⁰⁸ Mi pasado, el taller de arte ✓

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Siempre es fuego "amigo"...

     — Imagino que ahí fue cuando Héctor te dijo lo que pasaba y la hicieron confesar. Debo admitir que después de lo que llegué a ver en su oficina, se me hace difícil creer tanta virtud en tu esposo. ¿De verdad crees que no pasó nada con Scarlett? Se que es tú esposo, pero es difícil para cualquiera resistir tanta tentación. No digo que haya sido su pareja, pero Sofía, ¿en serio crees que no tuvieron sexo, ni una ocasión?

Agustín, yo…

     — ¡Espera que termine mujer! También me llama mucho la atención que a pesar de todo lo que Héctor significaba para ti, pudiste asimilar la traición de tu mejor amiga. ¡Y en una sola noche! Cualquiera hubiera pensado que en ese mismo momento la ibas a enfrentar, correr de tu casa o tirarla por las escaleras. Increíble tanta madurez de tu parte, te felicito amiga.

¡Gracias Agustín! Gracias por al menos darle el beneficio de la duda a Héctor, creo que me vas entendiendo poco a poco. Y no me vuelvas a levantar la voz… ¿Por qué no la enfrenté? Bien, años después pienso que si debí hacerlo, pero en ese momento no lo hice ya que tenía muy presente lo importante que fue para mí. No creas que era por madurez, o no fue solo por eso. Hasta que llegó Héctor a mi vida, esa chica fue lo único que me mantuvo cuerda, era mi refugio o lo más parecido a eso. Pero te lo explicaré mejor, además puede que te ayude a entender aún mejor mi relación con Héctor.

Cuando mi primo Rodrigo por fin se largó, imaginarás que yo me sentía mucho más tranquila. Pero aún asi el daño ya estaba hecho. No recuerdo haber sido muy social, pero desde que empezó a abusar de mí, yo me hice aún más retraída. Además de la inseguridad que me aportaron mis padres, todo eso mezclado dio como resultado una niña temeroso y cerrada. De niña nunca pude tener amigos, siempre me apartaba de la gente, tanto en la escuela como el vecindario. Solo hablaba con algunos miembros de mi familia pero solo cuando era realmente necesario, así pasó toda mi infancia.

Cuando pasé a secundaria -o séptimo año, como dicen aquí-, poco antes de mis doce años, pensé en cambiar las cosas, en abrirme un poco y dejar de ser el “bicho raro” del aula. A pesar del abuso que había estado pasando, realmente deseaba tener amigos y llegar a ser una chica normal. Un dato importante para mencionar, es que yo pasé de la escuela del barrio a un instituto privado cuando pasé a séptimo. Claro, no fue porque mis padres lo pagaran, allí trabajaba un hermano de mi madre. Así que todos los primos después de los doce entrábamos a ese instituto, con todas las ayudas económicas que te puedas imaginar.

El primer día de clases iba yo con toda la ilusión de hacer lo que te dije, tratar de encontrar algunos amigos y empezar bien desde cero. Pero volví a ser el “bicho raro” a penas pisé aquel edificio. Solo que ahora fue por algo que hasta ese momento jamás había tomado en cuenta.

Al momento de entrar a ese instituto junto con mis compañeros ¡lo noté al instante! Mi ropa, mi mochila, mis zapatillas… aún teniendo el mismo conjunto de ropa, ¡me veía totalmente diferente! Jamás se me ocurrió pensar en que ellos eran chicos de familias con más dinero que la mía. Toda mi ropa era regalada o de segunda mano y el uniforme formal para no comprarlo donde mandaba el instituto mi madre lo hizo en casa. Así que se notaba muchísimo la diferencia, y ya mejor ni hablamos de todos los útiles escolares. Se que es un "problema" bastante tonto, pero para mí en ese momento fue un gran muro que se interpuso entre mis compañeros y yo. Realmente ninguno fue grosero conmigo, o no directamente. Solo pasó lo que tanto temía, todos me hicieron a un lado, simplemente me ignoraron.

Aunque ahora pienso que yo aporté a que fueran así, yo fui la que puso ese muro desde el principio con mis prejuicios. Así pasaron los días y semanas. Era tan obvio el distanciamiento con mis compañeros que los profesores prácticamente los obligaban a estar conmigo, ¡eso era tan humillante!

SUMISA, Su Historia [Sofía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora