Kathia
Sentí una fuerte punzada en los párpados. La cabeza me daba vueltas y tenía una sensación de vértigo espantosa. Parecía que volvía a caer por aquel acantilado. Me esforcé en abrir los ojos y me removí inquieta hasta que por fin vi los débiles destellos de luz que entraban por las rejillas de la persiana. Estaba amaneciendo.
Pestañeé y, al hacerlo, un millón de puntos multicolor abordaron mi visión. No tardaron en tornarse blancos y extenderse hasta cubrirlo todo con un manto de luz cegadora. Aquellos puntos presionaron mis sienes de tal manera que tuve que volver a cerrarlos para calmar el dolor. Fue inútil, se intensificó.
Tomé aire y volví a abrir los ojos. Los puntitos de color ya eran menos llamativos. Fulgían durante unos segundos y desaparecían dejando un débil rastro oscuro, similar al humo. Como si explotaran.
Me llevé una mano a la frente mientras apoyaba el codo sobre el colchón y me impulsaba hacia delante. Quería continuar durmiendo, pero aquel espantoso dolor de cabeza no me iba a dejar. Malditos «Buenos días».
Alcancé el despertador digital que había en la mesita. En cuanto lo tuve en mi mano, volví a estampar la mejilla contra la almohada. Humedecí mis labios y tragué saliva antes de bostezar.
«06.09», marcaban aquellas luces azuladas.
—Jesús... —musité antes de volver a dejarlo sobre la mesita.
Me incorporé en la cama y miré a mi alrededor mientras estabilizaba mi cabeza.
Estaba claro que aquella era la habitación de Luca.
Me levanté despacio y caminé hasta el balcón. Retiré la cortina y abrí la ventana dejando que entrara la brisa fresca. Temblé, pero no estaba segura de si por el frío o por la imagen de Cristianno sentado en la arena contemplando el mar.
Me alejé del balcón y me escondí tras la cortina. Mi corazón se había acelerado, sabía que podía ser un buen momento para hablar con él, pero solo de pensarlo me ponía frenética.
Respiré hondo (sin lograr calmarme) y decidí que lo mejor era bajar y aclarar ciertas cosas. Todos dormían y podríamos estar solos.
Fui al armario y cogí unos vaqueros y un jersey azul celeste de Luca. Su ropa me iba algo ancha, pero daba igual. Me atusé el cabello y salí de la habitación intentando no hacer ruido.
Mientras bajaba las escaleras, descubrí a Luca durmiendo sobre el pecho de Eric, y a Eric durmiendo sobre las piernas de Mauro. Era la perfecta foto para partirse de la risa, pero tenía que dejarlo para otro momento si no quería despertarlos.
Salí al porche por la cocina y caminé hacia Cristianno cruzando mis brazos sobre el pecho. Hacia más viento del que esperaba.
No se dio cuenta de mi presencia hasta que me senté a su lado. Me miró sorprendido y serio, pero pude ver en sus ojos que le confortaba que estuviera allí.
—Hola —musité.
—Hola —dijo sin quitarme los ojos de encima—. Deberías estar durmiendo, aún es temprano.
Me esquivó volviendo a mirar al mar.
—¿Desde cuándo estás tú aquí? Por tus ojos, creo que varias horas. —Dibujé una sonrisa contenida.
—No podía dormir.
—A mí me ha despertado este dolor de cabeza. —Apoyé mi cabeza en las rodillas antes de sentir los dedos de Cristianno rozar mi nuca.
Me estremecí.
No quería que los retirara. No lo hizo.
—¿Te duele?
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1. Mirame y Dispara
RomanceKathia Carusso, una joven adolescente de la alta aristocracia italiana, regresa a Roma tras muchos años de internado sin entender muy bien por qué su familia la quiere de vuelta. Allí se reencuentra con Cristianno Gabbana, un conocido de la familia...