Capítulo 11

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GUILIA

-No lo harías. – Susurra.

Mi mano agarra con fuerza el pedazo de vidrio del vaso de mi mesita de noche y lo aprieto con fuerza entre mis dedos tanto que empieza a cortarme manchándome de sangre los pies desnudos.

-Acércate y compruébalo- Murmuro.

Ladea la cabeza mostrándome una sonrisa melancólica, pero a la vez inerte de esas que usa para manipularme.

-No mientas, sé que te gusto, tu cuerpo hablaba por ti.

-¡Gemía de dolor! ¡Gemía de llanto que pararas!

-¡Cállate, perra!

Tiemblo con su grito, odio que grite, me aterran los gritos.

-Lárgate de mí habitación- Pido con un hilo de voz.

-No lo hare.

Llevo el pedazo de vidrio a mi muñeca y lo miro.

-Entonces acabare con esto.

Presiono el pedazo de vidrio tanto en mi muñeca que empieza a desangrar de manera desgarradora.

-¡No!

-¡Ahhhhhhhh!- Grito.


-¡Mamá detente! ¡Abre los ojos!

-¡Guilia, carajo!

Abro los ojos de golpe e instintivamente llevo mi vista a mi muñeca y mano que sangra incontrolablemente, mis lágrimas siguen cayendo, veo mis pies desnudos cubiertos de sangre y me miro de pie al lado de mi mesita de noche.

Levanto la vista hacia mi hijo que me ve con horror y nervios, mamá permanece detrás de el sin ningún toque de preocupación, al contrario hay rabia y decepción.

-¿Estas bien? –Cuestiona mi bebe.

Suelto de golpe el vidrio y asiento.

-Lo siento... yo.

Mi bebe niega y se acerca a mí para atraerme a sus brazos, me aferro con fuerza a sus brazos sintiendo que en cualquier momento caeré, esta pesadilla tuvo su mala jugada, me hizo actuar aun durmiendo y me hice daño, esto está pasando de nuevo.

Quiero que pare.

-Mamita debo curar esas heridas ¿Si?

Asiento, no puedo hablar.

Me toma ligeramente de la cintura para que lo siga, paso por delante de mamá quien me da una mirada severa, soy llevada a nuestro sofá y mi madre le extiende a mi hijo un pequeño botiquín que decidimos tener cuando paso por primera vez y supongo que iba a ver más veces.

Hago una pequeña mueca de ardor cuando vacía un poco de alcohol en la zona para desinfectarlo y lo hace con tanto cuidado que solo aumenta mis ganas de llorar, muerdo mi labio para no soltar un sollozo.

Veo hacia la ventana está amaneciendo según el reloj de la sala marca las 6 de la mañana.

-Eres tan patética lo sabes ¿no?- Levanto la vista hacia mamá.

-Quieres callarte- Pide mi bebe.

Enrolla en una gaza la herida para luego cubrirla con una venda y que deje de sangrar.

-Tu cállate, muchachito insolente.- Responde viendo a mi hijo.

-Mamá- Pido.

No estoy lista para esta discusión.

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