Capítulo 14

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Me separo un par de metros rápidamente.

—Dije, ¿qué están haciendo? —repite la sor.

Nos mira con sospecha, aunque por fortuna es una de las hermanas jóvenes, no otra de las viejas rancias "siervas de Dios". El problema son los que vienen entrando atrás de ella.

—¿Se besaban? —bromea Román, haciendo una ridícula y cursi mueca.

—Le decía a Oriana que no puede salirse del grupo, hermana —explico.

La religiosa alza sus cejas, dirigiendo hacia la aludida un gesto de sorpresa retórica.

—Tengo entendido que ya se le explicó bien que usted no está para poner pegas, Greco —como era de esperar en ella, sin contestar nada, rueda los ojos y va a sentarse—. Y que sea la última vez que se encierran... esas cosas no son bien vistas por Dios.

Nuevamente me disculpo ante su dramatismo; posteriormente, tomo asiento al igual que el resto.

—Muy bien. Entonces... tengo entendido que Leonardo ya le asignó a cada quien su ocupación para la organización de la fiesta, ¿no?

—Así es —confirmo— Solo queda decidir en dónde vamos a hacer la fiesta. Imagino que en el gimnasio, como todos los años...

—En un principio así iba a hacer, pero el Comité decidió hacerla en la antigua sede del colegio. Es decir, en las instalaciones originales, que ya sabrán que era al principio un orfanato, luego un convento, y posteriormente un colegio que a los años fue trasladado a este lugar. Pero, en fin, se decidió que la fiesta se hará ahí.

Enarco una ceja. Me parece que este año no habrá mucha asistencia. Ese jodido lugar es terrorífico, además queda a las afueras de la ciudad. ¿Quién demonios iría ahí solo por una fiesta de Navidad de niños de primaria? Pero en fin.

—Nos trasladaremos en autobús; necesito un permiso firmado de sus padres, pueden entregar el documento en físico o enviar un fax.

Levantó la mano —Si la fiesta se hará en otro lugar, eso complica y cambia la organización que ya había acordado.

—No necesariamente; solo necesitaré que los encargados de la decoración e iluminación entreguen su permiso mañana mismo. Esas dos cosas se tendrán que empezar desde ya. La fiesta es el domingo. Por otro lado, quienes se encargarán del catering y la invitaciones, pueden ir trabajando por su cuenta. Deben hablar con la hermana Filomena para hablar de presupuesto.

—¿Entonces los que tenemos que limpiar podemos ir el mismo día de la fiesta? —pregunta Román.

—¿Usted se va a encargar de limpiar? Román asiente— ¿Usted y quién más?

—Oriana —respondo yo.

—Ah, pusiste encargados de la basura a dos personas ideales para ello. Me parece perfecto.

Todos soltamos la risa, excepto Isis y los dos aludidos, quienes mantienen una cara de poker.

—Pues ustedes tendrán que venir toda esta semana sin falta hasta el domingo.

—¿A qué, a hacer nada? —suelta Greco.

—¡Mucho cuidado con ese tono! Ya veré que los pongo a hacer. Agradezcan a su nefasto desempeño académico este lapso.

Solo poco más de media hora duró la "reunión"; nos dieron permiso de irnos temprano ya que no hay nada más que hacer. Sorpresa, la primera que me consigo al cruzar el umbral del salón es a Anabella.

—Hola —digo por no dejar, al pasarle por un lado. Ella viene detrás hasta posicionarse enfrente para obstruir mi paso.

—¿Hola? —repite— ¿Solo hola? ¿Son ideas mías, o me estás evitando?

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