Cap. 18

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Una rubia de ojos verdosos se despertaba lentamente de un sueño profundo en el que había caído momentos antes.

Al abrir los ojos se dio cuenta de que estaba en una habitación gris y desgastada, a su lado estaban cortinas delgadas y azules que la cubrían, se encontraba acostada en una cama delgada y con sábanas mayormente blancas, ya que tenían un par de manchas grises y amarillas, tal vez por el desgaste.

Se talló los ojos con los puños de las manos, sus ojos se sentían algo cansados, como si no hubiera dormido para nada; al tratar de recordar algo de lo que había pasado para llegar ahí le dio un dolor de cabeza algo fuerte, se sostuvo la cabeza con ambas manos y se percató de una venda que cubría su frente. Al parecer se había golpeado la cabeza momentos antes.

No recordaba absolutamente nada de lo que había pasado. Solo recordaba haber estado encerrada en su torre mientras su madre le decía que se iba de viaje, y de ahí tratar de recordar se le hacía cada vez más difícil y nauseabundo, pronto un animalito escamoso y verde se posó encima de las sabanas delgadas que la cubrían y trataba de llamar su atención con varios chillidos. La rubia lo miró y reconoció en pocos segundos, era su mascota y amigo Pascal.

—¡Pascal!, ¿sabes qué pasó? ¿Dónde estamos? —preguntó mientras lo tomaba entre sus manos y lo acercaba hacia ella para tener una mejor comunicación.

El pequeño reptil lo único que podía hacer era preocuparse, no sabía como decirle lo que había pasado, mucho menos si la entendería por completo pues casi no podía comunicarle mucho a pesar del fuerte lazo que los une. 

Antes de que siquiera pudiera decirle que conoció a una chica que la sacó de la torre y que se enamoró de ella; alguien abrió las cortinas azules dejando ver a una mujer joven, de cabello largo y castaño con una tiara encima de su cabeza, al verla, la rubia ahogó un grito mientras con una fuerza de voluntad increíble no sacó a volar a su amigo reptil que estaba en sus manos de pronto temblorosas.

"No estoy en la torre" es lo único que podía pensar al ver a la mujer que parecía mayor que ella, pero un poco más joven que su madre, tal vez por los treinta y algo. Dejó esa lógica, tenía que regresar a la torre, si su madre se enteraba no sabía que podría pasar, tal vez primero se preocuparía, o se desesperaría y la andaría buscando, el solo pensarlo le daba dolor de cabeza, o tal vez era por el golpe. Dejó a Pascal a un lado en el colchón y se trató de levantar, al instante se sintió mareada y que sus piernas se doblaban. Iba a caer, si no fuera por la mujer que rápidamente acudió a ella y la tomó en brazos.

—Aún no puedes levantarte, tus heridas son algo graves —dijo con una voz suave y tranquilizadora, de la cual Rapunzel decidió confiar.

La de cabello castaño recostó de nuevo a la niña, y esta no opuso resistencia pues le daba tranquilidad y a su vez le parecía un poco familiar, pero no sabía de donde, o tal vez se parecía a algún personaje de alguna novela que había leído; pero no sabía con exactitud a que se debía el que confiara en ella.

La mujer siguió observándola un poco más, acarició su mejilla y después su cabello extremadamente largo... Era ella, era a quien había estado buscando todos estos años. Por su parte la menor se sentía un poco incomoda por los toques, pero no recordaba el por qué.

Lo único que podía recordar era a Gothel, su madre, su torre escondida y Pascal. De ahí en fuera todo estaba borroso y confuso, como cuando un espejo se rompía y ahora quedan solo pedazos de reflejo en él, pero sin poder formar una figura completa.

—¿Donde estoy? —preguntó finalmente tomando el valor para hablarle.

—Estas en el reino de Corona —respondió la mayor con calma mientras seguía acariciando su cabello.

El Último Llanto  (Cassunzel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora