Capitulo 13

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Segunda Parte 

Cristianno

Estar en Hong Kong un par de días me vendría genial. Podría poner orden en mis pensamientos y de ese modo saber qué hacer cuando volviera a Roma. Aunque, en realidad, no sabía si quería regresar. Ya no estaba seguro de nada.

Fabio y yo cogimos el jet privado en el aeródromo sobre las dos de la madrugada. Era mejor viajar de noche, de ese modo no llamaríamos la atención de nadie. Mis padres creían que me iba con mi tío a Londres a un evento científico. Y Mauro... Mauro no creyó ni una palabra, pero, en cuanto le conté lo ocurrido con Kathia, supo que lo mejor era que me marchara para que pudiera despejarme. Cristianno Gabbana no hacía todos los días el gilipollas de aquella forma.

Estaba solo, en el piso de abajo. Aquel salón amplio y lujoso me parecía un pequeño zulo mugriento. Llevaba dos horas de avión y varias copas de vodka. Fabio dormía en el piso de arriba, refugiado en sus sábanas de seda blanca, tal vez soñando con el acuerdo de algún negocio. Él era capaz de manipular su sueños, yo no. Estaba desconcertado y mi cabeza daba tumbos queriendo conciliar el sueño. Así que me concentré en la ventanilla y contemplé el cielo sin poder retener mis puñeteros pensamientos. Navegué hasta ella.

Acaricié las estrellas. Si Kathia hubiera estado allí la habría sentado entre mis piernas y le habría susurrado el nombre de cada una de ellas. La habría abrazado hasta que se durmiera en mi pecho y habría escuchado su respiración, la mejor melodía posible. Después, me sumiría en un letargo sabiendo que ella estaba allí... conmigo, y que no haría falta soñar.

Mis sentimientos jamás habían llegado tan lejos. Nunca les había dado la oportunidad. Llevaba varios años viviendo aventuras desenfrenadas, y me contentaba con ello. Estaba orgulloso de la forma de vivir el amor que había elegido porque, precisamente, no era amor. Eso era lo que me gustaba. No tenía presiones, no tenía que dar explicaciones, no quería esas obligaciones y eso había logrado. Pero en esos momentos no estaba tan seguro. Si pensaba en algo nada más despertar, era en ella.

—¿No logra dormir? —me dijo bajito Giselle, la azafata.

—Supongo que el jetlag comienza a pasarme factura —musité, mirando su sonrisa.

—¿Quiere que le traiga algo?

La contemplé de arriba abajo. Era hermosa, de melena ondulada y rubia, y unos ojos caramelo, dulces y tranquilos. Su cuerpo era esbelto y se movía, coqueta, con estilo.

Señalé el sillón que tenía enfrente; apenas a un metro del mío. Giselle asintió y tomó asiento cruzando las piernas. Hacía poco que había visto aquel movimiento, pero en una persona mucho más cautivadora.

Humedecí mis labios y contemplé sus piernas.

El jet estaba sumido en un profundo silencio que se aliaba a la oscuridad; solo la luz verdosa de la cabina alumbraba el ambiente. Tenía la suficiente intimidad para iniciar los preliminares.

Me incliné hacia delante y comencé acariciando su rodilla. Ella cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás. Ascendí, pero Giselle retiró mi mano y se acercó a mí. Me besó, suave, erótica y lentamente. Me gustó, pero mi cuerpo no lo estaba aceptando como debería. Mi maldito pensamiento estaba en Roma... con ella. Deseaba que Giselle fuera Kathia.

De repente, un calor asfixiante me invadió y me llenó de rabia. No quería que Kathia formara parte de aquel momento y, sin embargo, deseaba que fuera ella la que me besara.

La furia me llevó a coger a Giselle de los brazos y a empujarla hacia mí. Tomó asiento sobre mis piernas presionando su cuerpo contra el mío. Arranqué los botones de su chaqueta y después los de su camisa. Giselle no ponía resistencia a mis movimientos bruscos como lo había hecho Kathia. Ella me iba a dejar hacer lo que quisiera. Era un buen momento para desquitarme y Giselle sería perfecta para ello.

1. Mirame y DisparaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora