Capítulo 18

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La boca de Isis se cierra de golpe.

—¿Qué dijiste? —vuelvo a preguntar, con una expresión que desfigura mi cara.

Si lo que acaba de decir es cierto... no, no puede ser cierto. Prefiero mil veces que Oriana sí sea lesbiana antes que esto.

—Yo... —se rasca la cabeza— no sé lo que dije...

—No. Sí sabes —me adelanto. Me acerco a ella y la tomo por los hombros con firmeza— Repítelo.

Su mirada sorprendida denota miedo, y no la culpo. Me siento a un paso de estallar.

—A Oriana le gusta Román, ¿y...? —empiezo a decir, incitándola a que hable de una puta vez.

—A Oriana le gusta Román... —su voz tiembla— y estuvieron juntos el día de la fiesta...

—¡¿A qué mierda te refieres con que estuvieron juntos?! —grito soltándola y alejándome, a duras penas conteniendo la poca paciencia que me queda— ¡¿Quién te dijo eso?!

—Ella... ella misma me contó... que le gustaba alguien. Le aconsejé que debía decírselo... y estuvo de acuerdo.

Mis nudillos se tornan blancos.

—Al rato... Oriana me pidió ayuda para poder verse en la noche con esa persona. Nunca me dijo de quién se trataba... pero la vi llegar con tu amigo. Era madrugada...

Al escucharla le doy la espalda. Siento cómo me está costando respirar cada vez más. Ni siquiera termino de sentirme molesto. Estoy en shock.

Honestamente jamás creí que Oriana podría fijarse en algún chico de la escuela; mucho menos en un amigo mío. Román y Oriana en la misma ecuación me parece un imposible; pero lo que acaba de decir Isis, aunado a lo que me dijo Román la tarde de la jodida fiesta, hace que tenga sentido.

Lo recuerdo acercándoseme minutos después de haberme tenido que cambiar de ropa por el agua sucia que me echó encima.

—Oye, discúlpame, hermano —dijo con su cara de yo no fui—. Sabes que no lo hice a propósito.

El incidente en sí no me había molestado tanto, como ver a Oriana carcajeándose por la gracia de otro. Por ello fue que arremetí contra ella, y ese momento no se veía por ninguna parte.

—La pobre Oriana no tuvo que ver, no tenias que hablarle así. Te pasas de la raya con ella a veces —continúo.

Lo miré mal.

Si hay algo que me irrita acerca de Román, es que se cree perfecto. Yo me hago el perfecto; pero él en serio se lo cree. Y por supuesto no lo es. Se tiene en alta estima porque sus dos perfectos padres son congresistas y, junto a su hijito descerebrado, forman una familia modelo.

Él se droga, acosa a gente en la escuela, bebe y, de hecho, ha conducido hecho mierda por el alcohol; pero piensa que haciéndose el juicioso y sacándose opiniones del culo que nadie le pide, queda exento de sus pecados. Si Oriana dice que yo soy el más hipócrita del planeta, es porque no lo conoce bien a él. Y pensar que me recalca cada vez que tiene oportunidad lo pésima persona que soy. Yo... soy mejor que Román, en todos los aspectos.

—¿Acaso pregunté tu puta opinión? Vete a limpiar, que a eso viniste —chasqueé los dedos.

—Está bien. Pero necesito avisarte algo; en la noche saldré y ya que eres amigo de las monjitas, cuento con tu boca cerrada. ¿Bien?

—Sí, como sea —contesté con fastidio, sin prestarle la mínima atención.

En ese momento la idea de él con Oriana ni siquiera cabía en la peor de mis fantasías. Es ahora cuando caigo en cuenta de que sí es posible; han tenido muchas oportunidades en las que pudieron acercarse. Ambos tienen pésimas calificaciones, por lo cual los profesores los han juntado para hablar; estuvieron haciendo actividades a parte de todos los demás durante la semana anterior a la realización de la fiesta de primaria; y finalmente, lo arruiné poniéndolos en pareja para limpiar ese día.

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