Capítulo XXV

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Se detuvo en la calle elevada que estaba a un lado de la playa. O lo que quedaba de ella. Todo estaba inundado, haciendo que el agua llegara hasta sus pies.

Miró a todos lados, tratando de encontrar algún sitio clave para que él la viera. Pero, de cualquier forma, no veía rastros de Poseidón por ningún lado. Tampoco que se separara el mar como el día anterior.

Sus ojos se fijaron de inmediato en la cima de un acantilado, en el cual se hallaba el gran faro del pueblo. Podría servir. Lo malo, es que se hallaba bien lejos. Suspiró con pesar y retomar su carrera, teniendo cierta cautela.

 Suspiró con pesar y retomar su carrera, teniendo cierta cautela

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Ya para el final, estaba caminando a rastras. Se detuvo para apoyarse sobre sus rodillas y tratar de recuperar todo el aire perdido. Desde allí veía el mar agitado, peor que los latidos de su corazón. O tal vez al revés.

Comenzando a recuperarse, se acercó un poco más a la orilla. Colocó sus manos alrededor de su boca y comenzó a gritar.

—¡Poseidón!

Mencionó por primera vez su nombre, siendo conciente de que a él se refería.

Agradecía al cielo, o a los dioses que ahora sabía de su existencia, que sus gritos no llegaban al pueblo y más con la lluvia. Y, por eso mismo, temía no lograr ser oída por el dios de los mares.

—¡Poseidón!— reiteró.

Por el cansancio de la corrida, terminó cayendo sentada. Sentía sus piernas adoloridas y temblorosas, y le impresionaba ver cómo tenía algunas lastimaduras por las reiteradas caídas camino allí.

Soltó una queja al levantarse, sintiendo como se clavaba en las palmas de sus manos algunas cuantas piedritas. Y de nuevo gritó.

—¡Poseidón!

Esta vez, sus cuerdas vocales le llegaron a doler, incluso dirigiendo una mano a su cuello al acabar. Alejó esta misma a los segundos, confirmando que el anillo seguía en su dedo anular.

¿Cómo haría para escucharla? ¿O siquiera podía? No era ningún tipo de diosa como para tener respuesta a ello.

Respiró profundo. Ahora gritaría con todas sus fuerzas. Fuera donde fuera que estuviese, esperaba que la oyera. O que al menos, estuviera por ahí cerca todavía.

—¡Poseidón!

Cortó de golpe por sentir una punzada en su garganta del dolor. Pero también porque el mar se tranquilizaba casi abruptamente. Tenía esperanzas de que fuera por lo que estaba pensando.

Se asomó con cuidado a la orilla a ver el gran cuerpo de agua. No veía mucho por lo escandilada que la dejaba la luz del faro.

Buscó con la mirada por todo su campo de visión, hasta finalmente adaptarse a la oscuridad que provocaba lo alto. Hasta lograr notar algo emerger del mar, incluso elevarse con ayuda de éste.

VERANO |Poseidón y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora