¹² Un noviazgo escolar ✓

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¿Quién está mal?

    
     — ¡Espera un minuto! Imagino lo que ocurrió cuando abriste tu puerta. Pero has hecho que ahora me surjan más dudas. Para empezar… no sabía que conocías a mi esposa desde hace tanto tiempo, ella nunca me lo dijo. Además, con toda esta historia romántica con Héctor…  ¿de verdad tuviste otro novio? ¿Cuándo? Y por favor ya dime ¿cuáles son todas esas condiciones que te ha puesto Héctor en su relación? Creo que ahí está todo el problema entre ustedes.

¡Me cortaste totalmente la inspiración Agustín! Pero es cierto, estamos aquí para responder tus preguntas y no solo por contarte mi vida. Como va siendo costumbre, no creo que aciertes en lo que nos pasó esa noche. Aún así, primero te contestaré tus dudas, más tarde verás si tenías razón.

Cuando Héctor abrió su primer despacho, ese pequeño local en donde tú lo conociste. Solo que cuando tú llegaste teníamos por lo menos un par de sillas donde sentarse. Lo abrió debido a que obtuvo varios proyectos grandes de golpe, sus primeros trabajos importantes. Para él fueron prácticamente dos años de trabajo sin descanso, a lo cual yo me tuve que adaptar.

Hasta ese momento yo había pasado un año desde que me vine a vivir con él. Héctor estuvo conmigo prácticamente todo ese tiempo. Él me llevaba a la escuela, al médico e incluso cuando salía con mis compañeras del instituto me llevaba y pasaba por mí. Pero cuando tuvo que empezar a trabajar más, había menos tiempo para mi, de hecho no tenía ni tiempo para él. Unos días antes de que abriera su despacho, me preparó una cena y habló seriamente conmigo

     — Sofía, la cena en parte es para celebrar que a partir de la siguiente semana abriré nuestro primer despacho. Aunque es un gran logro para los dos, ambos tendremos que sacrificar algunas cosas, al menos hasta que todo se vuelva a nivelar. Lo único que te pediré es paciencia, ya que desde ahora tendré menos tiempo para pasar contigo. En las ocasiones que yo no pueda estar contigo, tú tendrás que ser independiente y hacer las cosas por tu cuenta. No quiero que a causa de que yo no pueda acompañarte, tu dejes de hacer todas tus actividades.

Algo que hizo desde que llegué, fue incluirme en su trabajo. Desde entonces ha sido “nuestro” despacho. Nosotros ya habíamos hablado desde antes sobre lo que pasaría cuando el despacho se abriera. Así que yo estaba algo preparada para lo que me dijo. Solo que, una cosa es entenderlo, y otra muy distinta fue hacerlo.

Imagina, tenía todo un año dependiendo de Héctor para todo y valerme por mí misma en un país diferente fue bastante difícil. De hecho, hasta pasado un año sentí por primera ocasión que estaba en un país diferente al mío.

Obviamente Héctor no me dejó a mi suerte ni mucho menos. Además de darme el suficiente dinero para volver a casa desde cualquier sitio, pusimos un pequeño fondo de dinero en efectivo aquí en casa para cualquier emergencia. Esto por si me pasaba cualquier imprevisto, podía pedir un taxi para que me trajera a casa con la tranquilidad de que aquí tendría el dinero suficiente para cubrir ese gasto. A demás, las primeras semanas se las arregló para seguirme llevando a la escuela, pero hacíamos algo súper gracioso.

En las mañanas después de desayunar me llevaba hasta la parada de autobuses. Ahí nos bajábamos hasta que pasara el autobús correcto que me llevaría hasta la escuela. Después de que pasaba y yo lograba reconocerlo, nos subíamos de nuevo a la camioneta. Él seguía de cerca al autobús para que yo reconociera la ruta y calculara el tiempo que me llevaría moverme así cuando fuera necesario.

¡Por dios! Yo tenía casi los 17 y me trataba como una niña que sale por primera vez de casa. Y no me malentiendas, desde ese momento hasta hoy lo he visto como un gesto lindo de su parte. Pero hicimos esto unas cuatro o cinco veces, de ida y de regreso a la escuela. Las suficientes veces para que las personas que siempre esperaban el autobús a esa hora me llamaban “la chica de la camioneta”. Eso jamás me molestó, de cierta forma que ellos supieran que tenía “al hombre de la camioneta”, me hacía sentir segura.

SUMISA, Su Historia [Sofía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora