Capítulo veinte

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Fascinante. Encantador y fascinante. Con aquellas gentiles palabras, parecía envolver toda la existencia de aquel excéntrico muchacho. Una droga que eclipsaba cada uno de sus sentidos bajo una fragancia tan dulce como sutil. Gota a gota, capaz de adormecer la mente de tomárselo sin cuidado, debía de ser precavido. Peligrosa hasta cierto punto, como cualquier sustancia adictiva. Y él, como buen drogadicto, simplemente se sentía tentado a dar solo un bocado más mientras lo tuviese cerca. Al igual que le lobo saliva tan solo con el sonido del valar de las ovejas, de esa misma manera, de solo percibir tenuemente su imagen en su mente, como mensajero alado de la tentación, todo lo que hacía pasaba a un segundo plano. Se sentía completamente idiotizado, de solo verle con ese gesto curioso, casi contemplativo, dándole vueltas a pensamientos e ideas que jamás tendría por seguro. Como un gato delante de un ave, podía ver los engranajes girando dentro de su pequeña cabeza antes de dar el salto final y terminar, ciertamente, con la boca llena de plumas. Era quizás ese aspecto el que más le encantaba, con Jeff nunca estaba seguro de absolutamente nada. Aquello no querría decir que era alguien impredecible, Jeff ciertamente era bastante sencillo de leer... hasta cierto punto, como un iceberg, había más cosas que no era capaz de ver a simple vista. Cosas que sutilmente las escucharía susurradas a su oído en la noche más oscura de sus pensamientos, cosas que solo sabría de internarse más y más en aquella criatura que lo retaba con esa mirada de serpiente y esa boca de ángel. Y tonto era reconocer, que quizás su inacción repentina venia anclado al miedo natural a lo desconocido, no le asustaba Jeff, le asustaba conocerlo tan bien que no pudiese encontrar el camino fuera de él. Jamás comprendería la complejidad de su existencia, pero sabía que perseguía ciegamente un atisbo de serenidad que nunca se concretaría o por lo menos no en un futuro cercano. Fascinante era el chico, sin lugar a dudas, como una pantera caminando orgullosa por la selva, como un lince con esa mirada asesina o el más discreto de los leopardos y... ¿No era curioso aquello? Lo comparaba casi sin querer con grandes felinos, por su manera de ser, aquel baile sutil al caminar, un contoneo del cual no se daba cuenta. Con esos ojos celestes capaces de reflejar a los que sin miedo se quisiesen observar. Un espejo ancestral que les enseñaba a los intrépidos sus peores pecados. Y esa mirada asesina que daba al sentirse un bienvenido jugador, de un juego confuso que solamente él comprendía, pero que al resto enloquecía. Un gran felino ocupaba su alma, pero cuanto más lo miraba, más delicado parecía... como un gato de blanco pelaje que dormitaba sobre el sillón. Delicado, angelical y... fascinante. Pero sabía que era una carátula, una máscara y que sin previo aviso... se avivaba su lado más salvaje. Todo aquello pasó por su cabeza cuando lo encontró recostado en el sillón, dormido como lo había dejado en la mañana. Tan inofensivo, tan delicado... un gorrión recostado, confiado sobre la rama de un árbol... toda una pintura expresionista. Lo vio con esos delicados labios entreabiertos en una suave exclamación de "oh" como si en sus sueños algo le hubiese parecido interesante. Con sus largas pestañas acunando sus ojitos en un negro bastante profundo, sacudiendo la existencia de sus ojeras moretones violáceos bailaban en la piel que podía ver, en su cuello, en sus blancas manos, en su rostro... en todas partes. Sabía que él mismo los había provocado, pero no pareció molestarse en sentirse mal por ello, simplemente lo miró dormir un poco más antes de simplemente perder el interés u obligarse a ello. A su alrededor, acurrucados estaban tres de sus vasallos, los reconocía por la ubicación alfa, beta y omega. Algo bastante gracioso de reconocer, pero desde que habían recibido el don, su propio orden social se había modificado, quizás movido por un llamado natural. Aquella curiosidad moriría allí, mejor para él que establecieran sus propias jerarquías.

Fue Tobías quien lo descubrió primero, digno omega, manso como un cordero. Simplemente levantó la cabeza entrecerrando sus dulces ojos para mover la cola y atinar a intentar levantarse, todo en su lenguaje corporal intentaba trasmitirle sumisión y una extraña alegría. La bestia simplemente se llevó un dedo a la boca antes de hacer un suave "Shhhh..." al tanto negaba con la cabeza, deteniendo por completo aquella bienvenida. El animalillo simplemente le siguió con la mirada mientras apoyaba su cabeza en el pecho de Jeff cubierto hasta el cuello con una manta pesada. La bestia se sintió mejor al encontrarles dormidos, había veces que le resultaba cansino el que fueran tras sus pasos como... perros de regazo... irónico que los hubiese condicionado para ello. Hoy era uno de esos días, donde le apetecía más mantener su espacio personal y francamente no recibiría de buen grado a quien no respetase aquello. Más teniendo en cuenta lo desordenado mentalmente que se encontraba, no era la primera vez que cogía, no era un adolescente hormonal. Pero si, le preocupaba lo problemático que pudiese ser todo más adelante, estaba muy estresado últimamente. Movió sus hombros hacia atrás mientras se aflojaba la corbata para mitigar un poco lo tenso que se encontraba. El olor a café en la cocina se mezcló con el de la sangre, haciendo que se detuviese extrañado de aquel coctel que en su nariz comenzaba a bailar. Mientras él simplemente cargaba algo de café dentro de su taza, abriendo también la puertita del armario de la cocina, descubriendo el tacho de basura con papeles repletos de sangre... no lo suficiente para ser preocupante, un par de gotas que habían cubierto el papel en ciertas partes. Pareció confuso mientras estudiaba el basurero antes de volver a cerrar la puerta. No indagaría más sobre el tema por el momento. Quería relajarse un poco y cualquier decisión que hubiese llevado a tener sangre en el basurero solo serviría para molestarle y francamente necesitaba un break. Incluso de Jeff y sus fuertes estallidos emocionales. Y... oh... silencio. Nada más que él y la estática, la energía colapsando, la que nunca desaparecía solamente se transformaba. Jadeó llevándose la taza a la boca, sintiendo la jodida ansiedad de Tobías dando vueltas por el aire y sus pensamientos... oh sus pensamientos, tan ruidosos, casi lo podía ver aún tumbado en el sillón. Se pasó una mano por la cara y haciendo un ademán con la mano simplemente empujó la energía en el aire haciendo que la puerta se cerrase con un tosco gemido.

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