Hace mes y medio
-Pasa – habíamos llegado juntos del juzgado, su presencia me alteraba, pero era mejor salir de esa situación de una vez. Hacerme la valiente estaba consumiéndome lentamente.
Rodrigo entró y comenzó a observar todo, se quedó parado al lado del mueble, mirando un punto fijo, como si estuviera recordando algo. Era extraño tenerlo de nuevo en casa, habíamos compartido tantas cosas en estos años de casados que se me hacía imposible pensar que ya no iba a estar en mi vida.
Sentía que tenía que actuar rápido, él tenía que irse de una vez, porque las pocas fuerzas que tenía se estaban acabando y me iba a terminar desmoronando, no podía permitir que me viera así, no otra vez.
-En esta maleta están las cosas que no recogiste y en el último cajón del armario está la caja de regalo que te gusta. No te preocupes que no la he abierto, pero si quieres revísala – hablé lo más indiferente posible, me sorprendió escuchar mi voz tan fría. Además, trataba de no mirarlo porque sabía que si lo hacía me derrumbaría.
Me fui al cuarto mientras escuchaba que abría la maleta, me senté frente a la cómoda y retiré mis aretes, eran plateados en forma de gota o lágrima, en ese momento era lo que menos quería hacer: derramar lágrimas. Los miraba fijamente recordando quién me los había vendido que ni me fijé cuando él entró a la habitación.
El ruido hizo me percatara que él se encontraba ahí, así que seguí arreglando mis cosas mientras que él sacaba esa caja de color azul con un pequeño lazo. Él la atesoraba, no sé el porqué, pero aún recuerdo cuando se la regalé, en ella había colocado un libro que buscaba hace tiempo, el empaque era bonito por eso lo conservó y guardó algunas de sus pertenencias ahí.
Pude ver cuando la abrió y rebuscó entre ellas, podía ver que necesitaba percatarse que un objeto estuviera ahí. A través del espejo vi su expresión cuando lo encontró, era algo mediano, lo suficiente para que entrara en su mano, lo apretó y me llamó mucho la atención ese gesto, me quedé mirando tratando de descifrar cuál era su pertenencia más preciada.
Rodrigo me sorprendió mirando fijamente su mano, traté de disimular, pero era imposible.
-Te apuesto que no te imaginas que es lo que tengo en mis manos – sonrío, odiaba cuando me ponía esa sonrisa, porque lo hacía cada vez que me retaba y sabía perfectamente que yo odiaba que lo hiciera, en muchas oportunidades se aprovechó de ese afán mío por siempre ganar.
- ¿Quieres jugar? ¿Justo en este momento? – pregunté incrédula, no entendía su comportamiento.
- ¿No tenemos nada que perder o sí? Pero si prefieres, lo dejamos ahí – conocía esa expresión, lo estaba haciendo a propósito, pero no podía contenerme.
Durante mucho tiempo traté de controlar esa actitud que asumía cada vez que una persona me retaba, porque me había metido en un sin número de problemas, pero por más que lo intenté no pude, era parte de mi naturaleza y él lo sabía muy bien.
Rodrigo permanecía cerca a la cama, así que me coloqué lo más alejada posible, cerca de la pared, pese a la distancia podía percibir su perfume, pensándolo bien era lo que más extrañaba, olerlo cada vez que me abrazaba, cuando me tenía entre sus brazos.
Estaba segura que luego me arrepentiría, era el peor momento para aceptar un reto, pero ya había dado el primer paso, había accedido y aunque me lo negara iba a caer en la tentación.
-Nunca me imaginé que nuestra despedida iba a terminar con un reto – lo dijo burlándose de la situación.
-Nunca me imaginé que me ibas a pedir el divorcio y míranos – lo dije señalándonos, sabía que era un golpe bajo – aquí estamos después de haber firmado, solteros nuevamente.
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Mi decisión
RomanceEmma estaba felizmente casada, tenía un buen trabajo, era una mujer con una vida tranquila. Sin embargo, todo cambio cuando su esposo le pidió el divorcio. Ella deberá afrontar las consecuencias de sus decisiones y entender que nunca más estará sola.