Capítulo 10

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-Mira esta blusa, ¿te gusta? -sacudo la cabeza. Mamá devuelve la prenda a su lugar molesta-. ¿Podrías poner de tu parte? No quieres vestidos, ni faldas, ni blusas, ¡ni nada!.

-Bueno, ya te dije que no necesito comprarme nada, mamá.

-¿Que no? Llevas años poniéndote la ropa vieja de Carlo, y te lo he permitido por más de lo que debí. ¡No puedes seguir usando ropa de hombre, por Dios! Además, ya viene la Navidad.

-Pero mamá--

-Pero mamá nada -me calla-. Del centro comercial no nos vamos hasta que te compres al menos seis cosas. ¿Entendido?.

-La que tiene que entender eres tú; no soy un bebé, no puedes imponerte sobre mí -entrelazo los brazos- Respeta mis decisiones. Yo me visto como me dé la gana -sentencio.

-Oriana, no me hagas perder la paciencia. Elige algo que te guste, o lo hago yo por ti. Tú decides.

Carcomiéndome por dentro no me queda más que ceder. Algo me advierte que no está de humor.

-¡Bien, pero en esta tienda no! Si quieres comprarme ropa, lo acepto, pero que sea deportiva.

-No. Oriana, necesitas cosas de lo que eres; una chica.

-Tambien venden cosas deportivas para mujeres, mamá -le informo. A veces es tan ignorante-. Prometo comprar mucho, pero por lo que más quieras, aquí no, por favor -le suplico.

Odio no satisfacer mis convicciones, pero era eso o que mi madre me eligiera un vestido rosa. No debí haber venido, se acerca la Navidad y lo que ella más ama sobre ello es hacer sus estúpidas compras; cuando entra a un centro comercial en diciembre dura adentro horas.

-Nada de colores oscuros, Oriana -dice al momento que entramos en una Adidas.

-Bienvenidas, ¿puedo ayudarlas en-- ¡Oriana! ¡¿Cómo estás?!.

Giro hacia el emisor del saludo conteniendo el aire. Justo lo que me faltaba: encontrarme con la persona a la cual quería evitar.

-Hola.

-Sorprendente tu alegría al verme, ¿eh?.

Sí, en realidad no estoy nada feliz. Decidí no volver a verlo cuando hace varios días ciertos pensamientos extraños aparecieron en mi mente. ¿Cómo describirlo? Llegué a preguntarme si acaso él me gusta. Pero no, eso es impobrable, así que para acabar con la confusión mejor alejarme de aquello que la estimula.

-¿Qué ha ocurrido? Tienes tiempo que no vas a--

Lo interrumpo antes de que mencione el gimnasio. Prefiero que mamá continúe sin saber.

-Nada, la escuela.

-¡Mucho gusto! Soy su madre -le estrecha la mano.

-Encantado, señora.

Esto no puede ser más embarazoso.

-Perdona a la energúmena de mi hija. No te lo tomes como algo personal; así es normalmente -me equivoqué.

-Sí. La conozco, no se preocupe.

-¿Y de dónde se conocen? -pregunta mi progenitora. Debe estar muriendo por saber todo- Intuyo que no del colegio porque luces mayor.

-Nos conocemos de--

-La biblioteca. Luca también frecuenta la biblioteca.

-Sí... La biblioteca, claro -repite él cuando con una seña le pido que me siga la corriente.

-Oh, ya veo...

Asiento -Mamá, mejor vamos a otra parte. ¡Adiós, Luca!.

La tomo del brazo. Tengo que salir de aquí antes de que esto se descontrole.

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