De nuevo había llegado el verano.
Poseidón, como cada vez que iba a ese sitio para "cumplir con lo que ella le había pedido", salió temprano. La niña siempre solía ir a eso de las cinco de la tarde, y para esa hora faltaban unas tres más.
El sol estaba en lo más alto, quemado. Sentía cómo llegaba a su piel, pero era una sensación que le agradaba, y más cuando llegaba para descansar en la sombra.
Caminaba por la orilla de la playa, borrando sus pasos con el agua que llegaba a mojar sus botas. Veía como subía y baja a su voluntad, así no dejar rastro alguno.
Al llegar al punto de encuentro, le sorprendió ya verla allí. Eso era nuevo. Estaba tranquilamente observando el mar mientras abrazaba sus piernas que apretaba contra su pecho.
Sus ojos se posaron un segundo en los labios de ella, porque vio que comenzaba a sonreír. Al fin se había dado cuenta de su presencia. Quizás habían sido treinta segundos o un minuto.
—Hola— habló _____, arruinado un poco su postura inicial.
Él no dijo nada. Siguió observando la arena para acercarse y sentarse en su sitio, en la posición que acostumbraba.
—Eso me ha hecho confirmar definitivamente que no eres una estatua— agregó con gracia —. Me alegra saberlo...— se le quedó viendo unos segundos para regresar al frente, abrazando de nuevo sus piernas.
Aquello era raro para Poseidón. Le causaba cierta curiosidad el hecho de que estuviese tan temprano. Incluso, hacía unos momentos, vio que habían algunas migas cerca de ella. Tal vez también había almorzado allí.
Ahora se preguntaba cuándo había llegado en realidad. No debía de importarle en lo más mínimo, a él, un dios perfecto. No. Ya no tan perfecto por culpa de ella. Detestaba admitirlo a sí mismo.
—¿Por qué llegaste antes?
Preguntó seriamente, luego de estar debatiendo en si mente si hacerlo o no. Pero la respuesta no estuvo de inmediato.
Esa sensación tan extraña en su pecho, ¿era lo que ella sentía cuando no le respondía?
—Es que...— suspiró con pesar —Quería alejarme de mis abuelos y mamá cuando hablaban del divorcio... Mis padres se están separando...
Mencionó para apretar sus labios entre sí. Era la primera vez que se lo comentaba a alguien. Tenía planeado hablarlo con él, o que al menos la escuchara. Pero nunca había tenido la iniciativa de conversar el hombre de cabellos rubios. Le sorprendía, pero el tema que tocó le impidió comentárselo.
—Mi hermano fue a la casa de un amigo que hizo el año pasado aquí. Y yo... pues... siento este lugar, como mi lugar seguro— sintió sus ojos humedecerse.
Nunca dijo algo de ese estilo ante él.
—Mi lugar seguro y tranquilo, más cuando tú estás cerca.
Volteó a verlo mientras una sonrisa surcaba sus labios. Realmente tenía un gran aprecio hacía él. Le agradaba mucho. A sus ojos, parecía una amable persona, pero que antes de ello, habían grandes capas de apatía.
Obviamente, el hombre de cabellera rubia no la vio en lo más mínimo. Ladeó su cabeza aún viéndolo, algo curiosa. Cambió de tema.
—¿Por qué no miras a los ojos?
—No vale la pena.
Dijo en breves palabras, sin tardar demasiado en responderle. Otra cosa que a ella le sorprendió.
La sonrisa en _____ desapareció, desviando por segundos la mirada a la arena.
Terminó recostándose allí mismo, tras cambiar de lugar su mochila para hacerlo. Respiró profundo para terminar suspirando, tras cerrar sus ojos.
—Entonces los cerraré porque ya nada vale la pena...
Comenzó a sentir su cuerpo relajarse, como si finalmente hubiese acabado un largo día. Su presencia realmente le agradaba y ayudaba.
—Hay cosas que sí valen la pena.
Al comentario de Poseidón, los abrió de nuevo, para volver a enderezarse lentamente. Por más que lo mirara con la duda a flor de piel, él seguía con los ojos posados en el frente.
—¿Como qué? ¿Qué es lo que vale la pena?— quería respuesta.
Pero no la obtuvo. Se quedó viéndole un rato más para acabar viendo en la misma dirección que el hombre.
Poseidón, por su parte, pensó lo que jamás le hubiera contestado y que no lo haría. Algo que valía la pena, era estar sentado allí, admirado aquel paisaje. A su lado.
ESTÁS LEYENDO
VERANO |Poseidón y tú|
RandomEl día que se conocieron, él era un dios perfecto, y ella, una niña humana. Él iba por tranquilidad y ella por auxilio al momento en que sus vidas se cruzaron. Miles de pensamientos rondaban su cabeza, haciendo que se molestara y más con la presenci...