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—¿Qué es esto?.- pregunte.

—Una invitación a un baile.— respondió Brennan.

—Pude leerlo.- susurre.

—Eso es bueno, ya no tengo que explicarte con muñequitos que es un baile.— expresó.

—Jaja, ¿chistoso?, me refiero a ¿por qué me pides ir contigo?.—me encogí de hombros.

—Eso también esta muy claro, pero la pregunta real es: ¿por qué no querría ir contigo?.— me guiño un ojo.

—Esta bien, iré contigo, pero antes ven aquí.— dije, para luego tomarlo de cuello de la camiseta y pegar sus labios a los míos en un simple beso.

Tardo uno pocos segundos y profundizó el beso, yo ni siquiera sabía por qué lo había besado, pero ahora no quería separarme de él.

Aire, aire era lo que nos faltaba e hizo que nos separaramos y sintiera un vacío en mis labios.

—vendré por ti a las 8 del día que dice ahí.— dijo Brennan, para luego irse.

Me encontraba sola en mi habitación, el beso, gaela y mi padre rodaban por mi cabeza, todo estaba hecho un lío.

No sabia que pensar al respecto de cada cosa en concreto, pero todas mis emociones estaban a flor de piel, toda mis emociones habían incrementado de tal forma que en cierto momento ya no sabia que estaba sucediendo.

Salí de casa para distraerme un poco y encontrarme con Samuel el cual estaba aún en la u, pase por él y de ahí no sabíamos que hacer.

—Que mejor forma de dejar de sobre pensar las cosas que ir a algún bar— exclamó, Samuel.

Lo mire con un poco de burla, pero igual asentí.
Pero por cosas del destino no terminamos en ningún bar, terminamos comiendo algunos chocolates esperando nuestro turno en el spa, no se como paso pero allí estábamos con unas batas recibiendo uno de los mejores masajes de mi vida.

Unas cuantas horas más tarde, estaba completamente relajada en un sauna, pero bueno esto no duró mucho por que no se como pero me puse alerta de un momento a otro, alguien estaba en peligro, pero no se quien era.

Salí con Samuel lo más rápido que pude y volví a casa, todo allí estaba completamente normal, Sandra estaba preparando algo en la cocina, mamá estaba en su estudio, y papá aún no llegaba de la oficina. Supuse que estaba todo bien, que solo me alarme por nada.

Subí a mi habitación e intenté concentrarme en otra cosa, pero no podia, algo no estaba bien, intenté hablar con Brett, pero no respondía, él es lo que no esta bien, le está pasando algo.

Tome la piedresilla de mi bolsillo, y busque a Brett apenas llegue al reúno de cristal, él no estaba por ningún lado, ya me estaba empezando a preocupar demasiado.

Fui directo a la casa de Malina, al entrar vio a Parisa, Malina frente a algo, estaban agitadas, e intentaban hacer algo, me acerque un poco más y frente a ella pude ver a Brett, suspire de alivio, hasta que vi que tenia los ojos cerrados y ellas trataban de cocer algo en su abdomen.

—¿Qué pasó?—pregunte ansiosa.

—Oh, ¿esto?, no es nada—respondió, Brett, antes de soltar un quejido de dolor.

Mire a parisa y a Malina, pero ellas seguían en su trabajo de cocer a Brett, una puntada después él se levantó como si nada, y las dos que estaban frente a él hicieron como si nada hubiera pasado.

—¿Me pueden decir que esta pasando?—pregunte con más brusquedad de lo que esperaba.

—No esta pasando nada hermanita, todo esta bien—expresó, Brett tranquilamente.

—Dime que putas te paso.—los miré con severidad.

—Deja de vernos así, yo solo lo encontré afuera.—susurró, Parisa.

Mire a Brett y él seguía como si nada estuviera pasando. Mire su abdomen y su herida estaba sanando.

—¿Estas bien?.—pregunte más calmada esta vez.

—Si, no te preocupes.—miro a su abdomen.— Mira, ya sano.

—¿Qué te pasó?.—inquiri.

—Después te cuento, ahora tengo que irme.— se puso una camiseta.—Gracias Malena, Parisa, adiós.—dijo para luego salir de esa casa como alma que lleva el diablo.

Las mire esperando una respuesta.

—Yo no se que le pasó, Parisa lo trajo y yo lo ayude.— mencionó, Malina.

Iba a volver a casa, pero antes quería caminar por el bosque.

Podía ver hojas volver a crecer en los árboles, y las flores del suelo estaban floreciendo de nuevo.

—¿Caminata de la tarde?.—pregunto Brennan en algún lado del lugar.

—Algo así.—mire a mi alrededor.

—¿Vas a seguir caminando, o quieres venir conmigo a un lugar?.—se paro frente a mi.

—¿A qué lugar?.—subí la mirada.

—Si vienes conmigo lo sabrás.—respondió.

—Esa respuesta no me convence.—susurre.

—Talvez esto si.— dijo, antes de tomar mi mentón y besarme.

—No se, tendrías que volver a intentar a ver si me convences.— dije.

—Atenea, si quieres que te bese, solo dilo.—susurró a unos pocos centímetros de mi boca.

—Tu serias afortunado de volver a besarme.—sonreí.

—No lo niego la verdad.—lo escuche decir.—ven conmigo.

El tomo su piedresilla y luego aparecimos en una roca desde la cual se podía ver la puesta del sol perfectamente.

—Te dije que te iba a gustar.— dijo cuando nos sentamos.

—Cállate y déjame ver esto.—señale al frente.

Recosté mi cabeza sobre su hombro hasta que el sol se escondió completamente.

—Gracias.—susurre.

—¿Porqué?.—me miró de lado.

—Por traerme aquí.— lo mire.

La luz de la luna acentuaba sus facciones, y el color de sus ojos se veía más destellante.

—Sabes, me di cuenta de que nunca tuvimos conversaciones triviales como: ¿Cuál es tu comida favorita? Y esas cosas.—mencione.

—Nunca vi la necesidad de preguntarte eso, quería conocerte pero no con esas preguntas.—sus ojos estaban clavados en mi.

—Podríamos hacerlas alguna vez.—desvíe la mirada.

—Si es lo que tu quieres, por supuesto.— expresó.

—¿Enserió?. — pregunte.

—Si, si quieres podemos empezar ya... ¿Cuál es tu música favorita?.— pregunto.

—Me gusta mucho el rock, ya lo sabias.— mencioné.

—Lo sé.— esbozo una sonrisa.

—¿Cuál es tu color favorito?—pregunte.

—Hasta el día de hoy no tenía, pero el ver tu cabello bajo la luz de la luna es maravilloso, así que ese es mi color favorito ahora.— tomo mi mano.

—No se si decirte que derrites mi corazón o mis bragas.—dije.

—Espero sean las dos cosas.— dijo, para luego besarme.

No se como, pero unos minutos más tarde aparecimos en mi habitación.

—¿Estas segura de que quieres esto, Atenea?.— pregunto, con un poco de deseo en su voz.

Asentí con la cabeza y ese gesto basto para que Brennan se deshiciera de mi camiseta, y yo la de él. Me tumbo sobre la cama y nos ahogo una burbuja de lujuria, de la cual no queríamos salir, y estábamos más que dispuestos a ahogarnos en ella.

***

LOS 5 REINOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora