Capítulo VI

6.9K 916 196
                                    

—Mira, ¿te gusta mi vestido de playa?

Con nueve años, movía la parte baja de su prenda de vestir. Sus pies estaban siendo mojados por la orilla del mar, estando parada frente a él, mostrándoselo.

—Me lo regaló mi abuela anoche cuando llegamos aquí. ¿No es muy bonito? Incluso se parece al color de tus ojos que son muy bonitos— mencionó tratando de buscar su mirada.

Pero la de Poseidón se hallaba perdida en la punta de sus botas. Otro año más que iba hasta allí.

—A mí me gustó mucho.

Y terminó tomando asiento a su lado, sin seguir tratando. Observó el mar que estaba frente a ellos.

Estuvieron un par de segundos en silencio, hasta que volteó a él.

—Desde hace unos meses, tengo un hermanito. Se llama Kiran— no vio ningún cambio en su semblante, así que continuó —. No creo que lo haya traído la cigüeña, es demasiado pesado para eso.

El rubio pensó que para su edad, no estaba siendo demasiado boba como esperaba. Pero, tarde o temprano, sabría la verdad. Mucho no debía de sorprenderse de una humana.

—También llora demasiado. Tanto que hay veces que no me deja ni dormir por las noches.

Extendió sus brazos, algo irritada por las interrumpidas horas de sueño.

—Mamá dice que falta poco para que comience a caminar. ¿Sabes lo que será caminando? Será una gran pesadilla— negó rendida, bajando la cabeza.

¿Acaso ella no entendía que era la pesadilla de él de algún modo?

Dio un largo pestañeo, escuchando como _____ soltaba un suspiro. La vio por el rabillo del ojo, que seguía con la cara directa a la arena.

—Aún así... Lo quiero... Sé que no podré jugar con él, pero es tierno a veces...

Cuando la volvió a levantar, Poseidón dirigió la vista al frente, como si nada hubiera sucedido.

—Lo cuidaré y, cuando sea más grande, le enseñaré a nadar. ¿Sabes? ¡Aprendí a nadar! Bueno, sigo aprendiendo— rio al tiempo en que rascaba un poco una de sus mejillas —. En casa, he comenzado a ir a clases de natación. Pero estos días no iré por estar aquí.

Era lo lógico, pensó el hombre.

Nuevamente, quedaron en silencio. Pero no segundos, sino minutos. _____ apenas recordaba que así eran esas veces. Poco a poco, a medida que pasaban los años, comenzaba a tomar consciencia de ello y a recordarlo.

Lo único claro que tenía, es que la caracola que tenía en su collar, fue del día que lo conoció así fuera un recordatorio.

Regresó el rostro el hombre sentado a su derecha, que no la observaba en lo más mínimo.

—¿Y tú tienes hermanos?— preguntó curiosa.

Lo veía incrédula, en espera de una respuesta. Pero parecía que así no sería. Unos instantes más y volvió al mar, abrazando sus piernas contra su pecho y apoyando su mentón entre sus rodillas.

Quizás así sería siempre su relación. Ella conversaba, y él escuchaba. Si es que lo hacía. Le hacía parecer una estatua.

Apoyó una mano sobre la arena, comenzando a trazar líneas sin mirarlas. De vez en cuando regresaba la vista a ver qué había hecho, para borrarlo y comenzar de nuevo.

Aquello comenzaba a parecerle aburrido, pero tampoco quería dejarlo así de la nada.

—Sí.

Sus ojos se abrieron de a par.

Giró bruscamente a él. ¿Acababa de hablar? ¿Era posible? ¿Había soñado que respondió a su pregunta?

Era la primera vez que lo escuchaba hablar.

—Pensé que eras sordomudo... Entonces si me escuchas— expresó dibujando una gran sonrisa, a la par en que se levantaba emocionada.

Poseidón pensó de inmediato que acababa de cometer un error. ¿Cómo un ser perfecto podía hacer algo así? Ahora las probabilidades de que siguiera yendo a verlo eran altas. Seguir ignorándola era su opción más viable.

—¿Cuántos hermanos tienes? ¿Son mayores o menores a ti? ¿Se llevan bien?

Pregunta tras pregunta. Incluso algunas que no esperaba, llegaban. No le respondería, y eso estaba claro. No estaba orgulloso de su única respuesta anterior.

Además, era algo completamente inútil conocer acerca de su vida por el simple hecho de ser un dios. No tendría que ni interesarle, pero la curiosidad humana la movía a interrogar más y más. Le preguntaba incluso si tenía hijos.

Y, cuando menos cuenta se dio, ya era de noche y la niña se había marchado hacia unas horas. Se puso de pie con cuidado, así estirar su cuerpo de haber estado tanto tiempo en la misma posición sin moverse. Se trataba de un tiempo insignificante, pero después de todo tenía un sistema por igual.

Mañana también la vería. La rutina de cinco días del verano, de cada año.

 La rutina de cinco días del verano, de cada año

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
VERANO |Poseidón y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora