Capítulo 13

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—¿Ya estás mejor? —me pregunta la amable mujer cuando separo de mi boca la botella de agua después de varios segundos.

Asiento.

Los técnicos que arreglaron la noria me trajeron al área de primeros auxilios de la feria cuando prácticamente me desmayé al salir por fin de aquella infernal vagoneta. Mis piernas literalmente se volvieron de gelatina cuando pisé tierra firme; estaba mareada como si hubiese hecho un corto viaje al espacio, en vez de haber estado varada a unos cuantos metros de altura.

Enrosco la tapa y le entrego el recipiente de plástico —Gracias.

—No hay de qué. ¿Segura que te encuentras bien? Podemos llevarte al hospital si es necesario.

—Estoy bien —digo nuevamente, me ha preguntado como un millón de veces—. Es que tengo claustrofobia y le temo un poco a las alturas, así que, usted sabe...

Asiente.

—En ese caso no debiste subir a la rueda en primer lugar.

Suspiro. 

Ni me lo recuerde...

—Y bueno... ¿tus padres saben que estás aquí? Por lo que veo viniste de la escuela y mira —me muestra su reloj de pulsera—; ya es bastante tarde.

Tomo su muñeca para acercarla más y ver.

Mis ojos casi se salen de su órbita; son las ocho y media de la noche.

Estoy frita. En la casa deben estar histéricos.

Me levanto de la camilla.

—Sí saben —miento—. Ya me voy, gracias.

—¡Oye, espera! —doy la vuelta— Será mejor que tomes un taxi, aún estás pálida.

—Eh... prefiero caminar.

La mujer niega con desaprobación.

—La juventud de estos días... —masculla. Se saca un par de billetes del bolsillo de su bata y me los entrega— No tienes dinero, ¿verdad? Ten; ve y toma un taxi directo a tu casa.

Lo dudo un poco, pero acabo recibiéndolos avergonzada; tardaría mucho yéndome a pie y en serio preciso llegar lo más pronto posible.

—Gracias —digo con el rabo entre las piernas.

—¡Tú, muchacho! Acompáñala y asegúrate de que llegue bien —le pide a Luca, quien ha estado parado observando todo desde una esquina, sin hablar y con el semblante más blanco que el de un fantasma.

Trago saliva.

Como alma que lleva el diablo salgo de ahí, pasándole por un lado pero, como era de esperar, él me sigue.

Maldita sea, si antes me parecía incómodo estar con él, no sé cómo haré ahora para verlo a la cara.

Sudo frío al pensar en cómo, en un determinado momento, cerré los ojos esperando, ¿qué, que me besara?

Por favor... ¿cómo pudo siquiera pasarme esa posibilidad por la mente?

Gracias a Dios y al cielo una fuerte explosión me hizo reaccionar y abrir los ojos; una fuerte explosión que en realidad solo fue el motor de la jodida noria volviendo a arrancar.

El grito de miedo que pegué no fue de este mundo; o eso supongo porque Luca instantáneamente retrocedió metros.

—Solo bromeaba cuando dije que me iba a quedar limpio. Aún tengo dinero, no debiste aceptar lo que te dió la auxiliar —me reprocha una vez en la calle.

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