Kathia
Mi corazón se paralizó por la indignación que sentí al pensar que Cristianno me creyera fuera de su alcance.
—¿Que no soy tuya? —le dije, molesta, incorporándome en la cama.
Me cogí las rodillas y me aferré a la sábana. Cristianno me siguió y se colocó tras de mí, cabizbajo. No pudo ver mi rostro, estaba oculto por mi pelo, pero sí pudo notar mi enfado.
—No era de nadie hasta hace diez minutos, Cristianno —añadí percibiendo en mi cuello cómo liberaba un suspiro ahogado.
—Lo siento —musitó—, es que solo de pensar que vas a... Puse un dedo en sus labios para que dejara de hablar.
—Estoy aquí y no me voy a ir de tu lado. Su mirada fue tan intensa que me traspasó.
—¿Es eso lo que quieres de verdad, Kathia?
—¿Qué quieres tú, Cristianno? Dime.
—Te quiero a ti. Conmigo.
—Pues así será.
Me abrazó con la pasión que solo sus brazos podían transmitir. Y me quedé allí dormida sin dejar de sentir sus dedos acariciar mi cabello.
Entre sueños sentía sus labios besando los míos.
Cristianno
Me levanté de la cama para coger mi móvil. Me habían enviado un SMS. Por suerte, Kathia no se despertó, tan solo se removió entre las sábanas.
Era mi padre.
«Mitin Umberto Petrucci adelantado. 10.00 horas domingo. Marcello francotirador. Confirma.»
Así sería.
Volví a la cama después de borrar el SMS. Observé a Kathia y me sentí extraño. Me había dicho que estaría conmigo, que era mía, pero no estaba seguro de si seguiría opinando lo mismo después de descubrir la clase de hombre que era. Tenía dieciocho años, sí, pero era el mejor en mi trabajo.
Inhalé el aroma de su cabello. Un ligero perfume a fresa me inundó y cerré los ojos antes de darle un beso en la frente. Se removió soltando un suave gemido. Incliné mi cabeza hacia delante y contemplé sus labios entreabiertos.
La besé. Fue un beso cálido, sereno, pero cargado de deseo. Ella me contestó acariciando mis mejillas.
Quería despedirme.
—Despierta, mi niña —susurré en sus labios. Abrió los ojos y miró de reojo la ventana.
—Aún no ha amanecido. Todavía es de noche —murmuró aferrándose a mi cuello. Llevaba razón, aún no había amanecido, pero no me iría de allí sin despedirme.
—Tengo que irme.
—Nooo... —renegó ella, aún somnolienta.
—Terminarás por cansarte de mí. —Le sonreí.
—Dudo que eso ocurra. —Por fin me mostró aquellos ojos plata.
La besé mientras mi mente proyectaba lo que haría en unas horas. Mataría a Umberto Petrucci.
—¿Te veré mañana? —me preguntó acariciando mi cabello.
—Sabes que sí.
Se incorporó queriendo abrazarme. La cogí entre mis brazos y la coloqué sobre mi regazo. Era tan frágil, tan menuda... Me daba tanto placer abrazarla, que no me creía capaz de parar.
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1. Mirame y Dispara
RomanceKathia Carusso, una joven adolescente de la alta aristocracia italiana, regresa a Roma tras muchos años de internado sin entender muy bien por qué su familia la quiere de vuelta. Allí se reencuentra con Cristianno Gabbana, un conocido de la familia...