Capítulo V

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Tomó su cubeta de plástico, para después colocarse su sombrero playero. Y se acercó a su madre así le colocaba protector solar.

—¿Irás por caracolas?

—Sí. En un rato volveré. Buscaré las más lindas.

—Iré contigo. Tengo ganas de ir a la playa.

Mientras ponía la crema en una de las mejillas de la niña, se ganó una mala mirada de su parte. Automáticamente la desvió a otro punto.

—¿Por qué me miras así?

—No te daré mi cubeta.

Fue lo primero que dijo. Tenía que fingir que realmente iba por caracolas. No quería que su madre descubriera que hablaba con aquel hombre de cabellos rubios.

Ya era el siguiente verano, y esa sería la primera tarde que lo veía luego de un año. No quería que su progenitora le arruinara hablar con su amigo. La regañaría y castigaría. No lo dudaba, si siempre le estaba diciendo que no conversara ni fuera con extraños. Para ella, él, ya no era un desconocido. Pero a la mujer no le agradaría en lo más mínimo.

—No te la voy a quitar, cariño. Voy por unas cosas y vamos. ¿Si?

Se levantó, pasando algo de protector que había quedado en unos de sus brazos.

Miró sus pies tras arrugar la nariz. ¿Cómo haría para verlo?

Sintió como la arena se metía entre los dedos de sus pies, mientras caminaba de la mano de la mujer

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Sintió como la arena se metía entre los dedos de sus pies, mientras caminaba de la mano de la mujer. Giró a ver a todos lados. Ese día no había demasiada gente. De por sí estaba nublado, estando más agradable de lo que podría esperarse en pleno verano. Incluso parecía que en cualquier momento llovería.

Deslizó su mano con cuidado, para no llamar demasiado su atención. Aún así, mucho no llegó a funcionar.

—Juega por aquí cerca, amor. Me iré a sentar a la orilla.

—Está bien— asintió con la cabeza quedándose quieta.

Su madre avanzó varios pasos, hasta sentarse a contemplar el mar. Pensó que quizás le recordaba a su infancia, siendo que apenas recordaba que le había contado que había vivido allí junto a los abuelos hacia años.

Unos segundos más. Respiró profundo para comenzar a ir al sitio en donde solía encontrarse con el hombre de rubios cabellos. Siempre volteaba a su progenitora y esquivaba lo mejor posible a las demás personas. Logró esconderse para ir más cómodamente hacia allí.

Cometido conseguido.

Llegó con unos ligeros jadeos de cansancio y de la adrenalina de que fuera pillada y regañada por ella.

Cuando sus ojos se toparon con la figura de él, una gran sonrisa surcó sus labios al tiempo en que se acercaba caminando. Poseidón, como siempre, en la misma posición sin verla en lo más mínimo.

—Hola— lo saludó estando parada a un metro de donde estaba.

Como era costumbre, no hubo respuesta alguna.

—Esta tarde no podré estar contigo... Mi mamá vino conmigo, y me regañará...

Mencionó con pesar, haciendo uno que otro gesto desanimado con los brazos.

—Pero...— las esperanzas volvían a ella de manera abrupta —¡Mañana haré lo posible para venir a verte!

Notó como el hombre daba un pestañazo. Admitía que era la primera vez que lo veía hacer tal acto. Hasta se animó mucho más.

—Y quisiera mostrarte unos juguetes que me regalaron, ¿si?

Ladeó su cabeza, tratando de buscar su mirada. Pero, por claras razones, no lo consiguió.

—Me voy. ¡Nos ve-...!

Antes de terminar de hablar, su vista se había posado sobre una caracola que estaba entre él y ella. Hasta el momento no la había visto. Y le resultaba encantadora.

Un brillo se apoderó de sus ojos y una gran sonrisa de sus labios.

—¿Es tuya?

La señaló con una de sus manos, esperando a que respondiera. Tampoco sucedió.

—¿Me la puedo llevar?

Pasaron dos, tres segundos y vio el indicio de un brazo del rubio que se iba a mover. Para su sorpresa así fue. Con ese mismo, ejerció un poco de fuerza para empujar con sus dedos la caracola, por la arena, en su dirección. _____ comprendió a la primera que se la podía llevar.

—¡Muchas gracias! ¡Es muy bonita! ¿No lo crees?

Se agachó a tomarla y estirarla para que el hombre la viera, tratando de mostrársela. Incluso la colocó frente a su rostro durante un breve periodo de tiempo.

—Ahora me voy. ¡Mañana regreso! ¡No lo olvides!

Y salió de allí corriendo, arreglándoselas para parecer que estuvo por allí cerca de su madre. Consiguió unas cuantas caracolas y demás para su coartada.

Poseidón, por su parte, pensaba que lo mejor que podía hacer era ignorarla. Estaría en paz. Quizás era la única opción que le podía estar quedando frente a tantos dilemas que se le presentaban culpa de esa pequeña basura humana.

Entonces se preguntaba: ¿por qué le había pasado esa caracola? Después de todo, no le pertenecía. Había llegado hasta allí por el mar, antes de que él llegara a sentarse ese día a esperarla.

Y maldijo en todos los idiomas que llegaba a conocer.

Y maldijo en todos los idiomas que llegaba a conocer

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VERANO |Poseidón y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora