Capítulo 20

200 16 17
                                    

Ahora me río de una forma en la que no creí volver a reír en mucho tiempo, a carcajadas.

—Tienes una idea bastante distorsionada acerca de lo que es el amor...

No es que yo entienda el significado de esa palabra, tampoco. De hecho, estoy cada vez más lejos de conocerlo. Pero sé que, definitivamente, no es lo que Leonardo siente por mí.

—¡Lo estoy diciendo en serio! —me repite.

Me cruzo de brazos. El buen chiste no borra de ninguna manera mi enorme molestia.

—Creo que, no sé... —camina de un lado a otro golpeando su puño contra la palma de la otra mano, lo que parece ser un tic nervioso— todo su empeño por molestarte, por hacer que le prestes atención, se debe a que posee un sentimiento muy fuerte por ti. No como un sentimiento de odio, sino como uno de amor, que tal vez hasta él mismo se niega a reconocer. Tal vez por eso se puso como loco cuando se me salió lo de tu cita con Román. ¿Supiste que en la mañana lo golpeó hasta casi—?

La detengo —¡¿Lo de mi cita con quién?!

Mi mente hace clic. Ya entiendo; Isis le dijo a Leonardo que salí con Román (no sé por qué rayos llegó a esa conclusión), este le preguntó en la mañana, y cuando Román lo desmintió aclarando que estaba con Anabella, fue que Ferraro se molestó, y pasó lo que todos dicen que pasó.

—¡Lo de tu cita con su amigo! Cuando se lo conté sin querer, se puso... como nunca lo había visto hasta ese momento.

Seguro fue porque no le causó gracia que burláramos su organización de esa estúpida fiesta, al no limpiar el desastre que probablemente dejaron los invitados. Cómo si eso realmente le importara...

Con el tiempo he aprendido que así es Leonardo Ferraro; desquiciado, imposible de comprender.

—Mira Isis, deja de creer idioteces —aconsejo—. Por supuesto que Leonardo no me quiere, y mucho menos se puso celoso por mí. Dios, ni siquiera debería gastar saliva diciendo esto... sólo no me vuelvas a dirigir la palabra nunca más, ¿bien?

—Oriana...

Sin detenerme a escucharla doy la vuelta para empezar a caminar hasta la salida; trato de hacerlo rápido antes que tenga posibilidad de verme llorando. Porque sí, estoy llorando. Simplemente no puedo creer lo desafortunada que soy. Ya me imagino todo lo que Leonardo me dirá cuando me vea. Antes pensaba que sus palabras no valían para mí, que por más que me llamara marimacha, transexual, macho... eso no podría hacerme daño. Pero realmente sí me hizo daño, me lo sigue haciendo, y creo que es un daño irreparable. Tal vez soy ridícula por ponerme así, pues al final fui yo quien decidió este camino para protegerme; sin embargo tengo que reconocer que "protegiéndome" estoy al mismo tiempo pagando un precio muy alto. El de desear ser invisible y lamentar no ser vista al mismo tiempo.

Gracias a Isis he alcanzado un nivel máximo de vulnerabilidad ante Leonardo, en realidad no sólo ante él, sino ante todos para los que represento una burla. Pero en ocasiones me sorprendo gratamente a mí misma, y ahora mismo, antes de ahogarme en una derrota, decido dar patadas para intentar alcanzar la superficie otra vez.

Resuelvo ir para encarar a Leonardo, y decirle algo como «no sé lo que te habrá dicho Isis, pero soy lesbiana». Corro el riesgo de que no me crea e igual se ría, pero mantendré esa posición hasta el final. Prefiero que piense que soy lesbiana antes que darle el gusto de saber que me gusta alguien y deduzca que le parezco tan desagradable como él dice que soy, teniendo razón.

Cruzando el portal de la escuela mis pasos se dirigen —sin prestarle demasiada atención al cerebro— a la mansión de los Ferraro, que no queda excesivamente lejos. Sé la dirección porque junto con mis padres fuimos invitados a algunas de sus fiestas, y porque me enviaban a veces para practicar piano con Marco Ferraro. Aquellas tardes eran unas pesadillas para mí, porque antes de lo de... esa noche, ese hombre ya se encargaba de hacerme sentir muy incómoda. En fin, sacudo la cabeza. No es momento para acordarme de eso.

Like a BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora