Capítulo 3

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Lo observo marchar con impotencia.

Sabía que nada bueno saldría de esto; de intentar hablar civilizadamente con él. Fue un acto de desesperación; lo que dijo mi padre ayer me preocupó, tanto, que no pegué un ojo en toda la noche.

Él ansía que me case con ese cretino para poder sacarse la soga del cuello, pero no puedo, mejor dicho, no pienso permitir que me vea como la solución a sus problemas.

No soy un objeto al que puede empeñar para saldar sus deudas.

Por eso consideré hablar con Leonardo, para que juntos encontremos la manera de que sus padres y los míos cancelen ese estúpido "acuerdo" que hicieron.

Siempre di por hecho que, al igual que yo, estaba en contra; jamás imaginé que reaccionara así. Me dejó mucho más preocupada, ya que si está de parte de nuestros padres el matrimonio será un hecho.

Y eso sería mi fin.

Ni siquiera lo entiendo; está claro que la idea de ser esposos no lo hace feliz, ¿entonces por qué lo acepta? ¿Por qué no trata de evitarlo a toda costa, como yo lo hago desde hace dos años?

Me odia tanto como yo a él, ¿no se da cuenta que nuestra vida será infernal si no hacemos algo ahora, mientras podamos?

Con miles de pensamientos atormentándome salgo del gimnasio, me arrepiento de haber entrado en primer lugar. Luego de saltarme la inaguantable clase de Matemáticas estaba deambulando por los pasillos, y se me ocurrió entrar por mera casualidad, encontrándome con una imagen sospechosa.

Estaba Leonardo con otros tres chicos; por la expresión de sus caras imaginé lo que pasaba, pero ese no es mi asunto. Mi asunto es el error que cometí después, llamarlo antes que se marchara.

Noté su asombro, era de esperar puesto que ignoro su existencia desde... siempre. Hasta ahora, la primera y única vez que tuve algún tipo de contacto con él fue esa noche, la peor noche de mi vida, cuando estuvo en mi habitación, pero ese recuerdo lo he dejado en el fondo de mis memorias, olvidado por causa de otros más dolorosos.

Como sea, debo dejar de pensar tanto. Y actuar. Actuar para que ese maldito matrimonio jamás se dé, y como Leonardo no quiere ayudar, tengo que encontrar otra manera...

Claro, mi hermano.

Necesito salir de aquí y hablar con Carlo, ¿pero cómo? Este colegio tiene tanta vigilancia como una cárcel. Ni siquiera tengo dinero para intentar sobornar a alguno de los guardias, además, si hago eso correría el riesgo de que llamen a directamente a mis padres. Solo queda una persona a la que puedo recurrir; Luca.

En este momento maldigo mi costumbre de no traer nunca mi celular conmigo.

Camino rápido a la biblioteca para usar una computadora y buscar en internet el número del gimnasio al que voy; afortunadamente no me cuesta mucho encontrarlo. Lo memorizo y utilizo uno de los teléfonos públicos colocados en los pasillos para llamar.

-¿Aló? -contesta un hombre.

-¿Es el gimnasio Golden Gym?

-Sí...

-Necesito hablar con Luca... no sé su apellido. Trabaja como entrenador.

-Espera, lo buscaré.

La línea queda en silencio.

-¿Diga? Soy Luca -dicen al cabo de varios segundos.

-¡Luca! -nunca antes me había alegrado escucharlo-. Soy yo, necesito que me ayudes...

-¿Oriana? -pronuncia confundido- ¿Qué necesitas? ¿Estás bien?

-Sí, estoy bien... Necesito que me busques. Estoy en la escuela, me quiero escapar -le explico.

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