Capitulo veintiséis

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-Freaks- musitó casi envuelto en un suspiro, mientras sus ojos bailaban persiguiendo las figuras que entre el pasto se escondían. Saltaban y se mezclaban, en una danza erótica al atardecer, entre sórdidos quejidos, sumergidos en prepotentes ladridos, los reyes de aquel basto lugar. Una libertad con rejas invisibles y cadenas que pesaban más que el metal. Y sin querer, viéndolos jugar, recaía en viejas costumbres, buscando a tientas la salida de su propia cabeza. Y recordaba aquella piel blanca sobre la cual sus dedos bailaron embelesados, soles atrás, resintiéndose al encontrarse tontamente sonriendo. Enfermizo. Degustó del vil placer de la nostalgia, envuelto en memorias que lo confundían más y más, deseando y odiando algo que francamente no sabía a donde huir. Alejado de la bestia que no sabía comunicarse (¿o hablaba de él mismo?) era incapaz de encontrar en su interior una respuesta a las preguntas que no lo dejaban en paz. Santa resiliencia, maldito acostumbramiento- quizás- pensó en voz alta, arrancando pasto con la punta de sus dedos... simplemente esperando. De un punto hasta acá, todos sus días se habían convertido en ello... una eterna espera a él... simplemente era eso, menos que un perro leal que espera en el pórtico a que su amo regrese ¿Qué tristeza puede verse en esos castos ojos?... Jeff se había reducido a una sombra de lo que realmente era, de ese zorro astuto que se rebuscaba, se reinventaba y todo por culpa de esa bestia. Bestia que le abrió a la fuerza los ojos, que lo obligó a comer de la manzana prohibida. Algo de lo que no podía apartarse pues... sin él no era nada ¿no era... nada? ¿Nada? Nada. Silencio y cierre. Emasculado. Un simple juguete sexual que era exprimido hasta la última gota... algo descartable ¿cuántos cuerpos castos habrán padecido al torpe apetito del rey de los demonios?- estoy dándole muchas vueltas al asunto...- pensó- ¿no Liu?- el viento acaricio el pastizal que lo rodeaba y él simplemente se encogió de hombros- debería dejar de hacerlo- masculló- es jodidamente espeluznante- sonrió a sus pensamientos- de todas maneras no es que alguien pudiese escucharme- allí dentro del pastizal, supuso que podía ocultar sus penas, pero de éstas ya lo sabían los lirios del campo y las aves del cielo.

Bostezó removiéndose en su cama de hojas, estirándose como un gato tratando de escapar de sus pensamientos, al tanto simplemente se sentía seguro al no sentirte visto. Y el cielo casi invernal lo acunó en sus brazos mientras su respiración era arrastrada a la tierra, húmeda y segura. Poco a poco enredó sus brazos a sus rodillas haciéndose bolita, ahí nomás, en la tierra queriendo volver al comienzo. A la seguridad del vientre materno, a la calidez y la ternura de la niñez. Al dormir sin miedo, al hambre del mundo y los secretos de los sueños tranquilos. A las tormentas y las preocupaciones banales. Eso quería. Quería la ignorancia de la niñez y las rodillas raspadas. Nada estaba resultando como quería y eso... eso era un desastre. Aún escuchaba a los otros tres jugar, pero el sonido se hacía cada vez más distante al perder el interés. Divagando en qué haría si fuese ellos. "escapar" fue la primera palabra que su paladar hambriento de gloria pudo descifrar, a sabiendas de que aquello era más complicado de lo que su cerebro quería aceptar, pero jugó con ello como si no lo supiera. "lejos" más lejos de lo que aquella palabra pudiera llegar a simbolizar dentro de la mente de incautos lectores. Jeff quería escapar del mundo, a donde nadie pudiera encontrarlo, donde pudiera perderse. La nada misma del dormir para toda la eternidad ¿Qué clase de mierda nostálgica lo mantenía allí tumbado de espaldas a la tierra? No lo sabía, pero deseaba, diluirse en la tierra y ser comidita de lombrices regordetas... y de alguna forma... volver a la matriz. Sacudió esos pensamientos cuando el viento le permitió ver el al bosque abrirse para él. Sintió que le llamaba... lo sintió en aquel dolor de estómago que parecía impulsarlo a moverse y... no lo pensó demasiado. Así era él, impulsivo. Y, para su sorpresa, a cada paso, la pachorra del ensueño comenzaba a abandonarlo envuelto ahora de un aire ligeramente peculiar, casi socarrón. Jeff sintió por fin que hacia algo por su cuenta, que era él quien decidía el camino a seguir y... no quería mentir, creyó sentir su alma sonreír... ligeramente.

House of liesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora