Capitulo treinta

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Hacía recién el quinto día en el cual la bestia se había retirado del hogar y su falta se hacía sentir con la fuerza de un huracán, por lo menos para Jeff, quien sumergido en una extraña nostalgia finalmente se había mudado a la habitación del mayor. buscando quizás consuelo entre sus mullidas mantas. Tardaría en reconocer que aquella esencia masculina parecía hacerle sentir como en casa cuando las pesadillas estaban a la vuelta de la esquina. Más que nada, se sentía solitario y la llegada de la noche no parecía darle consuelo a ello, no tenía con quien hablar ahora que las cosas con el trío no estaban tan bien. No es que uno y otro estuvieran enojados, simplemente todo se había vuelto extraño tras aquel desmedido castigo impartido para todos. Miles de veces había querido iniciar una conversación con ellos, pero dentro de su pecho no encontraba las palabras necesarias. Y más ahora que nunca, necesitaba un hombro para llorar. Desnudadas ya sus propias heridas, simplemente se veían tal y como eran, complejos y desnaturalizados. De sobrevivir la amistad, volvería más fuerte. Se miraban entonces esquivos. Tobías era incapaz de sostenerle la mirada, y de hacerlo, Jeff no sería capaz de corresponderle de alguna manera, ambos temiendo encontrar desdén en el otro.

Es entonces que las mañanas pasaban lentas en ese silencio abrumador y las palabras que antes iban y venían, eran retenidas por mentes angustiadas ¿cómo disculparse en una situación como esa? Deberían buscar el modo, eso era claro, porque ninguno de los cuatro serían capaces de mantener aquello durante mucho más tiempo. Horroroso era que las decisiones de la bestia pudieran ocasionar rupturas como esas. Pero allí estaban y tenían que buscarse nuevamente en pieles distintas, quizás más sabios, quizás más esquivos, pero era imperativo saber que ya no eran los mismos ni nunca lo serían. El cambio y la vida se volvían sinónimos a esta altura. Y si las estrellas colapsan ¿por qué no iban a colapsar ellos? tan mortales, tan ingenuos, tan privilegiados de poder renacer de igual modo.

Entre mañanas idénticas Jeff se vio sumergido en una rutina que por lo menos mantenía su cabeza ocupada. Pero fue la mañana del quinto día el que lo arrancó de aquella idílica paz armada. El ruido de un llanto perturbó su sueño, haciendo que saltara sobre sus pies como si aquella fuese su criatura. Veloz como una gacela, abrió la puerta del dormitorio y se apresuró por el largo pasillo hasta deslizarse escaleras abajo, guiado por la necesidad de responder de alguna manera ante la angustia. Solo sabrán los que alguna vez estuvieron en contacto con un niño, que el llanto del dolor y de la angustia era distinto, tiene un toque tan desgarrador que parece movilizar cada uno de los músculos de los que pueden escucharlo. De no haber estado tan asustado, quizás hubiese podido reconocer que él no tenía hijos y que el terror que lo llenaba era una respuesta instintiva de un cerebro bastante empático. Pero allí lo ven, corriendo como un caballo desbocado en respuesta de lo desconocido.

Como era de esperarse se encontró de lleno con la figura de Masky y Hoodie sosteniendo sus armas en dirección a la puerta, Tobias, desde un punto más estratégico observaba todo desde la cocina igual de alerta que el resto. No podrán imaginar la sorpresa de Jeff, al notar mientras recuperaba el aliento, que la figura por la cual tan nerviosa estaba la casa era una simple e inocente niñita. Trastabilló ciertamente confundido ante tal demostración de poder.

-¿Qué demonios...?- tosió confundido pero fue detenido por la mano de Hoodie, quien frenó por completo su voz mientras Masky enumeraba la cantidad de reglas que la pobre niña había rompido sin siquiera conocerlo. Culpable la inocente de desconocer lo que no era obvio ¿Acaso ellos veían algo que él no?

Allí delante de él se alzaba terriblemente asustada una niña pequeña, vestida simplemente con un camisón rosado empapado de sangre y un par de medias blancas con volados. Su corazón se estrujó al notar la poca ropa que traía en comparación al clima helado que los envolvía, ni siquiera un par de zapatos. Sus pequeñas manos temblaban mientras lloraba con fuerzas, incapaz de respirar bien debido a la fuerte oleada de emociones. Teniendo en cuenta que Masky le apuntaba con un arma como si fuese la criatura más peligrosa de la tierra, hablándole con tal autoridad que parecía un jodido lunático ¿cómo era capaz de tratar a una niña como si fuese un delincuente de tal calaña? El cuerpo de Jeff fue más rápido que su cabeza, al tanto se encaminó en dirección a Masky y siguió de largo hasta pararse delante de la niña, misma que simplemente cubrió su rostro. El trío intentó detenerlo, pero Jeff fue mucho más rápido, resintiendo aún más su tóxica manera de hacer respetar las reglas de la casa. Jeff, ávido en irrespetar las reglas creía que había una escala completa de grises entre el negro y el blanco. Acatar ciegamente normas que no le correspondía nunca había sido su fuerte, más para su pesar que otra cosa..

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