Capítulo 8

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—¡Mamá...! Ya para de llorar —le pido acostándome junto a ella en su cama, abrazándola.

Puede que sí, me saque de quicio y que odie su forma de ser y todo el drama que le gusta montar siempre, pero no deja de ser mi madre.

—¡¿Cómo quieres que me detenga después de lo que me dijiste, ah?! —grita sin levantar su cabeza de la almohada.

Bastó llegar a la casa (luego de manejar todo el camino con la vista nublada en lágrimas) para que subiera las escaleras corriendo directo a su habitación y tumbarse en la cama.

Aunque me cueste mucho admitirlo en el fondo me siento un poco culpable. ¿Pero qué se le va a hacer? Fue peor la cura que la enfermedad. Lástima que en el último instante me dió pánico y no dije lo que realmente quería; tal vez a mamá le afecta más saber que su única hija es gay que enterarse de que fue abusada.

—Ser lesbiana no tiene nada de malo.

—¡No lo repitas, Oriana!

—¡No es una enfermedad, mamá!

—¡Cállate! —esta vez sí me mira a la cara— ¿En qué nos equivocamos contigo? ¡Si siempre lo has tenido todo!

Sacudo la cabeza.

—¿Cómo puedes pensar que todo en esta vida gira alrededor del dinero?

—¡¿Y a ti cómo te pueden gustar las mujeres?! —contraataca.

—Nunca me ha gustado una mujer —admito.

Mamá se incorpora un poco y limpia sus lágrimas, cual niño después de una rabieta.

—¿Entonces por qué me dices que eres homosexual?

Miro a otro lado. Qué incómodo es hablar de esto.

—Bueno... ¡Porque no me agradan para nada los chicos, solo pensar en ellos me causa náuseas! Y aparte, tampoco me interesan las cosas femeninas ni nada de eso.

La bipolar de mi madre empieza a reír como desquiciada.

—¡Gracias por burlarte de mí!

Molesta me largo a mi cuarto, donde me meto a bañar y después me cambio el uniforme. Al rato, mamá aparece en son de paz.

—Ay, querida. Perdón, no fue mi intención reírme. Es que eres tan inocente...

Me abraza. Y yo, no entiendo a qué demonios se refiere.

—Mamá, estás loca. No te entiendo ni un poco.

—Ven —me toma de las manos para que nos sentemos frente a frente a la orilla de la cama—. El hecho de que aún no te haya gustado ningún chico no significa que seas lesbiana, hija. No has conocido a uno que te mueva el piso, eso es. A muchas les pasa, ya llegará tu momento.

Niego —¿Y si la primera persona que me gusta es una chica?

—Un paso a la vez, ¿sí? —responde apretando los labios. Es obvio que quiere ver todo color rosa.

—A ver, ¿y que explicación le das a mis preferencias a la hora de vestir y a que no tenga siquiera una amiga?

Se pone pensativa.

—Creciste sin tener hermanas ni primas, Oriana —menciona—. Tenías sólo a Carlo. Recuerdo que te ponías a llorar cada vez que él no te dejaba estar con él y sus amigos. Querías imitar todo lo que hacía siempre, era como tu héroe...

Bufo.

—Por eso sin darte cuenta eres así. Tu hermano mayor fue tu único ejemplo a seguir durante tu infancia. Tal vez, ser como él es un deseo frustrado de tu subconsciente.

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