Un año más. _____, que ahora tenía diez años, duda que se le presentaba, ansiaba respuesta pronta. Puede que llegara, lo saludara, se sentara y quedara en silencio unos minutos. Pero fue la calma antes de la tormenta.
—¿Cuántos años tienes?— volteó al rubio, ladeando su cabeza.
Como era de esperarse, él no respondió.
—Ahora que lo recuerdo, siempre que te veo, te ves demasiado joven. ¿Tienes un secreto?
Menos iba a hablar al respecto.
—¿Y no se te cansa el cuerpo de estar demasiado quieto?
Sus preguntas lo cansaban más que permanecer sentado allí. Aquel no estaba siendo un día tranquilo como esperaba. La paciencia se le estaba colmando.
Simplemente, no era su día.
Antes de ir allí, descubrió que un barco pesquero había llegado con curiosidad a su palacio. Por supuesto, ¿qué podía hacer una construcción en medio del mar, alejada de todo? Su mejor pregunta era cómo habían llegado hasta ahí.
No era el único. Uno más lo seguía de cerca. Como se les había permitido las condiciones, bajaron para investigar al respecto.
Cuando Poseidón llegó a la escena, justo en el momento en el que hallaron la puerta de entrada, acabó con todos ellos. Incluso hizo desaparecer las embarcaciones con un ligero movimiento.
—¿Tienes fami-
—Cállate.
La cortante palabra de su parte, paralizó por completo a _____. Había hablado, pero no de una forma que ella siempre esperó. El mar estaba algo agitado.
Analizó su rostro, encontrando que sus cejas se fruncieron para acompañar su irritado tono. Sin dejar de ver el frente.
—Eres molesta.
Frases completamente cortas, que provocaron que un nudo se formara en la garganta de la niña. Después de ello, no pudo evitar sentir que sus ojos se humedecían abruptamente.
Ella tenía curiosidad, pero él no tenía paciencia.
Apretaba con fuerza sus labios, habiendo agachado la cabeza. Ahogaba los sollozos lo mejor posible. Ahora no quería ser regañada por eso.
Se paró torpemente para ir a llorar a otro lado. Estaba claro que le había dolido, pero al rubio le dio completamente igual por estar pensando en sí mismo y la paz que quería. Y la notó cuando _____ se retiró varios metros de allí, siendo muy apenas que la escuchaba.
Luego, tras unos minutos, ya no. Y no la sintió más por ahí.
Quedó solo.
Hacer llorar a una niña era algo nuevo para él. Aunque, al instante en que comenzó a tomar consciencia de ello, algo que le molestaba, se formaba en su interior.
Durante los siguientes días, Poseidón fue el único que se presentó por esos lados. Y esa tranquilidad ya le irritaba mucho más que las preguntas por parte de la niña humana.
Estaba en el último antes de que ella se marchara, por lo que siempre solía contarle. Quinto día. ¿El próximo verano no la vería? ¿Acaso tendría que dejar de ir? ¿O seguir a ver si, alguna vez, volvía?
Odiaba su forma de pensar esos últimos años, siendo consecuencia por haberla conocido. Era una simple niña. ¿Acaso todos los infantes humanos tenían ese control sobre los adultos?
Escuchó, a su espalda, un pequeño ruido que delató su presencia. Al menos no seguiría pensando respecto a ello.
Mientras tanto, _____ se asomaba por una roca, observando con cierta inseguridad en dirección en la que se encontraba el hombre de cabellera rubia. ¿Estaba bien llegar después de unos días? Ya no estaba tan dolida como en ese entonces.
Permaneció un rato más escondida, pensando en si ir o directamente marcharse a preparar sus cosas para emprender camino a casa la mañana siguiente. No sabía qué debía hacer.
—¿Me... perdonas por ser molesta...?
Terminó preguntando, insegura y hundiendo su cabeza entre los hombros.
Como era de esperarse, no obtuvo respuesta. ¿Acaso era un no?
Miró decaída la arena bajo sus pies, tragando saliva. Tal vez la mejor idea era marcharse finalmente.
—¿Te sentarás o no?
La pregunta por parte de Poseidón, sorprendió a _____ que con rapidez regresó a verlo. Él seguía técnicamente en la misma posición. Pero, de las pocas veces que lo había escuchado hablar, reconocía su voz a duras penas.
No dijo nada al respecto. De lo contrario, en cierta parte, se emocionó aunque no respondiera a lo que le había dicho.
Fue despacio hasta sentarse a su izquierda, de forma tímida. Abrazó sus piernas, observando el mar frente a ellos.
—Te perdono— dijo la niña —, por haber dicho eso.
Él no sentía nada. Esos días sin ella, habían sido demasiado pesados de llevar, aunque no fueran nada en la vida de un dios.
Ahora su rostro mostraba una clara tranquilidad a comparación de esa vez. Que la niña humana estuviese callada, le era suficiente para satisfacer su paz.
La vio por el rabillo del ojo, notando que seguía en la posición de hacia unos segundos. No percibía ni un solo rastro de incomodidad ni nada por el estilo desde que mencionó que lo perdonaba. ¿Tan poco había durado el rencor? O, ¿al menos había sentido algo así?
Solo notaba su mirar desanimado y cansado, como si en cualquier momento fuera a quedarse dormida.
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VERANO |Poseidón y tú|
RandomEl día que se conocieron, él era un dios perfecto, y ella, una niña humana. Él iba por tranquilidad y ella por auxilio al momento en que sus vidas se cruzaron. Miles de pensamientos rondaban su cabeza, haciendo que se molestara y más con la presenci...