Capítulo diecisiete

111 12 2
                                    

Habían pasado días desde el incidente, pero Jeff no había salido de ese aire combativo, alerta como un gato empapado y dormir se había convertido en algo imposible. Se despertó afiebrada por la angustia, con la certeza de que alguien se había colado en su habitación, cosa que la hizo saltar de la cama. El piso de madera crujió con fuerza al recibir la totalidad de su peso, al tanto descubría sin recelo el cuchillo que con anterioridad guardaba bajo la almohada. Nadie sabía que lo tenía, había tenido la astucia de escurrirse con él un muy buen día y mientras no notasen la ausencia del mismo... todo estaría perfectamente bien. Quería evitar que ocurriera un nuevo asalto mientras dormía, es decir, aquello era más que una neurosis provocada por el estrés. Habría estado seguro más de 5 veces que había alguien bajo la cama o dentro del armario, no un monstruo, una persona real que buscaba hacerle daño. Estaba enojado con Jane, pero por traer a Scolinex a algo que era meramente suyo, una pelea que no le pertenecía. Una falta de lealtad sorprendente. Y si le preguntases si quería que aquella hija de puta fuese castigada, la respuesta no sería del todo simple. En parte no, sabía que se habían dado una buena paliza mutuamente, ya bastante tenía con eso. Y en parte quería venganza, pero estaba contento de no haberla asesinado al final. Sin Jane, se sentiría como Barman sin el Joker. Que tonto. Pero le alegraba un poco.

Por otro lado, y dotándole de mayor peso a la idea de tener el cuchillo guardado, estaba harto de depender de la bestia. Su intervención, aunque a buena hora, le había dejado un mal sabor de boca. Depender del poderío de la bestia por tanto tiempo lo había vuelto más descuidado, retornar a sus raíces sería imperativo. Sus pies se afirmaron a la alfombra mientras su mano izquierda viajaba hasta la lámpara, haciendo que su respiración saturara se volviese insostenible. Le dio tiempo a las criaturas de la noche a esconderse. Una pesadilla. Solo era eso. Nadie lo asechaba, nadie lo esperaba bajo la cama y dentro del armario ¿estaría perdiendo la cabeza? Sus dientes chocaron en una mueca que se sostuvo un poco más antes de clavar con fuerza el cuchillo en la mesa de luz. Necesitaba dormir, esa era la verdad. Necesitaba sentirse seguro y la idea de meterse dentro del armario jugó en sus pensamientos. No sería suficiente. Jadeo pateando con fuerza la madera de la cama antes de sentarse en ella buscando la respuesta en sus pensamientos. Otra noche que no deseaba estar solo, y por más que buscarse, hoy en Tobías no conseguiría apoyo. Tampoco sería justo. Todos estaban centrados en sus tareas, obligarlos a incumplirlas por una tonta sensación de inseguridad no era algo inteligente, lo menos que quería era distraerlos y que fueran castigados por la tontería. Nuevamente recordó lo que la bestia le había dicho, sobre saber pedir ayuda cuando lo necesitase. Apretó los puños levantando los pies en la cama, quería dormir... pero no podía, tenía un olfato especial para atraer pensamientos invasivos. Y ahora lo único que podía encontrar dentro de su cabeza era la imagen de Scolinex sobre su pecho, con sus manos anudadas en su cuello. Casi podía sentir como poco a poco era incapaz de suministrar aire a sus pulmones, asquerosamente doloroso, tanto que se impulsó nuevamente sobre sus pies frotando con rudeza su rostro. La madrugada helada lo recibió como a un héroe mientras intentaba calmar su respiración. Siete días. Una jodida semana. Hace siete días después del incidente que no puede conciliar el sueño, ni siquiera por la tarde sabiendo que la casa estaba despierta, velando por su sueño. Las ojeras, a este punto, ya se habían vuelto algo común en su piel, como una marca permanente en el tiempo. Se hartó. Solo quería dormir un poco ¿De verdad iría a pedir ayuda en ese momento? ¿De verdad se iba a exponer a eso? La realidad era que no tenía opción.

Tomó la manta arrastrando todo al suelo mientras caminaba decidido fuera de la habitación. Poco a poco simplemente se deslizó como un zombie escaleras abajo, temiendo perderse en el camino. Bailaban ya sus dedos en las paredes mientras sostenía su cansancio, paso a paso, sin ser capaz de asimilar nueva información. Pero instintivamente sabía lo que estaba buscando, ni siquiera necesitó mentalizarlo, bajo las escaleras hasta encontrarlo. Su promesa de seguridad que siempre terminaba saliéndole demasiado caro, pero estaba desesperado... dispuesto a todo por un leve deje de paz. Casi se sentía flotar mientras sus pies descalzos eran atacados por el suelo helado, una nueva sudadera gigante y un pantalón de fibrana negro, ligero. Esa era su manera de vestir ahora que no salía mucho, más por comodidad que otra cosa.

House of liesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora