Capítulo 16

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—¿Qué pasa? ¿Por qué pones esa cara?

Isis se vuelve a sentar a la orilla de la cama.

—No... nada —titubea—. Solo... —cubre con una mano su frente, como si tuviese fiebre—, como te decía, creo que se lo debes decir... al chico.

Solo de pensar en eso me da escalofríos.

¿Yo confesando mis sentimientos a Luca, con quien siempre me he comportado como "un chico más"?

También tomo asiento nuevamente, con las manos entrelazadas sobre mi regazo y mirando hacia abajo para ocultar mi sonrojo.

—Pero tiene novia... —recuerdo; no solo a Isis, sino también a esa pequeña parte de mí que está considerando seguir su consejo.

—Bueno... el hecho de que se lo digas no tiene que significar que va a pasar algo entre los dos —argumenta—. Pero creo firmemente que tienes que hacerlo para no quedarte con eso dentro; y para serte fiel a ti misma —se ríe un poco, pero parece sin gracia.

—¿Qué?

—Nada... es que es un poco irónico que te esté aconsejando esto. Pero, bueno... ¿volvemos abajo?

Enarcó una ceja.

—Sí, adelántate tú. Ahora mismo voy.

—Está bien.

Sale del cuarto, dejándome sola. Me extraña un poco como de pronto perdió el interés en la conversación que prácticamente sacó a flote obligando a salir las palabras de mi boca.

Pero, volviendo a todo lo que me dijo, creo que tiene razón. Sé que seguro haré el ridículo y pasaré vergüenza, pero no puedo quedarme más tiempo con esto adentro. Es como que, si no lo saco en cualquier momento puedo explotar.

Entonces, en este pequeñísimo instante de valentía, busco en mi bolso el teléfono, que nunca he usado pero mi madre me obligó a traer en caso de emergencia, y escribo el número de Luca, que igualmente gracias a la entrometida de mi madre me aprendí de memoria.

Me llevo el aparato a la oreja, y después de tres tonos, cuando esa valentía estaba a punto de terminarse, contestan y oigo la voz de Luca.

—¿Aló? —silencio de mi parte— ¿Aló? ¿Quién llama?

—¡Soy yo, Oriana! —me atrevo a decir finalmente, soltando una buena cantidad de aire en el proceso.

Y deseando que la tierra me trague por haber hablado gritando.

—¿Oriana? ¿Cómo estás, cómo supiste mi número de teléfono?

—Tú se lo... —sacudo la cabeza. Si pasaré vergüenza, no lo haré hablando como estúpida— se lo diste a mi mamá la otra noche, ¿recuerdas?

—Ah, es verdad. ¿Y bueno...?

—Quería... es decir, quiero decirte algo...

No dice nada, pero soy capaz de oír la confusión del otro lado de la línea.

—Dime...

—Quiero saber si nos podemos ver esta noche.

—¿Qué?

—O sea —me apresuro a decir otra cosa que no me deje tan mal parada—, para devolverte el dinero que te estoy debiendo.

—Ah, eso. Es solo unos cuantos euros; no me harán la gran falta.

—Pero, igual te quiero pagar.

—Bueno, si tanto insistes...

—¿Te parece a las ocho y media? ¿En dónde estarás a esa hora?

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