capitulo 30

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Cristianno

El nombre de Fabio me palpitaba en el pecho. Lo había perdido, había perdido a mi tío y había estado a punto de perder a Kathia. ¡Dios!, estaba tan colapsado que hasta me costaba respirar. ¿Cómo podía estar ocurriendo eso? Ya no volvería a ver a Fabio. Ya no escucharía su risa. Había muerto.

Las ansias de venganza me corroían, me ardían en la piel. Los mataría a todos, de eso no cabía ninguna duda. Los mataría lenta y agónicamente.

Me incorporé, reteniendo las ansias de llorar (no quería que Kathia me viera) y miré hacia el baño. Pude ver la silueta de su cuerpo desnudo dentro de mi ducha. Su cabello se extendía a lo largo de su espalda, pero me regaló el placer de ver su piel cuando se lo retiró a un lado para desprenderse del jabón. El cristal difuminaba la imagen, pero no me hacía falta ver más para saber lo perfectas que eran sus curvas. Era la primera vez que una chica entraba en mi habitación.

Salió de la ducha y comenzó a vestirse con la ropa que mi madre le había prestado. Continuaba cabizbaja, triste y dolorida por lo que había vivido. Sabía, tan bien como yo, que todo había cambiado. Que lo que tenía que ser el bonito inicio de una etapa se había convertido en un final abrumadoramente rápido. Debíamos estar preparados.

Se contempló en el espejo con pesadumbre mientras ocultaba algo entre sus

manos.

Kathia me miró y caminó hacia mí lentamente. Ahora venía la peor parte. Debía

explicarle por qué llevaba pistola, por qué sabía disparar... Todo.

Cerró los ojos y suspiró. Si decidía odiarme, estaba en todo su derecho. Le había mentido y no era una mentira pequeña. Matábamos a gente, extorsionábamos, traficábamos, hacíamos todo lo que pudiera imaginar al margen de la ley. Incluso tentar con la vida de todos los habitantes de un país, incluso de un continente. Éramos los dueños de Roma y los más ricos de Italia, pero no por nuestros negocios oficiales. Y sí, su familia se había enriquecido gracias a eso, y eran quienes eran gracias a nosotros.

La dejaría ir si me lo pedía, pero, si lo hacía, se llevaría mi corazón para siempre. Ya no habría vida después de Kathia.

—Soy un negocio, por eso mi padre quiere que me case con Valentino. Por eso mi madre discutía con mi abuela. Solo son negocios y tú estás en medio. —Ocultó su rostro—. No me lo puedo creer.

No pude mirarla, no podía enfrentarme a la mirada glacial de sus ojos.

—Kathia... —Intenté acercarme a ella, pero negó alzando una mano.

—Ahora no, Cristianno. Deberías haber hablado antes.

Cerré los ojos ante la negativa. Miró a su alrededor y se dirigió a la puerta.

—¿Te vas? —pregunté con un hilo de voz.

Kathia no respondió, solo asintió y salió por la puerta arrastrando sus pies. No me lo había dicho con palabras, pero se había acabado.

Kathia

Me metí en el ascensor mientras Enrico me observaba expectante. No descubriría nada, mi rostro estaba inerte, no expresaba nada. En cambio, mi corazón palpitaba con fuerza y me gritaba que regresara con Cristianno.

Las puertas del ascensor se cerraron. Apreté los dientes y suspiré profundamente mirando el suelo.

—Todos estáis en esto, ¿verdad? —mascullé.

—Todos... y todos lo saben... excepto tú, hasta ahora —dijo, tímido. Él sabía que en ese momento le odiaba tanto como a Cristianno.

—¿Por qué no me lo dijiste, Enrico? —pregunté con una mirada acusadora.

—Porque esto no se puede contar... uno lo descubre con el tiempo. Pero tú no has estado aquí para saberlo antes.

—Entonces, ¿todo lo que estoy pensando es cierto? —Por mi cabeza pasaban asesinatos, tráfico de drogas, de armas... ¿Qué había peor que eso?

Enrico agachó la cabeza, no quería responder.

—Responde, Enrico —ordené.

—Todo lo que pienses es posible aquí, Kathia.

—Quiero que pronuncies la palabra que lo describe todo, Enrico. Quiero que la digas en voz alta. —Necesitaba escucharlo.

Necesitaba confirmar lo que mi mente me gritaba. Enrico me miró preocupado y esperó unos segundos. El ascensor se detuvo.

—Mafia... —susurró, saliendo del ascensor.

«Mafia...», me dije a mí misma.

Aquella palabra asustaba. Y lo peor de todo era que estaba enamorada de un... mafioso.

1. Mirame y DisparaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora