Después de muchos meses de organización, hoy por fin se realizaba la boda de mi amigo Javier, realmente era agobiante organizar esta clase de eventos, recuerdo haber hecho la mía y lo angustiante que fue, temiendo que se produjera algún imprevisto que malograra toda la planificación.
Veía Javier tan emocionado y con los nervios a mil, que solo me hacía sonreír, toda esta situación me hacía recordar mi boda, fue un día maravilloso todo había sido perfecto, mis miedos se esfumaron cuando vi a Rodrigo esperándome en el altar, en ese momento supe que no me había equivocado.
Mariana llegó puntual, la costumbre que la novia debe hacerse esperar ya no existía, los sacerdotes empezaban la ceremonia sin algún tipo de remordimiento. Fue mágico verla caminar hacia Javier, su vestido era hermoso y el amor flotaba en el aire, como dice la típica frase.
Rodrigo me ayudó a escoger el vestido, después de una larga caminata con muchas paradas, conseguí uno que realmente me gustó, era morado oscuro, su caída resaltaba mis cinco meses de gestación y no me sentía incómoda. Además, llevaba tacones altos que estilizaban el atuendo, no había podido ponerme zapatos bajos, no estaba acostumbrada a ellos.
La presencia de Rodrigo a veces me molestaba, sabía que las responsables eran las hormonas, pero me sentía tan fastidiada conmigo misma, por mi comportamiento hacia él. Estaba sentado a mi lado durante la ceremonia y lo veía tan guapo, que solo me hacía rememorar nuestra boda, aquel día que fuimos tan felices. Sin embargo, había otras veces que no lo quería cerca y hasta su respiración no la toleraba y le pedía que se vaya de mi lado.
Al termino de la misa, más de una persona estaba llorando en su sitio mientras grababan o tomaban fotos, yo era una de ellas, nuevamente las hormonas me estaban haciendo sensible, Rodrigo me consolaba y eso me mantenía feliz porque estaba entre sus brazos.
La recepción era en una casa hacienda, a unos cuantos minutos de la iglesia. Me encontraba en el carro con Rodrigo cuando la bebé empezó a moverse y eso significaba que tenía hambre, era una forma de justificaba que comiera a cada instante.
-Es posible que hagamos una parada antes de llegar a la fiesta – traté de sonar relajada para no alterar a Rodrigo, aunque sabía que no iba a funcionar.
-¿Parada? ¿qué pasó? ¿te sientes mal? – lo había puesto en modo alerta exagerada.
-No, solo es que la bebé se está moviendo mucho y usualmente a esta hora comemos algo.
-Podemos pasar por una tienda o quieres comida, no sé si por acá haya algún restaurante.
-Está bien una tienda, algo liviano para comer y beber, igual comeremos en la recepción.
Por lo menos no se había alterado mucho, eso es lo que creí en un primer momento, pero luego se ofuscó cuando no encontrábamos algún local abierto, era como si se hubieran puesto de acuerdo para que todos estuvieran cerrados.
-No puede ser posible que no haya algo por acá, acaso la gente no come.
-Solo tranquilízate, puedo esperar.
-Tú sí, pero ella no, le puede hacer daño, voy a pedir un delivery o mejor vamos a un restaurante – se estaba desesperando sin motivos.
-¿Y la recepción?
-Primero es mi hija y luego una fiesta, vámonos.
-No voy a ir a ningún lado si te pones en ese plan, me conformo con una galleta. ¿No tienes nada en el carro? Deberías tener por emergencia.
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Mi decisión
RomanceEmma estaba felizmente casada, tenía un buen trabajo, era una mujer con una vida tranquila. Sin embargo, todo cambio cuando su esposo le pidió el divorcio. Ella deberá afrontar las consecuencias de sus decisiones y entender que nunca más estará sola.