Capítulo III

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Golpean a la gran puerta de la habitación en la que Poseidón se hallaba.

—Adelante.

A pesar de dar el paso, seguía con la vista clavada en el paisaje que mostraba un ventanal. El océano que era iluminado por la luna que se estaba ganando su lugar en lo más alto del firmamento.

—He traído el té que pidió, señor.

Apareció Proteus, su leal sirviente, cargando una bandeja con la bebida caliente y con lo que quisiera echarle el de cabellos rubios.

Se posicionó a su izquierda, teniendo el objeto cerca de él para que lo tomara cuando quisiera. Tardó unos segundos en hacerlo, para continuar observando por el ventanal.

—¿Quiere que le traiga algo para acompañarlo?

No obtuvo respuesta, sabiendo de ante mano que se trataba de que así estaba bien.

El de rasgos de pez quedó viendo en la misma dirección. Estar parado justo allí, por mucho tiempo, significaba algo. Una sola cosa. Estaba pensando. Desde que había llegado de no sabe dónde, no se había movido de ese sitio.

Muy pocas veces solía estar tan sumergido en lo que pasaba en su mente a tal punto de tenerlo preocupado. De tantos años de vida y sirviéndole, esa podía ser la tercera vez que lo veía así.

—Si me permite preguntar, mi señor, ¿se encuentra todo bien? Ha estado muy pensativo.

Dio un sorbo al té, sin quitar sus ojos azules del océano.

—Hay una pequeña basura humana que me tiene a su merced.

Sus palabras, claramente que lo asombraron. Se trataba de un dios perfecto como él mismo decía. Y, esa información, era impactante. Proteus arrugó el ceño, habiendo volteado el rostro a Poseidón.

—¿Puedo atreverme a preguntar cómo la conoció?

—El año pasado. Salí a tomar aire y llegó corriendo de un cangrejo— su tono tenía algo de molestia.

¿Qué tan pequeña debía ser la humana para temerle a un crustáceo? ¿O era un miedo común entre los humanos? En parte, le resultaba gracioso.

La imponencia de Poseidón seguramente lo debía de espantar con un mínimo movimiento. Pero, ¿acaso la niña había llegado pidiendo auxilio o algo por el estilo? Si así era, le sorprendía que no hubiera acabado con ella por terminar con la tranquilidad del momento del rubio.

—Ese mismo día dijo que la fuera a ver este año, en la misma fecha.

El sirviente recordó de inmediato que el día anterior había salido sin decir nada. ¿Esa fecha?

—¿Y a qué ha salido hoy, entonces?

—Ayer, mientras estaba escondido, dijo que la fuera a ver hoy. Y hoy dijo que la fuera a ver el siguiente verano, para el mismo tiempo.

Tomó otro sorbo, habiendo fruncido sus cejas ligeramente.

—No entiendo qué me sucede.

Dejó la taza sobre la bandeja, habiendo acabado la bebida.

El dios de los ríos, hizo una reverencia y se ausentó de la sala, dejándolo solo. El dios de los mares tenía sus dudas y creía que sería mejor que las resolviera por sí mismo, como era común para él.

Habiendo quedado nuevamente solo, siguió pensando. ¿Y si se trataba de una divinidad con el poder de controlar a los demás, en estado de desarrollo? Parecía una teoría sumamente absurda, y lo era, siendo tan simple de descartar.

 ¿Y si se trataba de una divinidad con el poder de controlar a los demás, en estado de desarrollo? Parecía una teoría sumamente absurda, y lo era, siendo tan simple de descartar

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—¿Llevas todo?

—Sí, mamá...— dijo molesta por haber sido despertada tan temprano para emprender camino de regreso a casa.

—¿Segura? ¿Y esta plastilina de quién es?

Con un semblante claro de cansancio, giró sobre sus talones para ver los pequeños tarros que levantaba su progenitora de distintos colores. Refregando uno de sus ojos se dirigió a donde estaba. Se quitó su mochila para abrirla para que las guardara.

—Parece que la princesita del abuelo ama dormir.

Sintió como unos brazos la tomaban por debajo de sus axilas para cargarla. Cuando la acomodaron, se acurrucó en el hombro del hombre, cerrando de nuevo sus ojos.

—Es demasiado perezosa...— suspiró su madre.

—Es normal en un niño pequeño. Tú a su edad eras igual. Hasta la misma cara de malhumor por despertarlas temprano— rio, caminando con _____ en brazo.

—Papá...— se quejó ligeramente la mujer, agarrando las pertenencias de su hija para ir tras de ellos rumbo al auto.

—Tiene más de ti que de mí— habló con diversión su esposo.

Tomó con cuidado a la niña para sentarla y colocarle el cinturón de seguridad.

—Al menos sacó lo más lindo de ti: los ojos— comentó la madre, guardando unos juguetes en el baúl del vehículo.

—Algo tenía que sacar de su papi. ¿No, mi princesa?

Y recibió una queja de _____ cuando tocó su nariz con uno de sus dedos, mientras desviaba el rostro.

—Tengan cuidado en el viaje, ¿si?— dijo la abuela de la niña, llegando con algo de comida para la primera parte del trayecto.

—Por supuesto, mamá. Cuando lleguemos, te llamaré.

Sin saber porqué, _____ dirigió una de sus manos a su pecho, queriendo encontrar su collar. Al no estar allí, se sobresaltó.

—¡Mi collar!

—Evita gritar.

Fue regañada, al tiempo en que su abuelo corría a la habitación en la que la pequeña durmió para buscar lo que se olvidaba. Lo agradeció cuando lo tuvo en manos y se despidió de manera correcta de sus abuelos estando un poco más despierta.

Se lo puso. Tenía que tener un recordatorio de cuando volvería a ver a su amigo.

—¡Los quiero!

Exclamó sacudiendo su mano mientras el auto salía.

A esperar al siguiente verano para volverlos a ver, tanto a sus familiares como a ese hombre de rubios cabellos.

A esperar al siguiente verano para volverlos a ver, tanto a sus familiares como a ese hombre de rubios cabellos

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VERANO |Poseidón y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora