Dieciséis años. Estaba en el agua, frente al sitio en el que se reunía junto aquel hombre de rubios cabellos. Salpicaba hacía todos lados, excepto para donde él estaba así no molestarlo.
Se divertía porque le hacía sentir una pequeña niña. Quería compartir eso, así que en medio de sus carcajadas se detuvo, regresando a verlo.
—¿Quieres jugar? El agua está genial para este día caluroso.
Juntó sus manos para cargar agua y tirarla sobre ella, volviendo a reír.
Poseidón no respondió. Quedó callado mientras observaba la punta de sus botas. Eso le dijo mucho a la joven que por momentos ya había olvidado que le había preguntado algo.
Dejó su vestido para ir a sumergirse con su traje de baño más en lo profundo. Tomó aire y bajó hasta quedar completamente sumergida. Al salir, sintió como la brisa pegaba contra su piel mojada, sintiéndose mejor que hacía un rato, soltando una risita.
No hizo más pie para nadar un poco de espaldas, vagamente, y echando su cabeza hacia atrás.
Se le ocurrió la idea de buscar caracolas, una actividad que le encantaba desde que tenía memoria. Volvió a sumergirse, abriendo sus ojos en el proceso. No habían muchas y que llamaran su atención. Quizás podría salir, cuando tuviera una, y preguntarle al hombre de ojos azules cómo se llamaba esa. Recordaba que sabía respecto al tema.
Incluso le había dicho qué era la que tenía en su collar. Nombre complicado que ya no recordaba.
Fue entonces que cayó en cuenta en que no veía la cadenita flotando mientras colgaba de su cuello.
Ante aquella sorpresa, salió a la superficie, apresurada. Miró su pecho y dirigió una mano a la zona en que debía estar. En efecto, ya no estaba allí.
—Ay no. Ay no, ay no, ay no— repetía desesperada, colocando sus manos a los lados de su cara y girando, mientras trataba de ver el suelo que pisaba, teniendo la esperanza de verla.
La mirada de Poseidón se posó sobre ella ante su repentina forma de actuar. No le preguntaría, porque de cualquier modo, ella llegaría y le contaría. De cualquier modo, estaba alerta a cualquier movimiento.
_____ estuvo un rato buscándolo, pero no lo encontraba. Era como si de verdad hubiera desaparecido. Tanteaba el cabello o su traje de baño, para corroborar que no se hubiese atorado allí. O hacía memoria para saber si se lo había puesto o no esa mañana. Estaba claro que sí, nunca lo olvidaba.
Minutos después, terminó cediendo. Suspirando cansada, se volvió a dirigir a la orilla, sentándose sobre la piedra en la que había dejado su vestido y colocárselo. Y esta se hallaba frente a la derecha del dios del mar.
—Perdí mi collar... Se debió romper y caer cuando me metí al agua... Que boba que fui...— comentó molesta consigo misma y a la vez bastante desanimada.
Le miraba la cara, esperando a ver si hacía o decía algo al respecto. Pero nada. Un pensamiento fugaz cruzó su cabeza, diciéndose que realmente era alguien lindo. Quien lo negara, seguramente era por envidia. Incluso trató de buscar su mirada, pero nada.
Ya no sabía desde cuándo que le gustaba. No recordaba el momento en que todo aquello comenzó a azotar a su mente. Lo más extraño, es que apenas hablaba con ella. ¿Era tímido?
—¿Por qué no envejeces?
Preguntó curiosa. No debía centrarse tanto en el collar, o peor se sentiría. Tanto años teniéndolo y perderlo en un pestañear. Podía tener otro que le hiciera recordar a cada vez que iba hasta allí y problema solucionado. Lo complicado sería darle todo ese valor sentimental.
—¿Eres inmortal o te sometes a cirugía?— habló con gracia, escondiéndola bajo su curiosidad —Digo, ya que siempre que te veo o recuerdo, eres demasiado joven.
Quería distraer su mente por algunos segundos.
Notó que él solamente pestañeó lentamente, dándole más gracia, pero sin saber qué trató de contestarle o transmitirle con eso.
—¡______!
Aquel grito hizo que quedara de piedra, congelando su semblante y tensando todo su cuerpo. Era Kiran, llamándola desde lejos.
—Oh no...— dijo en murmuros así no ser escuchada por su hermano —. Debo irme. Mañana regresaré— informó rápidamente al hombre de cabellera rubia.
Fue hasta donde estaban sus sandalias, poniéndoselas rápido y salir casi volando a donde estaba el menor.
—¿Dónde estabas? ¿Por qué tienes cara de ver un fantasma?
Fueron las preguntas del niño apenas la vio. Solamente había corrido como diez metros y se toparon.
—Nada, estaba descansando— habló nerviosa.
Mentira que Kiran no tragó de primera.
Frunció el ceño para ir corriendo allí, escapando de la barrera que trataba de hacer _____ con su cuerpo al tratar de detenerlo.
Eso la desesperó. Le diría seguramente a su madre. Aquello conllevaría a que se le prohibiera salir al ir de vacaciones, por mantener eso en secreto durante años.
Hasta sentía sus ojos humedecerse cuando salió corriendo tras el niño.
¿Qué le diría? ¿Cómo podría tratar de explicar las cosas?
Al llegar, vio que hasta el lugar en donde había estado sentado su amigo, llegaba el agua. No entendía nada.
—Que lindo lugar...— dijo su hermano, analizando su alrededor y mojando sus pies mientras lo inspeccionaba.
—Sí, lo sé...
Estaba anonadada. ¿En qué momento se había ido? Y comenzó a hacerse una pregunta que la inquietaba: ¿acaso su mente había creado a aquel hombre que solía ver allí?
A su preocupación se le sumaba la evidencia de verlo siempre joven y no saber nada de su historia. Más lo del nivel del agua en ese escondite.
Y siguió a su hermano tras retirarse de allí, verificando que en su pecho, en realidad, si faltaba su collar.
No entendía nada.
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VERANO |Poseidón y tú|
RandomEl día que se conocieron, él era un dios perfecto, y ella, una niña humana. Él iba por tranquilidad y ella por auxilio al momento en que sus vidas se cruzaron. Miles de pensamientos rondaban su cabeza, haciendo que se molestara y más con la presenci...