El Último Llanto (Cassunzel)

Cap. 19

Otra vez se encontró aquí, encerrada, le habían castigado, claramente. Siempre que hacían eso los ponían en un cuarto pequeño, maloliente y gris, solo los sacaban para experimentar con ellos y los volvían a meter. Se supone que era para reflexionar por los "actos malos que su imprudencia causaron" pero el solo hecho de estar ahí encerrada solo le daban más ganas a Cassandra para salir y hacer más actos rebeldes.

El cuarto era muy pequeño, era de dos metros de ancho y dos de altura, como una pequeña caja. Y Cassandra había estado ahí tiempo para, al estar tan aburrida, sacar las medidas exactas, o al menos aproximadas, de su pequeña cárcel en la que la manifestaron por horas. También marcaba con tiza, claramente sin permiso, la pared haciendo dibujos a lo tonto o marcando las horas que pasaban ahí encerrada. La pequeña cárcel tenía una puerta de metal, con nada más que cerrojos y una pequeña ventanita hasta arriba para que el guardia pudiera visualizar que es lo que hacía.

Si la encontré con tiza entonces entró, se la arrebataba y después la golpeó por cinco minutos aproximadamente. Cassandra solo se quedó en el suelo esperando a que su atacante se fuera y después pensara en conseguir otra tiza con el mismo niño que se las apoyaron cada vez que comían o se encontraron. Siempre le decía que donde experimentaban con él siempre escribían en un pizarrón con una tiza problemas muy complejos que tenía que resolver sin ningún error, el niño solo tenía 8 años.

Estaba marcando una hora más en la pared gris y rasposa hasta que de pronto abrieron la puerta, ella instintivamente dejó caer la tiza y se puso a la defensiva, lo cual no se identificó de mucho pues la acabaron arrastrando de los brazos afuera, probablemente iban a volver a los experimentos. Como odiaba su situación actual, a veces incluso fantaseaba con los desayunos que las madres les hacían en el orfanato.

Volvieron a llevarla en esa habitación donde se despertó la primera vez, la ataron de muñecas, la cabeza y los tobillos a la cama con los cinturones de cuero, la apretaron firmemente y sin ninguna precaución de lastimarla, y ella tampoco lloraba. Varios científicos de bata blanca entraron en la habitación y conectaron sus signos vitales a una pequeña maquina que incluso imprimía los registros.

—¿Estamos listos para empezar? —preguntó un hombre de tez pálida y demacrado mientras se colocaba detrás del cristal, Cassandra al verlo le dio una mirada de asco.

Todos los demás afirmaron y trajeron lo que habían llamado "moonstone" lo que Cassandra identificó como piedra lunar, y pues solo era eso, una piedra redonda que brillaba de azul, pero cuando estaba en esa pequeña caja de cristal llena de agua y con cables incrustados en su superficie, al parecer lo que habían hecho era quitarle la superficie rocosa que tenía como escudo logrando así llegar a un centro más mortal y que brillaba con más intensidad.

Pusieron la cajita a un lado de la azabache mientras comenzaban a incrustar los electro choques de nuevo, eso siempre dolía. Una vez que ya estaban listos alguien le puso a la menor de la habitación un trapo en la boca, para ahogar sus palabras, pues en ocasiones anteriores les había dicho a los científicos hasta de lo que se iban a morir, y aunque eso no era un problema para muchos, otros acordaron el amordazarla.
Pronto le pusieron las placas que expulsan energía a los costados de su cabeza. Esperaron una señal del jefe, y en cuando la recibieron prendieron la máquina con la que funcionaba eso haciendo que una carga de energía pasara de la piedra lunar hasta la chica haciendo que se retorciera en su lugar y gritara ahogadamente del dolor. Pasó lo que le pareció una eternidad para Cassandra, mientras que los mayores solo esperaron dos minutos para desconectar todo y finalmente marcharse. En la primera y segunda semana solo le habían puesto un minuto de tortura, por lo que ella presentía que iban a ir aumentando los minutos cada semana, eso significaría que a la siguiente le tocaban tres.