Capítulo XIX

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Kiran estaba tirado sobre la cama de su hermana, _____, observando con aburrimiento como ella guardaba unos libros en varias cajas.

—¿En serio irás a lo de los abuelos a vivir?

Preguntó mientras se giraba para quedar boca arriba y tratando de verla desde esa nueva posición.

Tras tanto esforzarse en sus estudios, había logrado la beca de transferencia que tanto quería desde hacia algunos años. Ahora iría a vivir con sus abuelos, habiendo elegido la universidad que más cerca quedaba a ese lugar.

También hubo mucha insistencia a su madre para que le diera el sí, y haberlo hablado un buen tiempo con sus abuelos. No había sido todo tan fácil como cuando lo pensó por primera vez.

—Sí. Vendré durante las vacaciones.

Mencionó para agacharse a ver si algún encuadernado quedaba bajo la cama. Halló un cuaderno y unos cuantos lápices, y los dejó sobre las sábanas tras sacudirlos un poco.

Se levantó y siguió buscando cosas necesarias para llevar.

El menor de once años, miró curioso lo que había dejado, volviendo a girarse para echarle un ojo. Lo abrió, mirando de vez en cuando a la mayor que comenzaba a buscar ropa.

Tenía varios dibujos de hacía tiempo por lo que veía de las fechas. También habían unos cuantos juegos que ocupaban hojas y hojas, o algún recordatorio estaba anotado por ahí.

Sus ojos se posaron en un dibujo que llamó mucho su atención, siendo el único que era de una persona, y de perfil. En su mayoría eran de paisajes o animales. Mucho más singular era si, parecía, había intentado pintar. La cabellera rubia y ojos azules.

Observó la fecha, y era de hacía dos meses.

—¿Es compañero tuyo en la universidad?— preguntó sin despegarle el ojo.

Tras acomodar unas prendas que sacó, miró lo que veía Kiran. Olvidó por momentos que su hermano solía ser curioso.

—No.

Pudo haber sido una respuesta afirmativa, así ahorrarse todo lo que le seguía a esa pregunta.

—¿Quién es entonces?

Se sentó para esperar a que hablara, para seguir ojeando el papel.

—Alguien que ví en la playa, creo. No sé. Se me vino a la mente dibujar eso— mintió en lo último.

Se trataba claramente del hombre con el que solía encontrarse a conversar en las vacaciones. Su único amigo de allí. Tenía miles de incógnitas a su alrededor, pero de cualquier modo, le gustaba bastante.

Fue entonces que cayó en cuenta de algo.

No sabía su nombre.

Quince años, y no sabía su identidad.

_____ comenzó a pensar en lo peligroso que había sido todo eso desde pequeña. Pero el temor no apareció por el hecho de que, si algo hubiese querido hacerle, hubiera sido hacia mucho.

Al parecer, él también se sentía solo y quería compañía. Pero desde aquella tarde de hace dos años, ya no sabía nada del de cabellos rubios. Esperaba que, ahora que iba a vivir allí, algo pudiera averiguar. Tampoco parecía ser conocido en el pueblo playero.

—Que raro.

—¿Qué cosa?— lo vio con una ceja alzada, sentándose en la orilla de la cama.

—¿Tú tienes amigos por dónde viven los abuelos?

_____ no supo cómo contestar.

—Yo que soy menor que tú, si los tengo y varios... ¿Qué haces cuando vamos allí?

Ladea la cabeza, dudoso.

—Busco caracolas en la playa— desvió la mirada a sus pies, con cierto pesar.

Tenía razón. Eran situaciones completamente distintas. Quizás, no estaría preocupado por él si, en aquel entonces, no se hubiera dirigido a ese sitio tan aislado.

¿Qué habría sido de ella? ¿Tendría muchos amigos? ¿O incluso pareja? Rechazó hacía meses a un chico que se le había confesado, todo por pensar en el de ojos azules.

¿Y si ella... lo imaginaba a él?

Pestañeó un par de veces para borrar ese pensamiento, y centrarse en seguir buscando ropa.

—A veces te veo como la persona más genial del mundo, _____, pero me perdiste con eso.

La nombrada frunció el semblante de una forma que, al voltear a él, le causó gracia.

—No entiendes lo bello de la actividad.

—Tampoco el correr de cangrejos.

Rio tras recordar cuando, en el último verano, fueron a nadar y ella corría de un crustáceo que había salido de detrás de una piedra.

—Te tiraré a los gatos callejeros si es necesario.

—La próxima vez que agarre un cangrejo, te lo lanzaré.

Reían por sus amenazas, y haciendo volar alguna que otra almohada o peluche de la habitación de la muchacha.

Si este verano no lo veía, se daría por vencida y comenzaría de "cero" su vida en aquel pueblo playero.

Si este verano no lo veía, se daría por vencida y comenzaría de "cero" su vida en aquel pueblo playero

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VERANO |Poseidón y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora