Capítulo XIII

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¿Realmente era un dios perfecto? ¿Podría seguir considerándose así? ¿Cómo podía ser eso de que una basura humana llegara a darle vuelta su mundo? ¿Cómo podía tener una "relación cercana" con una basura humana?

Frunció su ceño. No podía seguir llamándola así. Ya le parecía inapropiado. Se retractó por primera vez de llamarla de esa forma.

Hizo un pequeño esfuerzo para recordar el nombre de la niña que demandaba su presencia en aquella playa. _____. Así era. Agradecía no haberlo olvidado, aunque hasta el momento le parecía de lo más irrelevante.

Lo repitió una o dos veces más, para no olvidarlo.

Ya no estaba comprendiendo aquellos pensamientos, que consideraba intrusivos, aunque no fueran así. Le era desagradable pensar en la niña. O eso creía.

Era un completo caos su cabeza.

Sus ojos azules se dirigieron a la caracola que tenía en una de sus manos. Su cuerpo estaba descansado en un sillón de su palacio, admirando el mar helado por aquel invierno.

Ya hacía alrededor de seis meses desde que ella le había hecho ese regalo. Recordó que _____ tenía la que él supuestamente le había regalado en un collar. ¿Podría hacer lo mismo?

Cerró con fuerza sus ojos, dejando escapar un suspiro, tirándose por completo en aquel asiento. Mejor debía despejar la mente antes de hacer cualquier cosa.

Aunque, una parte de él ya había decidido qué hacer con la caracola.

¿Qué control tenía _____ sobre él?

Agachó la cabeza, sintiendo su nariz picar

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Agachó la cabeza, sintiendo su nariz picar. Trataba de controlar la picazón, o sus amigas verían los raros semblantes que hacía para evitar el estornudo, o el golpe que se daría por su postura y la mesa que tenía cerca.

Terminó volteando a un lado así estornudar.

—¡Salud!

Dijeron las demás muchachas, riendo.

—Estornudas raro, _____.

—A veces princesa, a veces camionero— comentó la muchacha, sintiendo alivio de que el picor se esfumara.

Las demás rieron, sabiendo que era verdad.

Era un día frío, y eso estaba demasiado claro. La joven se había juntado con sus amigas en la casa de una de ellas, a pasar la tarde y conversar de cosas graciosas. La calefacción estaba prendida, tenían suéteres puestos, y disfrutaban de un delicioso chocolate caliente.

_____ comenzó a sentir que la lana de su ropa comenzaba a molestarle por el collar que tenía. Terminó sacándolo, dejando ver la caracola que colgaba de la cadenita.

—¿Collar de verano? No es de época, por si no lo notaste— comentó una de ellas, dando un sorbo a su bebida, viendo curiosa esa combinación.

—No me importa en lo más mínimo — y bajó la vista a la caracola con una dulce sonrisa —. Lo uso porque me hace recordar a alguien especial que veo cada verano...

Los ojos de las otras tres chicas se abrieron de a par, alzando sus cejas. Aquello si que no lo esperaban. Se miraron entre ellas mientras que _____ seguía con lo suyo, admirando su collar tan significativo, que la llenaba de recuerdos que eran demasiado simples al lado de aquel hombre de cabellos rubios.

—Vaya, vaya, ¿y quién es este enamorado?

—No nos has contado nada de esto. ¿Cómo es? ¿Qué edad tiene?

—¿Tienes novio a esta edad?

Eran las preguntas por parte de sus amigas.

Ella quedó helada. Estaba en plena confianza con ellas, que se le había escapado lo que había pensado. Aún así, él era una especie de secreto. Además, no quería recibir molestias. Tampoco le gustaba ese tipo de atención.

Tuvo que pensar rápidamente. Para algunas cosas como esas, funcionaba su mente.

—Algún día tendré a mi príncipe azul. Pero no, me hace acordar a mi abuelo. Él me lo regaló— sonrió, tratando de que la mentira le saliera bien.

Y parecía que así era.

—Oh, esos no existen.

—¿Y tú cómo sabes? Tienes catorce años de vida, no de experiencia— le respondió entre carcajadas _____,

—Que lindo ha de ser tener abuelos que viven en un pueblito playero. Aunque debe ser feo vivir lejos de ellos— dijo otra de sus amigas.

Y ella asintió, terminando de reír.

—¡Uh! Me hicieron acordar algo que quería contarles hace un rato— habló la tercera muchacha.

—¡Al fin lo recuerdas! Habla, habla.

—El otro día un chico se acercó a hablarme...

Y los pensamientos de _____ la distrajeron de la conversación que parecía interesante. O algo así.

Sus ojos fueron girando lentamente hasta una de las ventanas, notando que la nieve comenzaba a caer. Quería comentarles a las demás, pero no quería interrumpir el diálogo de una de ellas. Esperaría, y más si se había distraído.

De la nada, trató de imaginar a aquel hombre de cabellos rubios y ojos azules que veía cada verano en invierno. Le era demasiados complicado, incluso lo veía como sobrenatural la imagen en su cabeza.

¿Qué sería de él luego de esos cinco días que se veían? ¿Qué haría?

¿Qué sería de él luego de esos cinco días que se veían? ¿Qué haría?

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VERANO |Poseidón y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora