Capítulo 24

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Oriana abre mucho los ojos al darse cuenta de que no estamos tan solos como pensábamos y los fantasmas en mi mente regresan nuevamente; ¿acaso lo estaba esperando a él? Antes de poder decir algo, ella logra apartarse y salir corriendo tan rápido como nunca se ha movido.

—¿Ahora qué le hiciste?

Bajo los peldaños, poniéndome frente a él como un lince.

—¿A ti qué mierda te importa? —alzo la voz, importándome nada si alguien me escucha— ¿Por qué la buscas? ¿Nos estabas escuchando?

Lo arruinó todo, lo que tanto tiempo he estado esperando que sucediera. Mi momento más feliz.

Román sonríe de lado, negando con la cabeza.

—Sor Francesca nos mandó a llamar para hablar sobre nuestras calificaciones... ya sabes, la misma mierda de siempre —explica—. Llevo casi media hora tratando de encontrar a Oriana para avisarle que nos está esperando en su oficina, pero está difícil la cosa— dice mirando por donde se fue —. Y bueno, a todas estas, ¿a ti por qué te interesa?

Le dedico una mirada amenazante.

—Yo la buscaré para decirle —aviso; no tengo porqué explicarle nada, y menos si de ella se trata.

Me largo de ahí hacia la misma dirección por la que desapareció Oriana. Tiene un talento especial para esconderse de todos, y debo encontrarla para continuar la conversación antes que lo haga. En este momento ya el timbre de receso ha sonado, por lo que empieza a haber gente en los pasillos y en el patio. Monitoreando con la vista todas las áreas lo más rápido que puedo, la ubico cerca de los baños exteriores.

Cuidando que nadie vea, me acerco y rodeo su muñeca. Es ella quien habla primero.

—¿Escuchó? —no hace falta decir a quién se refiere.

Enarco las cejas. La duda sigue quemado en mi interior.

—¿Te preocupa?

—¡Claro! Sabes que me muero si alguien se entera de... tú sabes.

—No escucho nada. Pero necesito que me digas si vas en serio con lo que dijiste.

La observo con expectación, necesito que lo repita porque aún no puedo creerlo. Tengo el presentimiento de que lo que saldrá de su boca cambiará nuestro destino, para bien o para mal; y tengo miedo, porque Oriana puedes sacar tanto lo mejor como lo peor de mí. Lo único de lo que estoy seguro ahora es que si realmente dice que sí, haré hasta lo imposible para que sea mía hasta el final.

—¿No escuchaste hace un momento? —pregunta molesta, liberando su mano— ¡Te dije que sí! Sí lo haré...

Al oírla se me escapa una sonrisa de bobo; hasta debo parecer un marica ahora, pero no me importa. Ni siquiera sé qué decir, la felicidad y la emoción me congelan. Por el contrario, ella me mira como habitualmente, con desagrado y da media vuelta para irse sin más.

—El viernes —digo a sus espaldas y se detiene; aún cuando no se gira, sé que presta atención—. Este viernes después de clases. ¿Te parece bien?

No recibo respuesta, por lo que asumo que sí. Oriana reanuda su camino, y después de eso el día pasa de forma corriente, sin nada en especial, a excepción de la felicidad que recorre mi cuerpo. Parezco un niño virgen contento porque la va a poner por primera vez, pero es que así mismo me siento, como si fuera mi primera vez.

Ni siquiera cuando consigo a Vitto y a Román charlando frente al portal a la hora de la salida, se me amarga un poco el día. Escucho como Vitto me llama, pero lo ignoro

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