Giro la cerradura solo para darme cuenta de lo mucho que se ha apresurado en ponerle el seguro.
Pateo la puerta con rabia.
—¡Abre la puerta, Leonardo! —grito golpeando la madera.
Es tan frustrante.
Solo quiero hacer lo correcto. Intento... ayudarlo, aunque sé que no lo merece. Aunque tenga miles de razones para no hacerlo.
Haber presenciado lo qué pasó, es muy distinto a escuchar los rumores. Y si mi silencio se prolonga, sé que no podré con el cargo de consciencia.
—Señorita, será mejor que se vaya, por favor...
Doy una mirada fulminante a las empleadas domésticas de Enrico Ferraro. ¡Todas son cómplices!
—¿Cómo pueden... ser alcahuetas de un maltratador? —pregunto deseando haber encontrado palabras más indicadas.
A pesar de que pedí ver a Leonardo de todas las formas posibles, nunca me dejaron pasar por órdenes del señor de la casa, así que tuve que hacerlo a la fuerza. ¿Cómo reposan la cabeza en su almohada sabiendo lo que sucede? Por ahí siempre se dijo que Ferraro tiene un comportamiento cuestionable... pero ver la sangre de Leonardo hizo preguntarme hasta qué punto. Si es capaz de dejar así a su propio hijo, ¿qué no le hará a su esposa?
—No somos alcahuetas, señorita —se entromete otra de las empleadas, una mucho mayor—. Firmamos un contrato de confidencialidad y, lo crea o no, también callamos por el bien de Leonardo...
Bufo. A mi no me engañan, para lo que hacen y dejan de hacer, no hay excusa que valga.
—¿También se callan por el bien de la señora Corina? —pregunto y observo cómo desvían la mirada— ¿Alguien me dice dónde está? Quisiera hablar con ella...
Me parece extraño que no haya aparecido ninguno de estos días en los que he estado en la entrada suplicando para pasar. Ya comienzo a imaginar lo peor.
—La señora Corina... no se ha levantado. Todos los días duerme hasta la tarde.
—Sí, claro... —camino hasta las escaleras. Al parecer creen que soy idiota o que nací ayer.
Llego a la planta baja de la mansión. Al girar sobre mis pies veo que vienen después de mí para despacharme, y más indignada aún aprovecho para advertirles:
—Les prometo que todo el mundo se va enterar de lo que sucede en esta familia.
Posteriormente cierro la enorme puerta atrás de mí. Ahora tengo que caminar todo un maratón para salir del casi infinito conjunto residencial, que parece más bien una pequeña ciudad dentro de la ciudad. Sin embargo, aún con todo lo ostentoso del lugar, su sistema de seguridad no es tan severo.
Una vez en la calle, decido hacer una parada en el centro comercial que se encuentra cerca. Aunque mi cabeza es un desastre, muero de hambre porque no he podido comer en días. Voy hasta un McDonald, que es lo primero que se me atraviesa, y ordeno lo más económico que veo en el tablero con el menú. Mientras espero, por inercia volteo y tengo esa sensación de cuando te están viendo.
¿Será Leonardo? No, imposible. Tendría que haber salido atrás de mí, cosa que no hizo. Entonces decido creer que son solo ideas mías. Tomo la bandeja con la hamburguesa en cuanto está lista, y consigo una mesa. Mientras la desenvuelvo pienso en qué puedo hacer para desenmascarar a Enrico. Obviamente mis padres no harían nada; en realidad, nadie de este círculo social de mierda haría nada. Incluso aunque todos pueden intituirlo desde hace mucho tiempo, nadie hace nada porque en este mundo el dinero manda, y ese hombre tiene demasiado.
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Like a Boy
Teen FictionDentro de un círculo social elitista, los padres de Oriana y Leonardo planean su futuro matrimonio. Oriana no es una chica común, ya que, tras sufrir abuso sexual por parte de un amigo de la familia, ha dejado de vestir y actuar como se supone que...