que había gente más allá de las murallas, no cuando esa gente parecía querer deshacerse de nosotros.

Pero estaba tan cansada, mis ánimos habían bajado considerablemente después de aquella expedición. Comenzaba a perder cualquier tipo de esperanzas que aún se anidaban dentro de mí.

— Nunca les hicimos nada Jean ¿Por qué alguien querría matarnos sólo porque si? — pregunté sin esperar una respuesta, al fin y al cabo, Jean no podía dármela.

— No lo sé... también me he roto la cabeza pensando en ello ¿Por qué nuestros amigos nos traicionarían así?

Ambos suspiramos y nos quedamos en silencio unos cuantos segundos, no había mucho que pudiera expresarse con palabras acerca de cómo nos sentíamos, era una sensación que nadie podría comprender hasta que la tuviese dentro, casi arrancándole el corazón del pecho.

— Me alivia tenerte conmigo Ellie. — susurró contra mi cabeza. — Todo eso que pasó en los tejados con Armin, ver a Eren y a Mikasa rogándole Al capitán que le diera el suero a él...

Cuando volteé a verlo, tenía los ojos rojos y los labios apretados, Jean estaba haciendo su mayor esfuerzo por no romper a llorar mientras trataba de admitir que había vuelto a pensar en Marco, me hinqué en el balcón para estar a su altura y lo envolví con los brazos a modo de consuelo.

— No sé merecía lo que le pasó y sé que, de haber podido, hubieses hecho todo en tu poder por salvarlo Jean y sé que duele así que ¿por qué guárdartelo? ¿Huh? — pregunté.

Su cabeza quedaba justo contra mi pecho y si lo pensaba era una posición bastante íntima en la que nos encontrábamos pero en cuanto las lágrimas comenzaron a bajarle por el rostro, dejé de pensar en ello y lo junté más a mi cuerpo, él se aferraba a mi brazo con los suyos.

Yo también comencé a derramar lágrimas.

— Porque es vergonzoso llorar aquí.

— Nadie te está viendo, ni siquiera yo, mi cabeza está encima de la tuya. — respondí con una sonrisita.

— Puedo escuchar tu corazón ¿Sabías? — pregunta él, cambiando el tema de pronto. — Cuando te lastimaste en la última misión de salvar a Eren, tenía que poner mi cabeza cerca de tu pecho para escuchar tu corazón, porque parecía que no respirabas, no había escuchado tu latido desde entonces.

— Sólo quieres que olvide que estás llorando... — reí un poco.

Jean también soltó una risita y aquello ocasionó que mi corazón se acelerara.

About Last Night /  𝐉𝐞𝐚𝐧 𝐊𝐢𝐫𝐬𝐜𝐡𝐭𝐞𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora