Epílogo

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Jean

El pequeño niño me extiende sus manitas, abriéndolas y cerrándolas, con un puchero en el rostro, demandándome que lo alce en brazos. Sonrío y sin muchos rodeos hago lo que me pide. Tal vez es esa nostalgia de padre de la que mi madre siempre habló pero siento que mi hijo, Henry, crece cada día más.

Hace apenas unas semanas cumplió los dos años y yo recuerdo como si fuera ayer el momento en que Ellie me decía por primera vez que estaba embarazada, la alegría y mis ganas de abrazarla y besarla y protegerla del mundo porque mi hijo, nuestro hijo crecía dentro suyo.

Muy cursi, yo lo sé pero así me sentía y me sigo sintiendo.

— ¡Tío Jean! ¡Tío Jean! ¿Me compras un helado? — habla Millie, otra personita que parece indispuesta a dejar de crecer en un futuro cercano.

Le sonrío a la niña, su pelo rubio pálido está atado en dos trencitas que le caen por los hombros y señala un puesto de helados en la calle cerca de la casa, no hay mucha gente y después de decirle que sí, soy arrastrado hasta el puesto por una Millie emocionada que le contagia el sentimiento a Henry, quien salta y da suaves manotazos con carcajadas mientras caminamos hasta el carrito de los helados.

— Dios mío ¿quién les dio tanta energía? — pregunto en medio de una risa, aunque probablemente la culpa de que sean tan inquietos es de Connie y mía. — Tu tía Ellie va a regañarme por darles azúcar antes de la comida.

— ¡Pero si a mi tía le encantan los helados! — recrimina la niña.

— Sí pero para alterar a tu tía hacen falta como cinco helados y ustedes mocosos sólo necesitan uno. — respondo sonriente.

A pesar de lo que le estoy diciendo sé que voy a terminar comprándole un helado porque no puedo negarme ante su rostro angelical, sonriéndome a sabiendas de que voy a caer.

Los niños son manipuladores natos

Hacemos la compra de los helados y tengo la decencia de pedirles uno tamaño infantil a ambos. Después de nuestra pequeña desviación caminamos a la casa en donde Ellie y yo hemos vivido desde que llegamos aquí, Millie está bastante entretenida comiendo de su cono mientras camina frente a mí y Henry aún parece estar estudiándolo, sin embargo en cuanto le da una probada no lo deja en paz.

— Acaba con él, hijo. — sonrío, robándole una probada al helado.

Hemos salido a dar una vuelta mientras Ellie preparaba la comida porque los niños comenzaban a fastidiarse dentro de la casa y por decisión unitaria terminé siendo el encargado de entretener a los chamacos, Connie dijo que era mi regalo de cumpleaños.

— ¿Tío Jean? — llama Millie.

— Si dime. — pregunto mientras busco las llaves en mi pantalón.

— ¿Cómo es que un bebé llegó a la panza de mi tía Ellie de nuevo? — pregunta ella con rostro inocente.

Sé que es una pregunta nacida de genuina curiosidad, pues la hija de Connie siempre está buscándole el lado lógico a las cosas, sin embargo, no creo que los nueve años sean una edad razonable para averiguar cómo es que se hacen los bebés.

— ¿Por qué no le preguntas a tu padre cuando entremos a la casa? Seguro que tiene una respuesta para ti. — propongo aclarándome la garganta.

Henry en mi brazo parece genuinamente encantado con mi sufrimiento.

— Papá dijo que tú deberías saber mejor que yo, porque la tía Ellie va a tener otro bebé. — responde ella.

Maldita sea Connie.

About Last Night /  𝐉𝐞𝐚𝐧 𝐊𝐢𝐫𝐬𝐜𝐡𝐭𝐞𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora