Capitulo IXX

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Uno. Dos. Tres días pasaron. Sin comida. Sin Luz. Sin libertad: mis manos seguían esposadas.

¡Me estaba volviendo loca!

Caminaba en círculos en el pequeño espacio de mi habitación para no aburrirme, incluso intente varias veces deshacerme de las esposas pero era imposible.

También me era imposible ir al baño con las manos esposadas. Cada ves que surgía esa necesidad era un caos.

Por suerte había un lavabo en la habitación, de ahí tomaba agua, bastante agua para quitarme el hambre.

¡¿Querían que me muriera de hambre, o que?!

Golpeaba la puerta para que alguien se acordara de mi, pero creo que estaba sola en este edificio. Nadie venia. A nadie le importaba.

Ya perdí la noción del tiempo. En este cuarto obscuro no le llega ningún miserable rayo de luz, no se si es día o si es noche. Creo que ya tengo más de una semana en este lugar, y sigo olvidada aquí.

***

Por primera ves en mucho tiempo, escuche ruidos que provenían del pasillo. Eran suaves pasos que se iban acercando a mi habitación.

Al llegar a la puerta se detuvo e inmediatamente escuche tres golpes. Yo me quede muda.

La puerta se abrió y del otro lado estaba la niña pelirroja. Tenía en sus brazos una bandeja llena de deliciosas frutas y dos vasos con jugo de naranja fresco.

Se acercó y se sentó a un lado de mi en el colchón de la cama. Sus ojos azules no dejaban de mirarme.

-Eh... Gracias.- Respondí.

Ella sin responder sonrió tímidamente y tomó una fresa y se la comió. Yo hice lo mismo, estaba deliciosa.

-Hace mucho que no como una fresa tan deliciosa.- Dije echándome otra a la boca y le di un sorbo al jugo, también muy refrescante y delicioso. -Muchas gracias, tenía mucho sin comer.

La chica se rió y su cara se tornó del color de su cabello y yo me reí también.

-¿De que te ríes? - Le pregunte mirando como desvanecía el rubor de su piel blanca.

-Apenas llegaste anoche.- Dijo riéndose de nuevo.

-¡¿En serio?!- Le pregunté sorprendida, yo pensaba que ya había pasado toda una vida y nada que solo habían sido unas horas.

Ella asintió con la cabeza y nos reímos juntas.

Al parecer era demasiado tímida. No hablaba mucho pero era muy agradable. Durante la semana, todas las mañanas me traía frutas y jugo de naranja y nos lo comíamos entre las dos; y en las noches me dejaba un delicioso plato con arroz, frijoles y un pan pero no se quedaba a hablar, temía que la Madame la encontrara, y mejor se iba a su habitación.

Ya habían transcurrido 6 días, y como siempre, me trajo como de costumbre las deliciosas frutas y el jugo de naranja, sólo que hoy había algo más: una rebanada de pastel de chocolate y un vaso con leche. Sólo uno. Ya estaba acostumbrada a que siempre ella traía uno segundo para ella.

-Hola.- Dijo mientras cerraba la puerta.

-¡Hola! Me alegra verte de nuevo.- Le dije agradecida de que Madame no la haya pillado. Miré el delicioso pastel .- ¡Woow! ¿De donde lo conseguiste? Se ve muy bien.

Se acercó y puso la bandeja sobre mis piernas, agarré una uva y me la metí a la boca.

-Hoy es mi cumpleaños.- Dijo levantando los hombros como si estuviera pidiendo disculpas.

Escupí la uva que me acababa de meter a la boca, y ella se soltó riendo.

-¡¿Tú cumpleaños?!- dije con los ojos muy abiertos, estaba muy apenada por no saberlo antes.- Pues...¡Muchas felicidades!

Ella seguía burlándose de mi reacción y yo estaba ruborizada, del color de su cabello.

-Gracias.- Dijo sin dejar de reírse.

-A todo esto, ¿Cuantos cumpliste?

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-Eres mayor que yo.

-Si, los mayores no escupimos la comida.- Dijo y se tiró a la cama sin parar de reír.

La verdad yo tampoco lo pude evitar y me reí junto con ella. Ella no solía decir bromas y eso me causo gracia.

-¿Y como te llamas? Aún no me lo has dicho.

-Em...

-¡¿Emily?! ¡¿Que haces aquí?!- Interrumpió Madame. Me miró con la bandeja llena de frutas y el pastel.- ¿La has estado alimentando?

-Lo-lo sien-to-to Ma-madame- Pude notar como cambió su expresión. Su piel torno de blanco a muy blanco o, ¿Se puede estar transparente?

La señora cerró la puerta y nos encerró con llave. Emily no pudo contener las lágrimas. No dejaba de temblar.

-¿Que pasará ahora?- le pregunté.

-¡Tengo miedo! No va a pasar nada bueno, ni para ti ni para mi...

Escuché los pasos de Madame acercarse a la habitación. Emily comenzó a sudar por los nervios y se orinó cuando Madame abrió la puerta con una fusta en la mano...

Después de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora