Capitulo veintidós

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Lo descubrió en la mañana angelada, profetizando lo que quizás sería un día bastante pesado, cansador, con ese gesto triste aún visible entre sus sueños. La paz evidentemente nunca había sido una opción fiable, menos para él, quien crecía erosionado con el pecado. Sabía que algo andaba mal con el chico, pero no podía encontrar en su vasto conocimiento algo que pudiese ser equiparable a aquello, esperaba que con dejarle acurrucarse en la cama con él retornaría a su habitual comportamiento. Pero la realidad distaba bastante de lo que consideraría como deseado. Allí estaba acurrucado como un cachorro regañado, con la boca ligeramente abierta, terriblemente congestionado. Sus mejillas y las puntitas de sus orejas habían adquirido un suave color rosado quizás por el frío o el esfuerzo que hacía por respirar, no estaba seguro. De vez en cuando, su tórax se sacudía con el residuo del llanto en una respiración entrecortada que lo llenaba de pesar. Con el suave cabello desparramado sobre su cabeza y sus piernas enredadas con las suyas como si no quisiera que se alejara de él, ademán casi patético de una búsqueda evidente de permanencia. Podía ver sus largas pestañas descansar sobre negras ojeras, iluminadas tenuemente por el amanecer en la lejanía, quizás, supuso, no había sido muy buena idea proponerle sacarle da la casa en esos estados. No lo obligaría a levantarse, ni le permitiría acompañarle fuera del hogar con el viento que caracterizaba ese lugar. Pese a que sonaba bastante cruel, prometer algo que no cumpliría, estaba cuidando de no empeorar su evidente malestar ¿qué mejor que quedarse en cama toda la mañana tomando cosas cálidas? Suspiró, bueno, volvería temprano para asegurarse de que estaba bien. Le pasó suavemente una mano por el rostro, acunando aquel gesto cansado para acariciar tiernamente las mejillas con las yemas de sus dedos escuchándole suspirar suavemente. Algo que con anterioridad ciertamente le hubiese despertado al instante, podía reconocer dos aspectos posibles, estaba cansado o simplemente confiaba lo suficiente para dormir placentera y profundamente. Los hombres y los perros no se diferenciaban mucho sobre sus muestras de afecto. Simplemente dio vueltas a esa posibilidad dentro de su cabeza antes de apretar suavemente sus mejillas, entre su dedo índice y pulgar, para darle un suave y corto beso en los labios. No le era grato el olor a la tristeza que lo envolvía, pero ¿qué podía hacer para ayudarle a sentirse mejor? No es como si fuese su responsabilidad y quizás le era vergonzoso admitir que realmente se preocupaba por él. Todo era tan confuso. Peinó sus cabellos suavemente hacia atrás descubriendo su rostro cansado y finalmente tomó la decisión de dejarle dormir. Y dudó, porque sintió la necesidad de quedarse, pero las responsabilidades también clamaban ser cumplidas, sabía que no podía aplazar la reunión. De mala gana simplemente desenredó los brazos del chico con sumo cuidado, sintiendo sus tiernos dedos rozar las palmas de sus manos dejándole ir casi sin querer. La bestia simplemente se deslizó como la arena viéndole allí acurrucado en mantas, abrazando una almohada en su lugar. Se sentó en el borde de la cama para colocarse los zapatos, de manera perezosa, nunca había sentido tan pocas ganas de hacer algo en su vida. Volvió a mirar la cama, tentado, pero con la suficiente autonomía como para saber que aquello no le convenía. Y tuvo que prometerse, a sí mismo, que el día siguiente se daría un muy necesitado descanso. Eso era, pasaría la mañana, acurrucado junto a Jeff sin muchos más inconvenientes. Y llenando sus pulmones de aire simplemente se puso de pie para sacarse la remera del pijama que traía puesta, estaba por dejarlas dobla sobre la cama, pero se limitó a arrojarla juguetonamente sobre la cabeza de Jeff en cuanto lentamente pareció despertarse.

-Duérmete- le dijo finalmente escuchándole bufar rodando sobre la cama mientras sostenía la camisa contra su pecho con firmeza. Jeff ladeó la cabeza mientras lo veía prepararse, con el pecho descubierto, ahora sentado nuevamente en la cama- no lo voy a repetir, Jeff- el nombrado supuso rápidamente que no quería llevarlo consigo, pero no pareció molesto, simplemente adormilado se limitó a deslizarse para envolver sus brazos en la cintura de la bestia, recostando su rostro contra la espalda del mismo- sos incorregible- murmuró en respuesta dejando lo que estaba haciendo para tomar las manos del chico, entrelazando sus dedos casi sin querer, parecían estar hechos el uno para el otro. Construidos a imagen y semejanza de algún dios- ¿Dormiste bien, chiquito?- aquel dulce apodo dio vueltas dentro de la cabeza del chico como una inyección de serotonina directamente en su cerebro.

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