⁰³ Mi pasado, infancia ✓

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A veces juzgamos muy rápido

 

    —  ¡Ok! Veo que no tienes el mejor modelo de familiar, pero como tú dijiste, eso no justifica en nada tu relación con Héctor. ¿Por qué soportas que abuse de ti? Lo poco que vi, no es lo único que te obliga a hacer, ¿verdad? ¿Qué más cosas te ha obligado a hacer? ¡¿Te ha golpeado?!

Tranquilo, que para mí no está mal vivir así Agustín. No es algo que deba “soportar” como tú dices y jamás me ha obligado a nada. Pero quizá ya pasó el suficiente tiempo para que mi juicio se haya nublado un poco. Tal vez de alguna forma me ha orillado para hacer algunas cosas, aunque no lo veo, pero ya al final de nuestra charla me darás tus conclusiones.

Pero, antes de seguir hablando de Héctor y nuestra relación, creo que primero debes conocer otras cosas de mi que muy poca gente conoce y aún menos reconoce. Hace un momento me preguntaste si mi familia estaba enterada de como es mi relación, así que te explicaré la razón de que no lo sepan.

Yo nací en una familia muy “tradicional” o mejor dicho, muy estúpida y prejuiciosa. ¿Por qué crees que tú siendo una persona tan cercana a mi nunca has sabido nada de ellos? Para que tengas una mejor idea del tipo de familia de la que me rescató Héctor, te contaré una breve historia…

Ocurrió cuando yo tenía seis años. En aquel entonces mi familia y yo pasábamos la tarde del domingo en casa de mi abuela materna como de costumbre. Eh esa casa era donde se reunían los primos y tíos, todos conviviendo como la familia que claramente no éramos. Recuerdo que mi hermana y yo estábamos viendo el televisor de la sala junto con un primo. Él era de la edad de mi hermana y allí también estaba su hermano, unos nueve o diez años mayor que yo. Recuerdo muy bien que estábamos viendo Toy Story, -película que hasta ahora no he podido ver de nuevo-.

Mi primo pequeño estaba a mi lado y enseguida de él se encontraba mi hermana, los tres tirados en el suelo boca abajo viendo la película. Ese día de verano hacía mucho de calor por lo que recuerdo llevar una falda. No era nada corta, seguro me llegaba muy debajo de mis rodillas, pero poco a poco sentí como se me iba subiendo. Por un momento pensé que era el viento ya que teníamos el ventilador muy fuerte y cerca de nosotros, así que solo pase mi mano para acomodarla de nuevo.

Cuando intenté hacer esto sentí como me tomaron del brazo, lo cual me hizo voltear y ver qué, en efecto, era mi primo quien me estaba subiendo la falda. Él me “pidió” que me levantara y me sentara sobre sus piernas en el sofá, realmente me jaló hasta ponerme como él quiso. No quiero abrumarte con detalles, pero ese día fue el primer momento de muchos en los que me sentí realmente sola. Después de que sus asquerosas manos recorrieron todo mi cuerpo y de verdad que me tocó todo lo que quiso, también me obligó a que lo tocara a él.

Cuando por fin terminó, me dejó de nuevo tirada en el suelo con mi ropa toda desaliñada y yo temblando de miedo. Mi hermana nunca se dio cuenta de lo que me pasó, o quizá simplemente a esa edad no lo entendió, de hecho ni siquiera yo lo entendía. Yo no paraba de llorar en silencio, ya que no quería asustar a mi hermana. Tiempo después, casi media película por fin llegó mi madre, que había ido a comprar unas cosas para la cena. En el momento que escuché su voz salí corriendo para abrazarla, y llorando contarle todo lo que mi primo Rodrigo me había hecho. A lo cual, ¿qué te imaginas que ocurrió?

No me respondas, lo que se te llegue a ocurrir no se podría comparar con lo que pasó realmente. No solo no me creyó, sino me dijo que era una mentirosa y una exagerada, que mi primo lo único que hizo fue ser amable al jugar conmigo y que yo inventé todo lo demás. Tal cual me lo dijo:

   —  Tu primo solamente estaba jugando contigo y tú vienes aquí queriendo llamar la atención inventando cosas horribles. Ahora ve y pídele una disculpa a tu primo porque las mentiras que dijiste sobre él son graves. ¡Ya no sabes que inventar Sofía!

Me obligó a ir a pedirle una disculpa a Rodrigo. Lo cual casi fue un permiso directo de mi madre para que siguiera “jugando” conmigo todo lo que quisiera, y así lo hizo.

Esa noche al volver a casa estaba allí mi padre, como siempre, tirado en el sofá. ¿Puedes creer que ni siquiera se sentó o apartó la mirada del televisor cuando mi madre le comentó lo que había pasado? Mi padre, en lugar de defenderme o al menos sentir lástima por su hija, le contestó a mi madre:

   —  Y aunque le hubiera hecho algo como lo que dice tu hija, mi sobrino Rodrigo ya se está haciendo un hombrecito y es normal que le interesen esas cosas. Además, ya sabes cómo es tu hija, seguro ella fue quien lo estuvo molestando y al otro nada más le ganó un poco la curiosidad.

Sí, así de miserable es mi familia. Casi cada domingo de “reunión” familiar ése primo intentaba estar a solas conmigo. Y aunque yo siempre me esforzaba por, literalmente huir de él, al menos unas cinco o seis veces al año lo conseguía. Sobretodo en fechas como Navidad o algún cumpleaños familiar cuando los demás estaban distraídos u ocupados, él lograba acorralarme y abusar de mi. Todas las veces hacia lo mismo, me sentaba en sus piernas y metía sus manos dentro de mi ropa, jamás me desnudó por completo, aunque no era necesario. Después se desabrochaba el pantalón y me obligaba a tocarlo, ya sea con mis manos o rozaba su pene sobre mi piel, pero dudo que quieras saber más detalles sobre eso.

Esa fue mi infancia desde los 6 hasta mis 10 años, así que saca las cuentas… cinco veces al año por poco más de cuatro años, fueron las veces que abusó de una niña y con el consentimiento de sus padres. Yo jamás le volví a decir a mi madre, y aún menos a mi padre. Aunque ella siempre se daba cada vez que ocurría ya que volvía a casa con toda la ropa desarreglada y aún más distante de lo normal.

Para cuando yo tenía 10 años, él entró a la universidad y por fin se fue a estudiar a otra ciudad y ese infierno se terminó. Pero si te pareció algo horrible, puedo asegurarte que el infierno por el cual Rodrigo me hizo pasar, fue nada en comparación a lo que unos años después alguien quien yo creía más “cercano” me hizo.

Como te puedes dar cuenta, mi infancia temprana fue el inicio de una tormenta a la que por fin le encontré calma en los brazos de Héctor. Calma que quizá solo sea el ojo de un huracán más grande y lo peor esté aun por venir. Pero yo me aferro a disfrutar de mi día a día con él. Y desde aquella ocasión tan especial a mis 15 años me ha hecho una mujer muy feliz.

SUMISA, Su Historia [Sofía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora