²² Un regalo especial, la cadena

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-¡Ja, ja ,ja, ja! ¡Lo siento! Pero me imaginé a mi Amelia ante esa situación ¡pagaría por poder ver su rostro! ¡Ay! De nuevo, una disculpa, solo que pensar a mi esposa en una situación así, siendo ella como es... pero lo siento, en serio. Bueno, aunque siendo honestos, tener sexo en el comedor es tan "común" que hasta nosotros lo hemos hecho. Quizá por eso le gusta tanto hacerlo así ¡Ja! Lo que quiero decir es que, no es algo tan impactante como lo que vi, pero me dices que vio algo más, ¿qué fue lo que encontró? Disculpa, el morbo es por Amelia, no por ustedes, quiero saber como los descubrió e imaginarme su rostro al verlos.
O si no te parece, podríamos continuar donde nos quedamos antes de hablar de mi esposa.

Mira que inteligente eres... Si no te hablo de como nos encontró Amelia, quieres que siga con lo que hicimos esas vacaciones. Nada tonto mi amigo. Pero, entiendo eso de su rostro ¡Ja, ja! Casi igual que el tuyo cuando nos encontraste en la oficina. Pero al menos ella tuvo el valor de irse, y no el morbo de quedarse como adolecente viendo una porno. Aunque es interesante eso de que a ella le guste hacerlo en la mesa, si en casa tuvieras algo así como un taburete en donde tengan sexo... diría que a mí amiguita le encantó vernos así, o al menos que lo quiso probar.

Pero está bien, te contaré cómo nos encontró tu esposa, ya que eso ocasionó algo importante en su vida, además que tiene algo que ver con aquellas lejanas vacaciones de mi cumpleaños dieciocho. Como siempre y para tu satisfacción, te daré algo de contexto de la ocasión. Te comenté que la segunda vez que Amelia nos encontró en una situación íntima, fueron un par de años después. Para entonces ya tendríamos 21 o 22, estábamos en las prácticas de la universidad y teníamos un horario súper loco. Otro dato que podría ayudar ¿Recuerdas que a los 20 ya me había perforado los pezones? Bueno, acababa de ocurrir mi accidente, y aunque en ese entonces aún no usábamos cadenitas cómo la que traigo ahora, por un buen tiempo no utilicé nada en mis pechos. ¿A qué viene todo esto? A eso voy.

En aquella ocasión estaba en casa con Héctor, recuerdo que yo tenía unas prácticas por la tarde, así que teníamos la mañana para nosotros. Ya para ese momento tu trabajabas con Héctor, y si recuerdas, muchas veces tomaba algo del día para pasar conmigo. Esas horas que tomaba coincidían con mi tiempo libre para, pues tú ya sabes para que. Entonces esa mañana la teníamos libre, y agregando a esa bella mañana, Amelia tenía que ir a sus prácticas desde temprano, por lo que teníamos la casa para nosotros solos. Con esto en mente, Héctor preparó algunas cosas que quería hacerme, y no lo haría en nuestra habitación, sino en la sala que teníamos. Sala que tenía un taburete lo suficientemente grande para yo ponerme de rodillas, pero no tan alto como la mesa del comedor. Si tienes algo así en casa, probablemente es porque le gustó lo que vio.

Ahora sí, lo que ocurrió en aquella ocasión y la razón de tantos detalles previos. En esa mañana Héctor bajó a la sala y me pidió que esperase que me llamara. Tardó unos minutos acomodando todo, y yo moría de impaciencia en la habitación. Cuando escuché su voz, baje casi corriendo, a lo que me dijo:

-Espera, primero debes escuchar tus instrucciones.

Me detuve de inmediato, pero alcancé a ver sobre el taburete algunas cosas, las cuales Héctor ya les tenía un propósito.

-Antes que nada. ¿Por qué estás usando ropa? ¡Desnúdate de inmediato! - Mientras me quitaba la ropa, el siguió hablando. - El día de hoy volveremos a usar tu primer juego de esposas y cadenas. Cuando te lo ordene, te pondrás de rodillas sobre el taburete, podrás tus manos en tu espalda y dejarás que te sujete. Te pondré una mordaza nueva, así que podrás intentar gritar todo lo que quieras. En cuanto termine de ponerte todo, te cargaré y pondré de sobre el taburete y jugaré contigo.

Como te puedes imaginar, le obedecí y se hizo todo lo que dijo. Aquel juego de cadenas y esposas, eran muy cortas, por lo que, al sujetarme quedé prácticamente inmóvil. Mis manos a la altura de mis nalgas, y mis piernas totalmente dobladas, además que todo eso lo unió con mi collar, por lo que no podía ni curvear mi espalda. Después de amordazarme e inmovilizarme, me tomó de los muslos, y me recostó sobre el taburete, puso una pequeña almohada para mí cabeza, y empezó a jugar conmigo. Al principio todo el juego fue "normal", me acarició, beso y masturbó hasta hacerme mojar. Esa ocasión recuerdo que uso un pequeño vibrador, el cual metió en mi vagina lo suficiente como para que lo se saliera por su mismo movimiento. Hasta ahí todo iba normal, hasta que me hizo terminar y dejándome algo desfallecida me dijo:

SUMISA, Su Historia [Sofía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora