Cap. 15

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—Todos mentimos Raps... —dijo Cassandra con un tono de melancolía.

—¿Incluso tú? —preguntó la niña esperando una respuesta que la satisficiera, pero esa respuesta no llego, en cambio recibió una que no quería escuchar.

—Si, incluso yo —comentó con sinceridad mientras cerraba los ojos dispuesta a dormir recargada en la rubia.

—No lo creo —contestó en oposición dándose cuenta de que estaba por quedarse dormida, la sacudió para despertarla—. ¡Cass! No te duermas, o no podremos ver las estrellas.

Repeló la menor mientras movía otra vez a la azabache ganándose quejas de la última, a pesar de que sabía que estaba muy cansada, solo la dejaría dormir toda una semana incluso después de ver las luces del cielo que ella llamaba "estrellas", cuando la azabache fue sacudida de su sueño la corrigió.

—No son estrellas, Raps. Son linternas flotantes que le dedican a la princesa perdida... O eso dicen —dijo lo último con desconfianza en sus palabras, ya que no estaba segura de que eso fuera verdadero, se lo habían contado las madres cuando se acerco en busca de que confiaran ciegamente en ella—. Esta bien, no me dormiré; yo tampoco las eh visto y tenemos que conseguir una balsa —confesó la azabache mientras se levantaba haciendo caer a la rubia, pues había estado apoyada en su hombro.

Cassandra tomó de la mano a Rapunzel ayudando a levantarse, la rubia la acepto con gusto; el sol estaba por ponerse por lo que el cielo se pintó de colores oscuros desde un naranja hasta un color café claro, era ciertamente una vista hermosa para todo el que lo viera. Ambas chicas se paseaban por el pueblo, el cual aún estaba lleno de vida y alegría, parecía que no iba a terminar pronto pues la música empezaba a expandirse por todos los rincones del reino volviéndose más rítmica y alta; mientras esperaban a que anocheciera para ver las linternas flotantes, se encontraron con un par de caballos que parecían cuidar las calles, uno era blanco y esbelto, con una armadura de vaqueta de cuero que cubría todo su pecho y, una medalla de oro con el símbolo del sol grabado, que tenía incrustada en medio de su armadura. A su lado estaba una yegua, era café con partes blancas, esta no llevaba arnés, en cambio tenía una montura de cuero, café oscura, a pesar de eso, no tenía a un jinete.

Cassandra la sentía extrañamente familiar, tal vez porque se parecía a su antiguo caballo, que fue llevado por los soldados de Corona, recordaba vagamente cómo era debido a que estaba tan asustada que ni siquiera lo recordaba con claridad, parecía que tenía una laguna, lo único que recordaba era que su padre, su yegua, y ella, fueron llevados al reino de Corona... Y estaban en Corona, pensó un poco en las posibilidades, no pudieron haber matado a la yegua, lo más fácil para ellos era criarle y después usarla en beneficio propio.

—¿Fidella? —llamó Cassandra mientras se acercaba a paso lento hasta la yegua, Rapunzel estaba sin comprender lo que pasaba, pero caminando a su lado pues los animales desconocidos le atraían.

La yegua alzó las orejas y miró en la dirección donde la habían llamado, encontrándose con la azabache, recordando vaga y borrosamente a una niña con cabello negro y ondulado acariciarla y cuidarla cuando era solo un potro. No tardó demasiado para reconocerla, recibiéndola con caricias en su rostro y varios rechinidos seguidos, su cola se meneaba ligeramente, lo que daba a entender lo emocionada que estaba por reconocer a su antigua dueña, Cassandra solo la acarició y pensó seriamente en llevársela de Corona, era legítimamente suya, además, no podría andar todo el tiempo a pie.

Rapunzel mientras tanto observó con curiosidad al otro caballo que acompañaba a la yegua, blanco, puro y esbelto, al acercarse un poco más logró mirar la medalla que tenía incrustada con mayor detalle, la cual tenía unas palabras grabadas.

El Último Llanto  (Cassunzel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora