Capítulo XXII

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Todas estábamos bailando al ritmo de la música de Miley Cyrus intentando hacer un twerk perfecto levantando y bajando la cadera moviendo con perfecta sincronización mientras nuestros jóvenes traseros se agitaban como pequeñas gelatinas.

Lucy se unió a nosotras, ella es la mejor sirvienta que puede existir en el mundo: limpia tu desastre, hace la comida más deliciosa del mundo; cuando estás triste, ella de consuela; es como la mamá del orfanato; y, también la amiga que todas queremos tener, aunque ella tenga treinta y tantos, ella es la mejor persona del mundo.

-¡Mueve ese trasero Lucy!- gritó Keila, la mayor del grupo.

-Lo siento chicas, esto es demasiado para mi, me duele la cadera.

-¡Vamos Lucy!- gritamos entre todas.- ¡Baila con nosotras!

-¿Que les parece si mejor sirvo los postres?

Entre todas nos miramos y sin decirnos nada, ya sabíamos cual iba a ser la respuesta.

-¡Si, si, si!

Salimos corriendo a la mesa del comedor, en donde estaban todos esos deliciosos postres. Habían: fresas con crema, chees-cake, pay de limón, pastel de chocolate y arroz con leche; todos hechos por la bella Lucy.

Tomamos un lugar y comenzamos a devorar todas esas delicias llenas de azúcar sin pensar que en un futuro nos podría dar diabetes o algún paro cardiaco. Todo estaba delicioso. Ojalá y todo esto jamás terminara, podría comer esto toda mi vida.

-Ya no puedo más.- Dijo una niña que estaba sentada al otro lado de la mesa.

-La verdad, creo que yo igual. Nunca pensé llegar a decir esto.- dije. -Es que, todo esta delicioso, no quiero dejar de comer, pero ya no me cabe más en mi estómago. Gracias Lucy. Es la mejor sorpresa que he tenido en mi vida.

-Aún hay más cariño.

-¿Más?

-Si, corazón. ¿Ya quieres saber de que se trata?

-¿A quién no le gustan las sorpresas?- respondí y me levante de mi asiento. -Veamos cuál es la siguiente sorpresa.

Lucy se levantó y caminó fuera del comedor, le hizo señas a las demás niñas de que no se levantaran de su lugar y me hablo a mi y camine hacia ella.

Se dirigió al enorme recibidor y abrió la puerta.

-Te espera alguien afuera. Sal. -Sus ojos se llenaron de lágrimas y me miraba con mucha ternura. Yo no sabía de que se trataba. Y salí.

Lucy se quedó mirando desde la gigante puerta de la entrada mientras yo caminaba insegura hacia afuera, buscando mi "sorpresa".

Había un camino que terminaba en una barda con una reja para evitar que saliéramos a la calle, pero esta estaba abierta, y también estaba estacionado un Audi A7 negro. Tenía las ventanas polarizadas, no podía distinguir a la persona que estaba dentro. Camine hasta llegar al final del camino, me detuve justo en donde esta la reja, sin salir del edificio.

La puerta del coche se abrió. Mi corazón latía rápido por que iba a saber quién era esa persona que se bajaría del carro. Primero bajó un pie y pude observarlo bien, sus zapatos estaban muy bien cuidados o tal vez y eran nuevos. Puso su mano en la puerta para poder levantarse y en eso vi su cabello, era castaño y tenía unas cuantas canas. Y finalmente, logre ver su bello rostro, que lo conocía tan bien pero tenía mucho tiempo sin saber de ese rostro. Mis ojos se llenaron de lagrimas pero de la impresión, mi voz no salía ni mis piernas se movían.

-¡Mi princesa!- Me gritó Henric desde, al parecer, su nuevo auto.

Corrí hacia el y lo abracé lo más fuerte que pude. Lo extrañaba mucho. El era mi papá. Lloramos juntos por unos 10 minutos. No quería alejarme de sus brazos. Ya no más.

Después de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora