Capítulo 6

249 31 10
                                    

Recibo con discreción la bolsa plástica con cocaína que me entrega Vitto, y la guardo en mi bolsillo. Él es quien la consigue; conoce gente que trafica y sin correr el riesgo de exponerme, solo le doy el dinero y se encarga.

—¿Compraste otra vez? —me pregunta Román— Te estás pasando, Leo.

Llevo un cigarro a mi boca y lo enciendo.

—No te hagas el santo —entrecierro los ojos—. Tú también consumes.

—Sí, de vez en cuando. ¡Pero tú estás comprando cocaína cada dos días!

—Si quieres te compro un megáfono, creo que los de la otra cuadra no te escucharon. Cabrón.

—¡No peleen! —interviene Vitto— Román lo dice por tu bien, Leonardo —me dice—. Y tú Román, no te metas; el que se va a volver mierda la vida es él, no tú.

Doy una calada y libero el humo al soltar una risa.

Volver mierda mi vida, ¿aún más?

Veo la hora en mi teléfono.

—¿Por qué se tardan tanto...? —pienso en voz alta.

Oriana tuvo la mala suerte de enfurecerme mientras estaba drogado; hablé de más y ahora no puedo echar para atrás lo que dije. No sé quién está más jodido; ella, al ser molestada por todos, o yo, porque la que se supone que será mi esposa es una lesbiana declarada.

Independientemente de todo, fastidiarla cada vez es más divertido. Espero que las chicas hagan bien lo que les dije.

—Seguro Oriana no ha salido todavía del examen —dice Vitto—. Por cierto, ¿de dónde sacaste esa idea de encerrarla?

Hace años oí a Claudia Greco contarle a mamá que durante unas vacaciones habían descubierto que Oriana es claustrofóbica al haberse quedado atascados en el ascensor de un hotel.

Mi plan es que Oriana me ruege que la libere, con miedo y desesperación; que aprenda que soy el que manda.

Encojo los hombros.

—No sé, cosas mías —miento—. ¿No les parece divertida?

—Ridícula, diría más bien.

Román le da la razón, mientras Anabella llega a la plaza donde estamos con su amiga Paula.

—Ya llegué —avisa besándome, como si no me hubiera dado cuenta.

—¿Por qué jodidos tardaste tanto? ¿Lo hicieron?

—Sí... —suelta una carcajada— ¡Tenían que ver cómo se puso!

—Bien. Ahora entrégame la llave del armario, voy a sacarla —pido.

Todos me ven extrañados.

—¿Cómo? —su frente se arruga.

—¿No escuchaste o qué?

—Sí, lo hice. Lo que no entiendo es qué sentido tiene la broma si la vas a sacar tan rápido. ¿Quieres ser su héroe?

—No necesitas enterder nada, Anabella. Haz lo que digo y punto.

Ella cruza los brazos.

—No —se rehúsa—. ¿Toda esta guerra que empezaste es porque te gusta la lesbiana esa?

—Dame la maldita llave —ignoro la pregunta—. Estoy hablando en serio, Anabella...

—¡Yo tambien hablo en serio! ¡¿Por qué siempre evitas el tema?! ¿Acaso lo que dicen de ustedes es verdad?

Like a BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora