Cap. 23

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"Vas a sobrevivir, te lo prometo..."

Eso fue lo último que sus oidos lograron escuchar y entender antes de que cayera desmayada. Su cuerpo estaba totalmente agotado y doloroso, meses de experimentación no se irían de ella pronto, pero la adrenalina del momento si, lo que causó que su cuerpo colapsara finalmente, y junto a el su consciencia. Necesitaba descansar.

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La vida en Corona era buena y divertida, esas eran las dos palabras que Rapunzel había escogido para describir su vida ahora. Aunque sentía que algo faltaba, o tal vez alguien. Habían pasado muchos meses, un año más o menos desde que llegó a las puertas del castillo, más bien, desde que la encontraron desmayada y con la cabeza ensangrentada, seguía sin recordar algo más que había estado en una torre encerrada, y solo eso, no podía recordar alguna otra cosa.

Sus padres la querían mucho, y ella recibió todo el amor y a su vez entregó el suyo, a los meses de que estuviera ahí encontró a un chico, a un joven llamado Flyn Rider, lo encarcelaron y ella con curiosidad preguntó por él a su padre, le comentó que era un ladrón, el cual se había llevado varias joyas preciadas y la corona, lo habían interrogado y el les decía una y otra vez que había perdido los tesoros, pero nadie le creía.

Ella le pidió a su padre que le creyeran pues no veía en sus palabras falsedad alguna, entonces cediendo a la princesa recién encontrada lo liberaron, pero no para que siguiera robando, lo entrenaron para que fuera un soldado que sirviera a Corona, esa fue la única opción, ya que la otra era ser condenado a muerte, el astuto ladrón no tenía otra alternativa para vivir. Asi que ahora se encontraba dentro del castillo, vivía en donde antes había usurpado. Lo cual traía un precio, él y la rubia se veían casi diario, ella lo podía ver desde su ventana entrenar junto a los demás, y se preguntaba que se sentiría ser uno de aquellos soldados orgullosos de servir a ese reino.

También se veían en el pasillo, pasaron de no hablarse a saludarse cordialmente, hasta que finalmente se detenían a charlar un rato. Con el tiempo ambos forjaron un sentimiento de amistad, haciendo varias cosas juntos, como salir a la plaza, participar en eventos, navegar en el lago, montar a caballo y multiples actividades más. La rubia se divertía, pero en el fondo de ella, se sentía vacía.

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La azabache despertó con cansancio acumulado en el cuerpo, le costó abrir los ojos ya que una luz blanca la cegó, su cerebro no procesaba aún donde estaba o que sucedió, incluso por un segundo pensó en que estaba en el laboratorio e iba a ser electrificada de nuevo, pero los científicos no aparecieron... Pronto tuvo recuerdos vagos de lo que había pasado, ella en la chatarrería, una mujer de negro, dos chicas y un hombre, su cabeza dolió al recibir la información de golpe, se sentó con un jadeo de dolor saliendo de sus labios.

Analizó su entorno y a ella misma, no tenía su playera, en cambio estaba cubierta con vendas desde la clavicula hasta su cintura, podia vislumbrar ligeras manchas de sangre, le costaba algo respirar, y no sabía si era por las vendas apretadas contra su cuerpo o por las multiples heridas que tenía por su torso. Se encontraba en una habitación celeste, casi blanco, estaba presumiblemente limpio y con una mesita de noche a un lado de su cama, había una flor de margarita en una pequeña jarra, también habían varios elementos de algún botiquín, como gasas, algodón, alcohol y curitas. Estaba en una cama, demasiado cómoda para ser real, no parecía un ladrillo, tenía sábanas ligeras y suaves al tacto, además de una almohada blanca y ligera. Pensaba en ponerse de pie y salir de ahí, pero al abrirse la única puerta que tenía la habitación sus pensamientos fueron borrados al instante y una alarma se activó, se colocó de pie al instante e intentó buscar un arma, al no encontrar ninguna solo se pudo colocar contra la pared esperando a que la figura apareciera frente a ella.

El Último Llanto  (Cassunzel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora