Kathia
Me tumbé en mi cama y comencé a llorar desconsoladamente. Aún no podía creer lo que había visto y todo lo que había descubierto. Mi familia, su familia... ¡eran mafiosas! Todos estaban dentro, incluso Enrico. Ahora comprendía muchas cosas. No soportaba la idea de pensar que Cristianno había matado, que él estaba metido hasta el cuello en todo esto. Ni siquiera se había esforzado en negarlo..., no podía negar la verdad.
Me había mentido, había estado mirándome a la cara sabiendo que yo era una moneda de cambio. Que era un negocio. Mi boda con Valentino no era más que un trueque de intereses. Un hermanamiento de familias para engrandecer los respectivos clanes.
Clanes. Mafia. ¿Por qué no se me ocurrió antes? Me abracé a la almohada. Si no lo vi antes fue porque no quise mirar. ¡Maldita necia!
Me levanté de golpe y corrí hacia el lavabo. Cerré la puerta y me metí vestida en la ducha para que el agua cubriese mis lágrimas. Aún tenía impregnado el olor de la sangre de Fabio, pero lo peor era que se mezclaba con el aroma de Cristianno.
Cristianno.
Comencé a restregarme con fuerza. Necesitaba borrar su huella de mi cuerpo. Quería olvidarle. Froté y froté hasta que rompí la tela. No dejé de llorar. ¿A quién quería engañar? Amaba a Cristianno.
Me acuclillé en la bañera, abrazándome a mis rodillas. Deseaba que el agua me arrastrara con ella. Quería desaparecer.
Entonces, el pequeño dispositivo que me había entregado Fabio se me cayó del pantalón. Lo contemplé durante unos segundos hasta que reaccioné y me lancé a por él. Salí de la bañera y comencé a secarlo deprisa. Debería habérselo dado a Cristianno, incluso a Enrico, pero se me había olvidado que lo tenía.
Me quedé observándolo hasta que sonaron unos golpes en la puerta. La voz de Sibila llegó desde detrás de la madera.
—Señorita, ¿se encuentra bien? —preguntó temerosa.
Sibila tenía veintiséis años y trabajaba para mi familia desde hacía dos. Desde mi llegada, se había portado muy bien conmigo. Le abrí y me encontró empapada y desolada.
—¡Señorita!, pillará una pulmonía. —Se abalanzó a por una toalla y me la colocó alrededor del cuerpo mientras me llevaba a la cama.
—Qué más da.
Me apoyé en su hombro y volví a llorar. Solo que esta vez sentí cómo ella me abrazaba. No dijo nada, pero yo estaba segura de que conocía el motivo de mi llanto. Lo confirmé enseguida.
—No diga que estuvo en los laboratorios, por favor.
La miré con los ojos abiertos de par en par. Ella ya sabía lo que había ocurrido. Acarició mi cabello mientras yo seguía observándola impactada.
—Le he dicho a su padre que estaba estudiando y que me había entregado estos papeles. —Me mostró la carpeta que el director me había dado. La había dejado a un lado nada más abalanzarme al lado de Fabio y no me había vuelto a acordar de ella—. Ya están firmados.
Cogí la carpeta sin dejar de mirar a Sibila, temblorosa. Las lágrimas me quemaban los ojos.
—¿Cómo la has conseguido? —balbucí.
—Enrico la encontró y vio su nombre en ella. Todos están muy nerviosos intentado descubrir a la persona a la que seguía Valentino, así que no puede decir nada. Carmina ya les ha comentado que usted lleva toda la tarde encerrada en su habitación. Solo nosotras tres sabemos la verdad, y así debe seguir siendo,
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1. Mirame y Dispara
RomanceKathia Carusso, una joven adolescente de la alta aristocracia italiana, regresa a Roma tras muchos años de internado sin entender muy bien por qué su familia la quiere de vuelta. Allí se reencuentra con Cristianno Gabbana, un conocido de la familia...