Capítulo 9: El frío de la noche

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Andrea Ponce

Por fin ya son las 11:00 de la noche, en media hora, todos iremos de vuelta a casa. El cielo ha estado muy oscuro espero que no llueva, pero bastó haberlo dicho para que pasara, está pasando una tormenta horrible, no para de llover y de sonar truenos.

Ha pasado una hora y la lluvia no cesa, sigue lloviendo con igual intensidad, así que mi abuela nos dijo que tendríamos que quedarnos en la casa, lo que no ocasionaría ningún problema porque la casa es grande. Menos mal que solo quedamos cuatro familias porque si no, no cabriamos todos en la casa.

Ya son las dos de la mañana y todos ya escogieron sus habitaciones, quedando por fuera David, Carolina, Cristopher y yo, la abuela baja hacia la sala y nos dice que nos quedemos en la biblioteca ya que tienen dos sillones espaciosos y que fuéramos a buscar unas sábanas al cuarto de arriba.

Mis primas vueltas locas, tratan de sobornar a la abuela para que ellas sean las que duerman en la biblioteca, es obvio lo que pretenden, quieren estar a solas con Cristopher para seguirlo acosando como lo han hecho toda la noche, la abuela las mira con una cara intimidante y las manda a dormir en el cuarto que les toca.

David y Carolina deciden dormir sentados en el sillón que está a la pared del televisor, mientras Cristopher se sienta en el que está al lado de la ventana, obviamente no voy a dormir con Cristopher, el prometió dormir en el suelo, David y Carolina se quedan rendidos y sus cabezas apoyadas una de la otra sosteniendose. Mientras tanto yo voy a la cocina a hacerme un té para dormir, al llegar a la cocina preparo mi té y al salir de la cocina, se va la luz pues no me queda de otra que ir a oscuras al cuarto de juegos, conozco muy bien la casa, así que no me pasará nada, abro la puerta de la biblioteca y me ubico en el sillón, Cristopher estaba muy cómodo durmiendo, me dió cosa despertarlo pero decidí hacerlo.

Él se despierta rápidamente y sin decirme nada espera a que yo me acueste en el sillón para el acomodarse en el piso. Por un momento pensé que sería incómodo pero no le fue, mañana será otro día y ya no me sentiré culpable de todo lo que pasó hoy.

Son las 3 de la mañana y no he podido dormir nada, escucho una voz quejándose a cada rato pero no me atrevo a mirar a ver quién es, pero tengo un poco de miedo.

Sigue esa voz quejándose pero esta vez si me atrevo a mirar a ver quién es, por suerte, era Cristopher estaba temblando de frío, no es prudente decirle que suba al sillón pero sino le digo, no me va a dejar dormir en toda la noche, así que decido hablarle.

- Cris, ¿estás despierto? - voltea su cara hacia mí - ¡Sí, lo estoy!- ¿Está haciendo mucho frío verdad?- él me responde con una voz temblorosa - ¡Sí, y mucho! - ven a dormir al sillón, está haciendo mucho frío y si te sigues quejando no me vas a dejar dormir- su mirada es cortante pero a la vez dulce - te voy a incomodar, prefiero pasar frío - lo miro con una mirada matadora - Bueno, si quieres sigue pasando frío allá tú - me coloca una mirada de felicidad y decide acomodarse en el sillón.

Estamos lo suficiente alejados para que la gente no piense cosas que no son. Por fin voy a poder dormir tranquila sin escuchar los ruidos de nadie, espero que Cristopher no ronque, eso sería lo último que me tendría que pasar.

Un rayo de luz pega en toda mi cara haciéndome despertar, abro mis ojos lentamente y veo a Cristopher cerca de mí, estamos cara a cara, siento su respiración en mi cara, su cuerpo y el mío abrazados muy cerca, sus brazos entrelazados en mi cintura, sus ojos se abren al mismo tiempo que los míos y un silencio domina el cuarto, no sé que me pasa, por una vez en la vida no quiero que esté momento se acabe, solo existimos nosotros dos, solo nuestras  miradas, nuestras respiraciones agitadas y nuestros cuerpo empezando a sudar por los nervios, de repente Cris se acerca lentamente a mis labios, mi corazón late tan rápido que siento que se me va a salir del pecho, después de verlo tan cerca decido reaccionar y separarme de él porque sé que no está bien lo que íbamos a hacer, rápidamente me levanto y me voy directo a la cocina, al llegar ahí intento calmar mi corazón pareciera que se me fuera salir de mi pecho.

Empiezo a cocinar para calmar tantos nervios, hice unas panquecas y café para los cuatro, no hice para los demás, que cocinen cuando se levanten.

No se cómo voy a entrar a la biblioteca, tan solo en pensar de verle la cara ya estoy nerviosa, pero me armo de valor y entro súper relajada, veo sentado en el sillón a Cristopher con el celular, su cabello desordenado, su camisa blanca abierta por la mitad marcandose los bíceps y sus brazos formados, decido dejar de verlo porque si lo sigo haciendo me voy a sonrojar, si es que ya no lo estoy.

Cristopher levanta su mirada y se levanta para ayudarme con la bandeja de la comida, la coloca encima de la mesa y me agarra por un brazo haciéndome sentarme de un sopetón - Perdón por lo que pasó hace unos minutos, es que yo tengo un problema, duermo con los ojos abiertos y a veces sueño cosas y después no sé lo que hago cuando estoy dormido- obviamente no le creo, lo está diciendo para que lo disculpe - Está bien, estas disculpado- su mirada de tranquilidad me da mucha paz.

Cris y yo empezamos a desayunar como dos buenos amigos, ambos estamos extrañados de que David y Carolina, aún no se han despertado, pero están muy cerca y abrazados a la vez.

Cris y yo terminamos de desayunar y salimos al patio, el piso está empapado y está haciendo mucho frío afuera, lo único que puedo ver mientras caminamos es el traje que lleva puesto, quisiera que no se lo quitará nunca se ve tan bien y ni hablar de anoche se veía mucho mejor, nuestras miradas se confabulan pero el silencio nos domina, ninguno de los dos decide empezar una conversación, así que las miradas son las que hablan en este momento, sus ojos brillan como estrellas, su sonrisa es tan tierna, no le basta ser tan atractivo, así que al mirarme se muerde su labio inferior, se quitó el saco y me lo colocó sin decir ninguna palabra, nos sentamos en la silla juntos y vemos el paisaje mañanero.

Solo existimos él y yo, solo las miradas son las que hablan mientras nuestras palabras se esconden...

Con una Mirada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora