Capitulo 21

859 77 121
                                    

Los personajes de Naruto, no me pertenecen, yo solo los uso para escribir esta historia sin fines de lucro.

Shion arrojó su bolso contra el sofá y de inmediato se dirigió a servirse un trago del licor más fuerte que encontró. La adrenalina que experimentó al descargar el arma contra esa estupida mocosa, ya la había abandonado y en ese momento intentaba tranquilizarse. Nadie la miró, ademas, se deshizo del arma, el coche y guantes al igual que peluca de cabello oscuro, la cual uso en todo momento, así que no tendrían cómo rastrearla, incluso si alguna cámara de seguridad la captaba, les sería imposible identificarla.

Iba por el segundo trago y aún no lograba calmarse. La sensación en su mano tras disparar esa arma era embriagadora. No estaba segura si se trataba por ser la primera vez en que le disparaba a alguien, o si se trataba de la persona a quien le disparo, lo que fuera de las dos cosas, quería volver a sentir ese excitante sobresalto, sólo esperaba haberla matado, aunque eso significara no mirar el miedo en ella.

Llevaba tiempo siguiéndole los pasos, ya se había percatado de sus costumbres y esa mañana no sería diferente, continuó espiándola y se percató de los dos perros. Sonrió con malicia pensando en atropellarlos antes de asesinarla. Luego lo enfocó a él... era Indra, pero ¿que estaba haciendo él en ese parque? ¿Acaso tenían una cita? Continuó atenta y cuando los miró juntos, su autocontrol desapareció. Tomó el arma con las manos temblorosas debido a la rabia consumiéndole los sentidos. Le resultó difícil pensar con claridad, lo único en su mente era borrarla, eliminarla y apartarla de su amante. No estaba preparada, pues no pensó dispararle ese día, sin embargo, se vio obligada a improvisar dadás las circunstancias.

Lo único que le molestaba era no haber podido disfrutar al máximo de su obra, puesto que se tuvo que ir huyendo, de lo contrario, los hombre de Indra le darían alcance y caer en las vengativas manos de su amado, era algo que jamas estaría dispuesta a enfrentar. Indra podía llegar a ser el peor de los sádicos cuando cobraba las cuentas pendientes y aunque le doliera admitirlo, sería capaz de torturarla personalmente, si llegaba a enterarse que fue ella quien atentó contra la Hyuga.

Ya con el cuarto trago, se puso de pie y se fue a llenar la tina. Tomaría un baño de burbujas y lo disfrutaría al máximo. Lo único que le quedaba por hacer, era esperar noticias sobre el resultado de sus actos.

[...]

—Siento mucho haberlos preocupado—Madara arqueo una ceja al escuchar a su prometida. Ella se sentía mal por haberlos preocupado, mientras ellos se culpaban por no haberla cuidado mejor. Era evidente que debía poner más vigilancia y si de él dependía, no la apartaría de su lado en ningún momento, no obstante, las clases para su defensa personal, tendrían que aplazarse y cuando se sintiera mejor, serían bienvenidas para ella. Esta vez fue una arma de fuego, pero quizás, después la intentarán atacar en combate cuerpo a cuerpo.

—No digas eso, todos estamos felices de saber que estás bien—él quería preguntarle sobre lo que habló con Indra, pero dadas las circunstancias, optó por no hacerlo. Esperaría a que ella estuviera lista para decirle, lo menos que necesitaba en ese momento eran sus celos—De ahora en adelante, te prometo cuidar mejor de ti, no dejaré que nadie te haga daño, no soportaría perderte... ¡Mi bonita!—le besó los labios con necesidad, con amor y trató de trasmitirle sus sentimientos, debía dejarle en claro, lo mucho que la amaba.

—¿Sabe? A pesar de no tener miedo a morir, hoy sentí que no quería hacerlo, hoy por primera vez, tuve mucho miedo a ser llevada por la muerte... pero no temía por mí, después de todo, desde que murieron mis padres mi deseo era que el destino nos volviera a unir. El miedo que sentí ante la muerte, era a dejarlo a usted, a ya nunca más volver a verlo, a no volver a sentirme protegida entre sus brazos... Tenía tantos planes para nuestro futuro juntos. Quería tener hijos lo más pronto posible, dedicarme a amarlos tanto a ellos, como al padre—todo lo decía sin dejar de verlo a los ojos—y en segundos, todo se veía amenazado con desaparecer, todos mis planes para hacerlo feliz estuvieron a punto de no realizarse.

El cordero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora