2 años antes.
-Oriana, ¿por qué no te pones otra cosa?
La pregunta de Claudia, su madre, hizo a Oriana observar lo que llevaba puesto.
-No me gustan los vestidos, mamá... -le recordó. No le gustaban los vestidos, ni toda la demás ropa de chicas.
-Sí, pero, ¿eso? -la señora vio despectivamente las prendas que tenía puestas su hija-. Pareces un muchacho, mi amor. Compláceme; ponte uno de los que te traje de París.
Oriana resopló con fastidio, pero como lo que se celebraba aquella noche era el cumpleaños de su progenitora, subió a su recámara para cambiarse.
Abrió el armario con apatía, y movió hacia un lado todos los ganchos en los que colgaban las camisetas holgadas que solía ponerse -la mayoría de estas las había dejado su hermano mayor al mudarse después de casarse- hasta dar con los vestidos que Claudia le regaló cuando llegó de un viaje que había hecho a Francia.
Eligió el más conservador de todos; llegaba hasta las rodillas pero aún así le parecía excesivamente corto. El traje sin duda alguna era precioso, para cualquier otra chica. Sin tirantes, azul, y con una falda que llamaba la atención. Era perfecto para las niñas de alta sociedad como ella, y le habría quedado espectacular con un labial rosa pálido, pero en eso sí que no complacería a su mamá. Ella jamás pondría una gota de maquillaje en su rostro.
Cuando terminó de cambiarse, y bajó al salón de la casa, ya habían llegado los primeros invitados de la fiesta; unos eran ahijados de Claudia y otros, una amiga de la infancia con su familia.
-¡Feliz cumpleaños, Claudia! -gritó la alegre y escandalosa Rosetta Santini mientras abrazaba a la cumpleañera- ¡Tanto tiempo sin vernos, pero no has cambiado nada! ¡Sigues igual de hermosa! ¡Y tu hija ya es toda una mujer! -comentó refiriéndose a Oriana, quien apartó la mirada incómoda.
-Espero que cumplas muchos más, madrina -deseó otro de los presentes-. Y también que hayas preparado de postre tu delicioso tiramisú.
Para el momento en el que la criada estaba sirviendo el esperado tiramisú, que en realidad cocinaba ella y no su patrona, Oriana se encontraba aliviada porque, con la hora que era, aún no habían llegado los Ferraro.
-Qué raro que no han llegado...
Por favor, papá, no los invoques, pensó.
Irónicamente en ese instante otra empleada entró al comedor anunciando la llegada de dicha familia.
Oriana sintió ganas de vomitar lo que había comido. Odiaba a los Ferraro, especialmente a Marco, y para su desgracia sus padres los adoraban.
-¿Hablaban de nosotros? -preguntó Marco con chulería-. Espero que nos hayan dejado algo.
-Por supuesto que sí, querido. Aunque no debimos, ¿qué son estas horas de llegar? -le contestó Claudia con diversión, siguiéndole la corriente. Oriana odiaba cuando su madre lo hacía.
-Felicidades, Claudia. ¿Cómo estás? -saludó Corina, la esposa de Enrico Ferraro y cuñada de Marco-. Lamento la tardanza.
El padre de Oriana, Otto, hizo un gesto restando importancia.
-Claudia solo bromea -explicó-. Adelante, siéntense. La criada les traerá la comida. No les molesta que nosotros ya vamos por el postre, ¿verdad?
Enrico y Corina se sentaron a la izquierda de Claudia junto a su hijo Leonardo, y Marco se dirigió a la última silla vacía, que era la que estaba al lado de Oriana.
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Like a Boy
Teen FictionDentro de un círculo social elitista, los padres de Oriana y Leonardo planean su futuro matrimonio. Oriana no es una chica común, ya que, tras sufrir abuso sexual por parte de un amigo de la familia, ha dejado de vestir y actuar como se supone que...