Pestañas largas y tristes

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Tengo unas pestañas muy largas. Las chicas que las han visto me dicen: "qué bonitas pestañas tienes, qué envidia, ¿me las das?", yo les respondo: "gracias, sí" y finjo que me las corto con unas tijeras.

Mi mamá dice que se verían mejor si fueran chinas y no estuvieran caídas, que parece que les cayó un aguacero. Yo casi no les tomo importancia. A veces se me olvida su existencia. Pero hace poco mi gata empezó a querer morderlas y recordé lo grandes que son. Hasta a un felino les llama la atención. Eso me hace sentir especial.

Ellas adornan mis ojos, muchas chicas las envidian, y viéndolas bien son un rasgo lindo. Pero siempre han estado caídas. Como tristes.

¿Acaso desde pequeño mi destino emocional estaba a la vista de todos? ¿Las ventanas a mi alma debían tener cortinas que dieran pista de lo que hay dentro? De ser así, no me hubiera asustado tanto cuando experimenté por primera vez sentir que mi vida se arruinaba o hacía maldita. Si lo hubiera descubierto antes, mejor no fantaseaba de chico con tener una vida social de ensueño y una energía tan brillante como para seguir siendo igual de atrevido. Porque, desde que nací han estado ahí: unas pestañas largas. Que parecen nunca acabar. Impredecibles. Cambiantes. Confusas. Y tristes. Una pista de mí. Pestañas muy curiosas, llamativas y lindas que desde niño me han chuleado.

Pestañas largas y tristes (poemas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora